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LA
VISION DEL JUEZ
Fue el Juez David Brock Hornby el
primer panelista en exponer, desde
la visión judicial, la problemática
implicada en el concepto de error.
Indicó que la relevancia del error
médico está en aumento en muchos
países y, sobre todo, en Estados
Unidos. La pregunta, entonces, es
por qué interesa tanto el error
médico y la respuesta, según el
juez, es relativamente simple: “Nos
interesa porque queremos reducir los
errores y mejorar los resultados”.
“Cuando los jueces tienen que tomar
decisiones en torno al error médico,
dos preguntas pasan por sus mentes”,
expuso el magistrado. La primera es
acerca del estándar de cuidado, ya
que éste es el que indica si hubo o
no negligencia. La segunda se
refiere a la causalidad: los jueces
se interrogan acerca del daño
causado por la violación de los
estándares de cuidado. La visión del
juez, por otra parte, tiene un
beneficio, señaló Hornby: “Los
jueces tienen una visión
retrospectiva, pero los médicos
deben tomar una decisión y actuar en
el momento”.
Por su parte, el Juez Luis Alvarez
Juliá se refirió a los dilemas que
platean las ciencias dilemáticas, en
contraste con lo que ocurre en las
ciencias exactas. “El derecho no es
una física de acciones; no hay
soluciones únicas”, señaló a este
respecto y añadió que los mismos
principios son aplicables a la
medicina. Subrayó, sin embargo, la
importancia de la prudencia en la
adopción de soluciones.
La paradoja de las ciencias
dilemáticas, expuso el juez, se
manifiesta en la imposibilidad de
dictaminar error médico en una
situación en la que dos soluciones
distintas se presentan como viables,
y en la dificultad que el lenguaje
técnico impone a la comunicación.
“Aunque el error es humano, no todo
error puede dejarse sin sanción”.
A manera de consejo, Alvarez Juliá
dio fin a su exposición confirmando
la necesidad de redactar protocolos
y de realizar reuniones periódicas
entre profesionales, que ayuden a
evaluar la asunción de determinadas
soluciones.
LA
SEGURIDAD DEL PACIENTE
El segundo bloque temático de la
segunda jornada estuvo presidido por
el Juez Juan Carlos Guillermo Dupuis
y coordinado por el Dr. Miguel Angel
Secchi. El Presidente del panel
comenzó aproximando una definición
de seguridad: “evitar todo riesgo al
paciente y respetar su derecho al
disfrute del más alto nivel posible
de salud”. El doctor aseveró también
que se ha producido una
reformulación de la relación médico
paciente, que hoy en día está
mediada por la tecnología. En
referencia a la seguridad del
paciente, afirmó la importancia de
la prevención y el papel central del
Estado, que debe asegurar el
cumplimiento de las normas vigentes.
A manera de acuerdo, surgieron
sonrisas entre la audiencia cuando
el doctor mantuvo que “la seguridad
del paciente la debemos garantizar
todos”.
El Dr. Alberto Agrest estuvo a cargo
de la primera exposición y le dio
inicio alabando el carácter de
diálogo del coloquio, que funcionó,
según él, como un puente entre las
partes. Señaló que, ahora como
antes, el médico sigue siendo el
único garante de la seguridad del
paciente y quien se enfrenta al
abismo que existe entre el
conocimiento y la aplicación.
Ante la pregunta de qué pueden hacer
los médicos para mejorar la
seguridad de los pacientes, el
galeno convino en la necesidad de
corregir los errores propios, los
del equipo y los del sistema.
Ahondó en las similitudes entre el
quehacer del médico y el del juez.
Así como los jueces cuentan con
leyes y códigos de procedimientos,
los médicos disponen de reglas y
normas. “El problema en ambos casos,
esclareció, es que esos
procedimientos se aplican sobre
casos individuales”. La diferencia,
sin embargo, radica en el factor
tiempo: mientras que los jueces
obran en tiempos lentos, los médicos
se ven obligados a un accionar
rápido.
Prosiguió el Dr. James Apple, quien
abrió el diálogo con una pregunta
compleja: “¿Qué tan seguro se
encuentra un paciente cuando visita
a un médico o entra a un hospital?”
En Estados Unidos, expuso, este
problema comenzó a ser de
preocupación general en los 80, a
raíz de un programa televisivo que
expuso una estadística alarmante:
llegaban a 6.000 las muertes por año
debidas a errores en la
administración de anestesia.
Estadísticas que se realizaron más
tarde mostraron números aún más
preocupantes: los eventos adversos
relacionados con hospitalización
llegaron a 1 millón en un período de
dos años. Sin embargo, aclaró,
recién en los 90 fueron abordados
los problemas generales ligados a
los errores médicos.
Según Apple, los errores médicos
tienen tres tipos principales de
causas: el factor humano, que
incluye la inexperiencia, la fatiga,
el burn out; el factor de
complejidad médica implicado, por
ejemplo, en las nuevas técnicas y
las nuevas drogas; y el factor de
las fallas del sistema, que
contempla errores en la
comunicación, nombres confusos de
drogas y fallas que provocan los
sistemas automáticos. “Hay mucho que
pensar con respecto a la seguridad
del paciente”, concluyó Apple.
A modo de conclusión general, el
coordinador Secchi confirmó la
existencia de dos aspectos en lo
referido a la seguridad de paciente:
el que entiende la seguridad del
paciente en relación al acto médico
y al del equipo, por un lado, y el
acto judicial en que los jueces
deben determinar si un error médico
amerita o no una acción legal, por
el otro.
EN
BUSCA DE LA COMPLEMENTARIEDAD
La última jornada tuvo una modalidad
especial. Las exposiciones, que
estuvieron a cargo de representantes
de cuatro Sociedades Científicas,
fueron seguidas por los comentarios
del panel de reflexión, conformado
por el Juez David Brock Hornby y por
la Jueza Joan Zeldon. En este
sentido, fue justamente el diálogo y
la metodología que signó la jornada.
El coordinador, Dr. Horacio Dillon,
se refirió a las coincidencias entre
la justicia y las ciencias médicas,
que se han ido constando a lo largo
de los 6 ciclos de coloquios.
Asimismo, confirmó la necesidad de
distinguir entre el justo derecho a
litigar y la litigiosidad indebida.
LA
COLABORACION DE LAS SOCIEDADES
CIENTIFICAS
El Dr. Claudio Iribarren, de la
Asociación Argentina de Cirugía dio
inicio al panel analizando un
panorama acerca de la situación
actual de la medicina, en la que,
ilustró, se genera una inmensa
presión en la relación médico
paciente. Subrayó también las
problemáticas que genera una
litigiosidad abusiva: “El dinero que
podría gastarse en mejoras de todo
tipo está destinado a la
litigiosidad”. Como consecuencia,
prosiguió, se produce una medicina
defensiva.
La discusión se centró luego en el
asesoramiento que las Sociedades
Científicas pueden brindar a los
jueces, a través de la formación de
peritos médicos altamente
capacitados y debidamente
certificados. Iribarren ahondó en la
necesidad de los procesos de
recertificación, que garantizan la
capacitación constante del
especialista. Las Sociedades
Científicas, afirmó, pueden promover
la autonomía judicial de los
peritos, así como también tienen la
capacidad de establecer una conexión
clara con los jueces, de realizar
informes periciales y de estimular
el crecimiento y la calidad de los
peritos. La Asociación Argentina de
Cirugía, concluyó Iribarren, está
fuertemente comprometida con el
cumplimiento de estos objetivos.
El Dr. Marcelo Campos, de la
Sociedad de Anestesia, Analgesia y
Reanimación de Buenos Aires, luego
de describir el proceso de formación
de un anestesiólogo, se refirió a
las normas que están involucradas en
su quehacer. Según detalló, éstas
están dirigidas a generar estándares
de cuidado y establecen, por
ejemplo, que el monitoreo del
paciente debe ser continuo, de modo
que el anestesiólogo debe estar
siempre presente en la sala de
operaciones y que no debe efectuar,
salvo en ocasiones de emergencia,
procedimientos simultáneos.
Con el objetivo de mantener el nivel
de excelencia, señaló Campos, en la
Asociación se dictan permanentemente
cursos de actualización, que apuntan
a la educación continua de los
profesionales. Para reforzar el
encuentro de los jueces con la
anestesia, la Asociación también
realizó una serie de conferencias
que incluyó una sesión en el
simulador. En este sentido, Campos
destacó la importancia de reforzar
este tipo de actividades “para que
los magistrados conozcan nuestro
trabajo diario”.
El Dr. Eduardo Mele, perteneciente a
la Sociedad Argentina de
Cardiología, comenzó caracterizando
al cardiólogo como el profesional
médico “que brinda atención
cardiovascular respetando los
valores culturales, humanísticos y
éticos del paciente y su familia.”
La Sociedad de la que forma parte,
destacó, tiene como misión la
generación y la transmisión de
conocimientos, como así también el
constituirse en referente científico
en cardiología. Sus objetivos,
expuso el doctor, son brindar
educación médica continua, proveer
la certificación y recertificación
de especialistas en cardiología,
realizar vínculos entre la
cardiología y la investigación, y
velar por la ética. Mele destacó que
resulta importante impulsar una
formación de excelencia que logre
una competencia profesional de alto
nivel y que se debe garantizar la
certificación y la recertificación
ya que constituyen “una revisión del
acto médico por parte de los pares,
en la que se evalúa el grado de
competencia para ejercer la
especialidad”. En este sentido,
coincidió con sus colegas en que,
dado que los procesos de
recertificación implican un acto
voluntario de autoexigencia que
ayuda al mejoramiento del sistema de
atención médica, deberían ser
exigidos con obligatoriedad.
Por último, se refirió a la
relevancia de los consensos para la
relación entre la medicina y la
justicia. Los consensos conforman
documentos que las Sociedades
Científicas realizan para unificar
criterios, para promulgar el uso
racional de los recursos de
diagnóstico y para, entre otros
fines, desarrollar guías de
prevención, que resultan verdaderas
fuentes educativas. Los consensos,
añadió, distinguen entre tres clases
de recomendaciones para los
procedimientos profesionales:
aquellas referidas a lo que hay que
hacer, las que aluden a las
condiciones para las cuales hay
divergencia de criterios, y las que
se refieren a lo que no hay que
hacer.
Por
su parte, el Dr. Gustavo Cardigni,
de la Sociedad Argentina de
Pediatría, entidad fundada en 1911,
definió el doble objetivo de su
entidad: “la promoción y protección
de la salud del niño y del
adolescente, y la formación de
médicos pediatras calificados”.
En consonancia con lo planteado por
el doctor Mele, Cardigni coincidió
en la relevancia de la elaboración
de consensos, ya que éstos conforman
también un respaldo para los médicos
que trabajan en situaciones adversas
y zonas aisladas. En cuanto a la
educación continua de los pediatras,
especificó que su Sociedad encara
esta actividad desde la Subcomisión
de Educación Continua, que dicta
cursos tanto presenciales como a
distancia.
Aclaró Cardigni que la Sociedad “le
asigna un valor fundamental” a la
certificación y al mantenimiento de
la misma. En este sentido, expuso,
cuenta con un Consejo de evaluación
pediátrica, que se caracteriza por
su independencia respecto de la
conducción política de la entidad y
por su sistema federal de
evaluación. “La certificación y la
recertificación son las herramientas
más idóneas para garantizar que el
pediatra sea un especialista”,
resumió Cardigni. Al igual que sus
pares, reafirmó la necesidad de que
los peritos que asesoran a la
justicia sean verdaderos
especialistas recertificados.
El doctor se refirió, por último, a
una problemática específica que
surge en el ámbito de la pediatría:
“la enfermedad y la muerte de un
niño se viven como hechos
antinaturales e injustos”. En este
sentido, el aumento de las
expectativas de la sociedad en
referencia a la atención médica se
da especialmente en el caso de los
niños. Las zonas complejas que ligan
a la pediatría con la justicia son,
puntualizó Cardigni, el maltrato, la
limitación de los tratamientos en el
planteo de una muerte digna para el
caso de niños, y la muerte cerebral,
que sigue generando controversias.
“Son temas que la sociedad tiene que
debatir”, concluyó el pediatra.
REFLEXIONES
INTEGRADORAS
Llegado el momento del comentario
reflexivo, La jueza Zeldon describió
la diferencia sustancial entre el
lenguaje de los jueces y el de los
médicos. Por eso, señaló, es que los
glosarios resultan de suma utilidad
para el trabajo judicial, ya que
ayudan a promover la comunicación
entre los jueces y la comunidad
científica. Por otra parte, confirmó
la necesidad, planteada por todos
los panelistas, de que los peritos
sean expertos en la especialidad
requerida por el juez. Se refirió
también al consenso logrado en el
panel acerca de la indispensabilidad
de la certificación y la
recertificación y aclaró que las
Sociedades Científicas pueden
aportar mucho al quehacer judicial a
través de los procedimientos de
certificación de los peritos.
Por último, concluyó que si bien los
procesos judiciales pueden hacer
cambiar al médico, también pueden
convertirlo en un mejor profesional
porque lo invitan a considerar en
profundidad la humanidad de los
pacientes.
El juez Hornby, por su parte,
distinguió tres niveles para el
tratamiento de las temáticas en
discusión: el nivel macro de
reforma, el nivel de educación
general, que observa la educación de
los ciudadanos acerca de estas
problemáticas, y el nivel de acción
práctica. Es en este último nivel
que hay que trabajar mientras se
aguardan cambios en los niveles
superiores, y la educación entre
sectores profesionales actúa en ese
sentido. Hornby apoyó también la
idea de la certificación y
recertificación, y añadió que la
forma en que cambia la medicina
exige que la capacitación sea
permanente. Sugirió asimismo la
necesidad de un entrenamiento de los
médicos en la terminología judicial.
También se refirió, en relación a la
exposición del doctor Cardigni, al
gran porcentaje de violencia
ejercida contra niños, tanto
psíquica y física como sexual, que
más tarde en sus vidas resulta en
criminalidad. Por último, reflexionó
acerca de la posibilidad de una
pandemia y acerca de la necesidad de
discutir las implicancias de un
problema de esa magnitud.
En sus palabras conclusivas, el
Presidente de la mesa, el doctor
Jorge Beltrán, expuso la dificultad
a la que se enfrenta la justicia en
su intento de hacer primar la
verdad: “¿cómo llegar a la verdad?”
En este sentido, las consultas
científicas y técnicas de los jueces
a los peritos, enfatizó, pueden ser
de gran utilidad. El perito, añadió,
debe actuar como un auxiliar de la
justicia y debe presentar
recertificaciones periódicas de su
idoneidad.
PALABRAS
DE CIERRE
El acto de conclusión del coloquio
estuvo a cargo del Juez Ricardo Li
Rosi, juez de la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Civil. El
magistrado tuvo palabras de
agradecimiento para todos los
participantes, tanto instituciones
como expositores y asistentes, que
hicieron posible el coloquio. Citó
luego una frase de Washington, que
marcó los albores de la democracia:
“El pilar fundamental del buen
gobierno es la correcta
administración de la justicia”.
Aclaró que esta premisa no podría
desarrollarse con idoneidad en el
mundo moderno sin la formación
permanente de los jueces. “El núcleo
de este pilar, continuó, es la
resolución de los casos dilemáticos;
el juez se enfrenta constantemente
con dilemas”. Es para el desarrollo
de este núcleo que, según expresó Li
Rosi, las ciencias resultan de gran
utilidad, puesto que proveen una
herramienta a la justicia para
brindar resoluciones idóneas. Es
este rico vínculo entre justicia y
ciencias, señaló el magistrado, el
que ha motivado los seis ciclos de
coloquios que, con su voluntad de
fomentar el progreso del
conocimiento, han puesto en práctica
el célebre postulado de Jefferson:
“la educación es un acto de
optimismo”.
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