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Prestadores


“No vislumbro un cambio radical en las políticas hacia nuestro sector”

Por el Contador Jorge Cherro - Presidente de ACLIFE.
 

El SISTEMA DE SALUD EN GENERAL

Un buen sistema de salud se basa en 4 pilares, a mi criterio, muy importantes:

  1. Accesibilidad a la atención médica.

  2. Equidad en el uso racional de los recursos (financieros, tecnológicos y humanos).

  3. Calidad en la prestación que se brinda.

  4. Satisfacción del paciente.

En contraposición a estos pilares, nuestro sistema de salud padece de algunos vicios o males:

  1. Es un sistema fragmentado, en donde conviven diversos subsistemas autónomos sin el más mínimo concepto de integración o coordinación (Obras Sociales Nacionales, Provinciales, el Pami, los Prepagos, los Hospitales Públicos, etc.).

  2. Se está tornando cada vez menos solidario. El concepto de solidaridad ha sido el principio más importante en el que se basó nuestro actual sistema de la seguridad social.

  3. Es anticuado, no se ha aggiornado a los vientos de cambio que soplan en el siglo XXI.

  4. Es discriminatorio, a mi entender el peor de los males. Conviven, de un lado, los ciudadanos de primera, es decir los trabajadores formales bien remunerados o los que tienen recursos propios para solventar un sistema prepago. Para ellos acceder a una prestación, aunque sea la más compleja, es casi tan fácil como salir de shopping. En la otra vereda están los trabajadores formales con salarios por debajo de la línea de la pobreza, los trabajadores informales, los carenciados. Para este grupo, acceder a una simple consulta médica o a un análisis de laboratorio se puede transformar en una verdadera pesadilla.

Ante este panorama, ¿qué actitud adopta el gobierno? El poder político mira para otro lado, no hace nada para intentar resolver esta realidad, como si la misma se pudiese resolver sola, simplemente con el paso del tiempo. Llama la atención tanta inacción. Con su inmovilidad sólo están logrando que estos males se profundicen más. No quieren hacer cirugía mayor porque implica tocar intereses de los amigos del poder, intereses que están lejos de beneficiar a la verdadera y única razón que tiene nuestra actividad: la atención de la salud del ciudadano común.
Los dirigentes de los más diversos sectores venimos insistiendo desde hace mucho tiempo en la necesidad de darle al sector un verdadero marco regulatorio en forma de ley, que otorgue certidumbre a los diferentes actores que tiene esta actividad (pacientes, efectores públicos y privados, financiadores), que cada uno sepa su rol, sus derechos y obligaciones. Que contenga un menú básico de prestaciones al que pueda acceder fácilmente el más pobre de nuestros conciudadanos, que se asegure la fuente de financiamiento; que logre integrar al prestador estatal con el privado al servicio de una salud pública para todos los habitantes de nuestro País.
Que adhieran todas las Provincias, en especial las más pobres en donde los males descriptos se exteriorizan de la manera más descarnada entre los niños y recién nacidos.
Hasta ahora no obtuvimos respuesta.

LAS CLINICAS Y SANATORIOS PRIVADOS
En este escenario desarrollan su actividad los diferentes sectores en que está dividido el amplio espectro que conforman los prestadores, cada uno con su problemática particular, entre ellos el sector de clínicas y sanatorios privados.
Nuestro sector enfrenta el año 2008 habiendo transitado ya seis años desde la declaración de la emergencia sanitaria. La misma era un instrumento imprescindible para poder transitar la crisis de 2002. Tenía como objetivo, entre otros, salvaguardar el patrimonio de las Obras Sociales y del Pami, por un lado y de sus prestadores (acreedores) por el otro. Se intentaba, mediante la utilización de diferentes mecanismos, que los agentes de salud, cualquiera fuera su rol, no desaparecieran y se mantuvieran operativos para continuar cumpliendo con su importante función social. Un objetivo muy loable.
Seis años después podemos analizar con objetividad quiénes ganaron y quiénes perdieron con la emergencia sanitaria. Mientras las Obras Sociales han equilibrado su ecuación económico-financiera mediante una extraordinaria mejora en sus flujos de ingresos, sus prestadores sanatoriales enfrentan cierres y convocatorias, aumentan su pasivo con la AFIP por sumas incalculables, pierden cada vez más terreno en la lucha por mantener equilibrada la ecuación Ingresos vs. Costos y no logran modificar una matriz tributaria a todas luces injusta.
Por si todo esto fuera poco, en los últimos meses debemos lidiar con una variable muy conocida y temida por todos: la inflación, que deteriora, no sólo nuestros ingresos, ya que cobramos a 60/90 días de efectuada la prestación, sino que también afecta a los salarios y honorarios que cobran nuestros recursos humanos, generándose expectativas que tornarán dificultosa la futura negociación paritaria.
Como una solución a nuestros problemas y luego de años de negociación con las autoridades gubernamentales, finalmente hemos conseguido un paliativo para nuestro sector: una moratoria a 15 años para deudas con la AFIP en excelentes condiciones de financiación. Al fin se podrá pagar la famosa “mochila de los mil millones”.
Algunos dirigentes del sector ven el vaso medio lleno y están conformes de haber conseguido algo luego de tantos años de lucha. Lamentablemente yo no soy tan optimista y me pregunto si un instrumento financiero como la moratoria, alcanzará para resolver los problemas estructurales que padece nuestro sector o si, por el contrario, no será peor el remedio que la enfermedad cuando nuestras representadas tengan que pagar la posición tributaria corriente (que en la actualidad no están pagando) más la moratoria. Pareciera que el gobierno no ve o no quiere ver la real situación del sector y sus funcionarios se sorprenden cuando les planteamos que con la moratoria no alcanza.
DEBEMOS INSISTIR, EN LOS AMBITOS GUBERNAMENTALES QUE CORRESPONDA, QUE LA MORATORIA DEBE IR ACOMPAÑADA DE OTRAS MEDIDAS ESTRUCTURALES QUE PERMITAN EQUILIBRAR NUESTRA ECUACION ECONOMICO-FINANCIERA. Esta es, a mi criterio, “la” asignatura pendiente que tenemos en nuestro sector, de la que dependerá la sustentabilidad del mismo en el largo plazo.
Con respecto a mis expectativas para el 2008, siempre que un año comienza se renuevan las ilusiones, en especial cuando viene acompañado de un nuevo gobierno como es este caso. Sin embargo, lamento ser escéptico, este gobierno es una continuidad del anterior y, como tal, no vislumbro un cambio radical en sus políticas para con nuestro sector.
En alguna oportunidad en que tuve el honor de disertar en la conferencia “Quo Vadis Salud” planteé a la concurrencia que tal vez la falta de implementación de políticas para nuestro sector sea una política en sí misma, generando de esta manera, un escenario propicio para el desarrollo y expansión de los grandes grupos sindicales y económicos que tienen la actividad integrada, mientras que el resto de los actores asistimos resignados a la reducción y a la concentración del sector.
Espero que ya no sea demasiado tarde para darnos cuenta de que estamos solos.

 
 

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