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Considerando la evidencia que
existe sobre los riesgos de
ciertos comportamientos poco
saludables o riesgosos y la
repetición de los mismos por
parte de la población se puede
comprobar las limitaciones
cognitivas de lo que llamamos
conductas racionales.
La influencia de los entornos
sociales donde se mueven las
personas y la de los medios de
comunicación que crean conductas
y establecen tendencias
conspiran gravemente contra los
comportamientos saludables que
tienen fama de ser demasiado
“responsables y cuidados”. Las
empresas alimenticias,
tabacaleras o de cigarrillos
hacen de sus productos
verdaderos símbolos de la
aventura y riesgo en un medio
donde impera la rutina.
Las políticas sanitarias pueden
hacer sin duda y en alguna
medida lo están haciendo, pero
necesitamos ir más rápido
acortando el proceso que no
puede sólo apelar a la
concientización y la educación.
Es imperioso tomar el atajo y
esto se llama integrar las
políticas públicas. En este
sentido es importante lo que se
puede esperar por ejemplo de la
política económica y fiscal que
es una de las grandes
generadoras de incentivos que
afectan el comportamiento humano
respecto de los más importantes
factores de riesgo sanitario
como son los hábitos de vida.
Julian Le Grand de la London
School of Economics de Londres y
principal asesor durante el
tiempo de Tony Blair, el ex
primer ministro inglés, escribió
una interesante nota en el
Financial Times donde plantea
una serie de recomendaciones y
propuestas para mejorar la salud
de los ciudadanos británicos.
Estas propuestas que están
siendo discutidas se refieren a
una serie de medidas que crean
incentivos destinados a cambiar
comportamientos de las personas.
Algunas actúan directamente
sobre los destinatarios y otras
en forma indirecta a través del
accionar sobre las empresas.
La primer propuesta es
establecer un mecanismo donde el
fumador tiene que tener un
carnet con prescripción médica
para poder comprar cigarrillos,
es decir se hace más difícil el
acceso a un producto que tiene
una probada nocividad sobre la
salud de la población. Qué debe
hacer el Estado, hasta dónde
intervenir, es posible seguir
observando cómo se consumen
vidas en nombre de cierta
libertad individual que se
confunde con la libertad de
mercado.
Otra propuesta es una reedición
de una política aplicada en
EE.UU. muchos años atrás sin
resultados positivos, es
restringir la venta de alcohol.
Este enfoque de una especie de
Estado Niñera que le dice y
obliga a los ciudadanos a
comportarse en forma saludable
no parece ser un mecanismo
demasiado efectivo para
enfrentar el problema del
alcohol. Los jóvenes son los más
perjudicados y aquí hay mucho
por hacer en materia de
controles a la publicidad, que
vale para los cigarrillos pero
no para el consumo excesivo de
bebidas alcohólicas. Hay algunos
criterios que sí personalmente
creo deben ser considerados por
que son señales para la sociedad
estableciendo prioridades en los
casos como trasplantes de
órganos según el comportamiento
saludable o no que ha tenido el
destinatario. Por ejemplo, para
el caso de un trasplante de
hígado una persona que lo ha
perdido por una cirrosis por
ingesta de alcohol versus otra
que lo perdió por un accidente u
otro factor no evitable, quién
tiene derecho a recibirlo
primero, el que está anotado o
el que tuvo un comportamiento
saludable.
Otra de las propuestas es crear
incentivos que promuevan que las
empresas brinden una hora al día
a los empleados que quieran
realizar ejercicio físico. Esta
es una medida que muchas
empresas ya hacen sin necesidad
de que sean incentivadas por el
Estado, dado que se ha
comprobado que personas que
están mejor físicamente son más
productivas y creativas.
La cuarta propuesta implica
actuar sobre los productores de
alimentos preparados
reemplazando la sal en la
conservación. Recordemos que una
ingesta excesiva de sal está
relacionada con un mayor riesgo
de hipertensión, y de
complicaciones cardiovasculares,
como puede ser un infarto
cerebral. La respuesta a esta
propuesta está directamente
relacionada con la capacidad de
control que tiene la autoridad
de alimentación para autorizar y
profundizar su control y evitar
que la medida sea evadida. El
poder del sector alimentario es
muy fuerte y según un estudio
realizado recientemente por la
OMS la reducción del consumo de
sal en la dieta alimenticia de
23 países en desarrollo (entre
los cuales se encuentra la
Argentina) evitaría la muerte de
8,5 millones de personas en diez
años.1 Como sabemos el control
bromatológico de los alimentos
no es algo que se haga con mucha
eficacia y sin dudas impacta
fuertemente en la salud de la
población. El mismo estudio
antes mencionado determinó que
si las personas dejan de fumar
además de reemplazar la sal para
conservar alimentos, los
fallecimientos evitables
ascienden a 14 millones.
En la Argentina que es un país
lácteo por naturaleza cómo es
posible que los alimentos
descremados cuesten más; que en
definitiva tener una
alimentación saludable es más
caro que comer comida que
perjudica la salud. ¿No
deberíamos pensar más acerca de
esto y empezar a generar
políticas integradas que dejen
de lado una mirada estrecha
sobre los precios y articular
políticas en términos de la
población? Es cierto que con
funcionarios como Moreno
controlando precios no es
posible pensar en estas finezas
de la regulación.
Finalmente se plantea una última
propuesta que es subvencionar a
los colegios y empresas para que
den frutas en sus instalaciones
a los estudiantes y
trabajadores. Promover el
consumo de frutas y verduras de
comprobada eficacia en las
dietas es algo que sin dudas
permitirá actuar sobre la salud
de la población. Las vitaminas
naturales y el equilibrio
dietario que muchas veces no se
puede alcanzar por una cuestión
de hábitos o de costos tendría
de esta manera un fuerte aliado
en la política económica que
discriminaría positivamente a
favor de las frutas.
Este artículo tiene por objeto
generar un debate más profundo,
hoy inexistente en la sociedad
argentina, que asiste
impertérrita a las presiones
para vender más tecnologías y
medicamentos, al accionar de
jueces que responden a médicos
que prescriben influenciados, a
pacientes que incentivados piden
cualquier cosa incluso
medicamentos no autorizados o en
experimentación o determinadas
marcas por el solo hecho que el
estudio jurídico o el médico
prescriptor indicó como
irremplazable.
Los legisladores siguen actuando
en forma autómata alimentando la
caldera del financiamiento de la
salud hasta el punto que la
misma termine estallando o siga
ajustando por calidad como lo
viene haciendo todos estos años.
La carrera de la tecnología
médica que viene y que vendrá
necesita de parámetros
objetivos, de indicadores de
costo efectividad que puedan ser
medidos y de una clara y rotunda
definición de lo que significa
utilidad terapéutica. |