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En tiempos de
improvisaciones e irracionalismo, planificar es más
necesario que nunca. Y especialmente en el campo de la
salud, un tema prioritario para el desarrollo humano. A
continuación, abordaremos la idea de “planificación
estratégica prospectiva en salud”, una herramienta clave
para salir de la desidia actual y apuntalar el
desarrollo de un verdadero sistema sanitario integral.
Lao Tsé pronunció una frase admirable: “Todo lo grande
nace de lo pequeño. Hay que obrar sobre lo que aún no
existe”. Está expresando la idea de la profunda
importancia de lo posible. Tenemos que obrar sobre lo
posible antes de que llegue a realidad.
Pero no tiene sentido ponerse en una actitud
adivinatoria, respecto de un tema como la salud, que
debe ser abordado científicamente. Por eso, en vez de
confeccionar horóscopos hay que elaborar mapas
sanitarios, y tener claro cuál es el destino y cuál es
el camino, y ajustar nuestras acciones para no
descarrilar(1) por las negligencias de nuestro presente.
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“Así como la
locomotora con su tren sólo puede desplazarse por
los carriles y solo en la dirección en que éstos
corren y se detiene de inmediato cuando descarrila,
así también la ciencia puede lograr su efecto sólo
dentro de las situaciones económicas y sociales en
las que ha surgido, y puede seguir teniendo
influencia sólo en la dirección que a través de
estas situaciones, se ha vuelto posible y necesaria.
Tan pronto como se coloca fuera de estas situaciones
cesa también la capacidad de crear movimiento; o
bien no es entendida o bien se presenta como una
mera diversión del pensamiento”. Walter Benjamin
El futuro es incierto,
complejo, plagado de contingencias. Pero al mismo tiempo
es un ejemplo de libertad, que tenemos que saber
aprovechar en beneficio de la sociedad toda y no
derrochar tiempos que hace rato están agotados. La
planificación es una herramienta de esa libertad, que
nos permite ser en mayor medida artífices de nuestros
destinos, como individuos y como cuerpo social.
UNA ANÉCDOTA PARISINA
Hoy me toca entonces hablar de “Planificación
Estratégica Prospectiva”. Y para ilustrar este punto,
quisiera recordar un episodio que relata Rolando García.
El nos cuenta que, durante una reunión de científicos en
París en 1900, en tiempos del carro a caballos como
vehículo clave, se les solicitó que señalaran los
problemas que iba a enfrentar la ciudad en el año 2000.
Dado el aumento de la población y el desarrollo urbano
creciente, llegaron a la conclusión de que el primer
problema sería la “transportología”, es decir, todo lo
relacionado con el transporte, tanto de personas como de
mercaderías. Y que, por lo tanto, un inconveniente
fundamental de las calles del París del año 2000 iba a
ser la bosta de los animales. Vemos aquí a qué clase de
vaticinios se pueden llegar con cálculos errados, o
basados en datos estáticos que no contemplan la
innovación y las derivas propias del desarrollo
científico y tecnológico.
Por otro lado, para poder medir los avances o retrocesos
en la situación sanitaria, muchas veces nos basamos en
el índice de mortalidad de tal o cual enfermedad.
Propongo que pensemos también en un índice menos
conocido por su nombre que por sus efectos: la tasa de
sufrimiento. Con la lógica del “parche perpetuo”,
¿cuánto estamos profundizando ese “índice de
sufrimiento” hoy mismo en determinado paciente?
En este sentido, en el libro de mi autoría En busca de
la salud perdida, que acaba de publicar la Editorial
Universidad de La Plata, hago la siguiente reflexión que
quiero compartir con todos ustedes:
“La situación sanitaria impone profundizar la reflexión
en torno a cómo construir un sistema de salud que tenga
como metas mínimas la equidad y un acceso oportuno y
eficiente. Tampoco podemos seguir apelando a la labor
del remendón, a la aplicación continua de parches.
Retornar a un pensamiento lógico significa descartar los
fósiles políticos e involucrarnos en una planificación
estratégica que integre los componentes con los que aún
contamos, con sus alcances y también con sus
limitaciones.”
SALIR AL SOL
Schopenhauer expresa que “la inteligencia del hombre
mediocre se parece a una linterna que ilumina sólo lo
que busca, mientras que la inteligencia superior es como
el sol que lo ilumina todo”.
“Llegó la hora de que la conciencia despierte”, decía ya
Víctor Hugo en 1852. Haciéndonos eco de esa frase del
genial escritor francés, invito a los profesionales que
elaboran presupuestos a salir del “estudio cerrado” y a
avanzar al “aire libre” del campo sanitario.
Esta “ida al campo sanitario”, que implica abandonar
burbujas burocratizadas, se relaciona con la obtención
de lo que en antropología se llama “la anécdota bien
documentada, insertada en un contexto ramificado”. Es
decir, en base a la observación atenta, se extraen
detalles, situaciones y actitudes, que luego pueden
servir como base para aportes teóricos posteriores.
Pensar las transformaciones que ocurrirán en el campo de
la salud en un futuro deseado es un tema que impone, por
un lado, ponernos bajo la advocación de Sarmiento cuando
señalaba: “Los males extremos tienen una ventaja, y es
la de no poder continuar sin que se le busque un
remedio”.
Y por el otro, pasar de la razón analítica a la razón
lógica. Esta última implica que se trata de un capítulo
que integra junto a la “Nueva Configuración Social” y la
“Nueva Ordenación Territorial”, el desarrollo de la
sociedad en su conjunto.
Toda política de desarrollo se asienta en la tríada
compuesta por estructura, estrategia y cultura.
Repasemos: Sin estructura, sin una columna sólida y a la
vez flexible, cualquier plan gira en el vacío y cae por
su propio peso. Sin estrategia, queda claro que no hay
asignaciones eficientes de recursos de ningún tipo. Y
sin cambios en la cultura, las planificaciones
estratégicas son llevadas adelante por las manos
equivocadas.
A esta tríada, propongo sumarle otra cadena combinatoria
de conceptos, más precisamente, una “cascada
conceptual”. Hablamos de lo que deseamos para el país,
pero no hay deseos sin una estructura. Y no hay
estructura sin sistema. Ni sistema sin función. Ni
función sin órgano, ni órgano sin finalidad.
ESCENARIOS Y PROPUESTAS
Sin una política estratégica sólo nos queda la
imprevisibilidad y la fragilidad de los mercados no
regulados, donde lo que predomina es la incertidumbre
financiera. De ahí, que el concepto de planificación
estratégica sea clave, para no quedar a merced de
anárquicos flujos de dinero, o de huecos en las
políticas oficiales.
El objetivo final de toda planificación de este tipo, es
lograr un pacto-acuerdo sanitario, que tenga como base
material, una agenda a cumplir, con un engranaje de
gestión, con todo lo que este concepto conlleva. Se
necesita un acuerdo pluralista y participativo, en donde
los sectores interesados en dar respuesta a los
problemas sanitarios de los habitantes de este país, en
especial los más necesitados, homologuen(3) posiciones,
articulen fuerzas y logren poner en marcha los
mecanismos que reviertan los signos desalentadores del
presente.
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Homologación: acuerdo
racional, equiparación de partes. Los adversarios
aprenden a ponerse de acuerdo sobre el terreno de
desacuerdo, encuentran los medios de regular las
diferencias.
Este pacto-acuerdo,
tiene que implicar ver la infraestructura y la gestión
como un todo, para lograr la transformación que la
equidad impone. Lo que lubricará este pacto, es una
nueva cultura de gestión, que articule y coordine -y por
lo tanto potencie- los valores existentes.
De ahí la importancia de la planificación estratégica al
servicio de un Proyecto de Nación, que consolide un
Sistema Integrado de Salud, justo y eficiente. Cada
instante de demora es un triunfo de la inercia y la
mediocridad, que profundiza esa “tasa de sufrimiento”
que afecta a miles de conciudadanos, en este mismo
momento, en distintos puntos del país.
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Ignacio Katz,
Doctor en Medicina (UBA), Autor
de: “En búsqueda de la Salud
Perdida” (EDULP), Responsable
Científico Académico del
Observatorio de Economía y
Gestión de Salud de la
Universidad Nacional de La Plata. |
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