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Opinión


LA SALUD... el lado oscuro de la gestión

Por el Licenciado
Víctor Norberto Cerasale

...“he aquí vuestra casa os es dejada desierta.” Evangelio según San Mateo, 23:37-39.
(Décimo segunda parte)
 

Cuando las demandas sociales de salud (y educación) no se construyen sobre bases ciertas, todo lo que sigue en la ejecución de la gestión es una mentira donde quizás se dirá una cosa, pero la realidad demostrará otra bien distinta y hasta contraria a las necesidades de la gente. La incapacidad operativa de los estados latinoamericanos se percibe en que los presupuestos de salud contemplan apenas los salarios de quienes prestan servicios, lo demás son todos “eventuales” que se cubrirán o no según se pueda extraer recursos de algún lado (en desmedro de otros). Para cubrir las falencias, el desmadre burocrático y administrativo es sumamente útil ya que desvirtúa las visiones, tanto como las misiones y las funciones. En este modelo no importa lo que el paciente necesita hoy ya que el foco no coincide con la prioridad. En este sistema tampoco interesa la importancia que el rol médico debe cumplir operativamente ya que en verdad se lo impulsa (obliga) a reaccionar ante la urgencia, colocándolo en un escenario distante de las prioridades que le restan capacidad de gestión, sencillamente porque debe “buscar el mango” para sobrevivir.
Paciente-Médico, Médico y paciente, son entonces variables de ajuste que aportan números al lado oscuro de la gestión. Ambos son importantes para el discurso pero carecen de ella cuando pasamos a la rutina. Alcanza con ver las realidades sanitario-asistenciales de las provincias, incluyendo en ella a la misma Buenos Aires y su notable conurbano.
Pero la cuestión no concluye allí. El tsunami de costos que hemos visto en números anteriores de este prestigioso medio (46, 47, 48, 49, 50) también ofrece otros ángulos distintos que tarde o temprano llegarán a estas tierras y nos revolearán por el aire.
Las estadísticas proyectivas de algunas patologías enseñan tendencias de crecimiento harto-peligrosas, por ejemplo: Las proyecciones cartesianas del Alzheimer en la población americana enseña una leve pendiente ascendente en el rango etáreo que incluye edades de 65 hasta 74 años inclusive, ocupando una franja relativamente pequeña, casi despreciable en su proyección temporal que se extiende desde el año 2000 hasta el 2100; mientras que el rango etáreo que contiene edades que se extienden entre los 75 hasta los 84 años muestra una proyección que se triplica a partir de 2020 sosteniéndose hasta aproximadamente el año 2100 con tendencia siempre creciente. Cuando se aborda a los mayores de 85 años el número de afectados muestra una quintuplicación expansiva disparándose luego de la década del 2020-2030. Desde luego esto acompaña el proceso de envejecimiento poblacional y una menor tasa de natalidad, sin embargo los números indican que esta enfermedad propia de los mayores acrecentará dramáticamente su impacto en los costos asistenciales a lo largo de la presente centuria.
Una vez más tomamos como referencia los estudios realizados en los Estados Unidos de Norteamérica asumiendo que los mismos son aplicativos a nuestro medio. Así, el crecimiento del Alzheimer es parte (piedra, sección) angular del tsunami. Pero hay más.
La Diabetes Mellitus proyecta una realidad aún peor en el cortísimo plazo. Afectando incluso cada vez con mayor fuerza a personas jóvenes y creciendo rápidamente en las etapas pediátricas. Tendencias semejantes se aprecian en hipertensión arterial, hepatitis, afecciones renales, artritis reumatoidea, esclerosis múltiple, etc. Por caso, si bien el crecimiento del Alzheimer se proyecta como una ola enorme, la que propone la Diabetes para los próximos dos años, es gigantesca y dramáticamente peor, sencillamente porque impactará a la sociedad toda desde las etapas más tempranas de la vida, sin que las autoridades sanitarias siquiera hayan asumido lo que ello significa y lo que implicará. Para correlacionar los hitos de crecimiento, asumiendo un referente de 5.76 (basal) de 1990, este indicador se trasladó a 17.7 en el año 2000 (crecimiento de 3,07 veces en apenas una década) proyectándose a 30.3 para el año 2030 (crecimiento de 1,71 veces siempre que se implementen programas de detección y seguimiento tempranos). Sin la vigencia de un programa estricto de control el crecimiento es exponencial lo cual ameritaría una prudente reflexión del mundo del sanitarismo.
Carecemos de programas tanto como ni siquiera hemos comenzado a diseñar las acciones pertinentes. El argumento es que este “futurismo” aún no se produce, todavía no llega y por lo tanto las prioridades políticas son otras. No obstante ello cuando la ola llegue ya no habrá tiempo para reacciones apropiadas a una gestión planificada, transformándose sólo en decisiones testiculares, ováricas, hepáticas o renales según el género y las afecciones del funcionario de turno. Esta imagen es lamentable. Pero real.
En el caso del Alzheimer las nuevas tecnologías biomédicas (medicamentos biomoleculares) reducen el impacto del gasto asistencial general así como el privado de los servicios de enfermería domiciliaria (muy comunes en Estados Unidos de Norteamérica). Sin embargo, visto desde la gestión eficiente en realidad esto no constituye una mejora esencial sino que apenas constituye una demora en asumir que más tarde o más temprano dichos gastos vendrán y azotarán con toda la fuerza. Tal vez aún peor, porque el demorar el proceso biológico irreversible no hará otra cosa que agigantar los costos aplicativos tardíamente cuando las personas afectadas por la enfermedad se transforman en “entes”.
Insisto, la lectura debe ir más allá del facilismo estadístico. Si tal como vimos, la persona y sus necesidades están paradas en la pirámide sobre una inmensa base de intereses y conflictos la consecuencia social seguramente no será buena.
La diferencia práctica entre 43 y 73 meses de reducción de costos en relación a terapias medicamentosas para demorar la atención colaborativa de enfermeros especializados en atención domiciliaria de pacientes críticos (caso del Alzheimer) es una ficción que sólo contribuye a retardar y agravar la consecuencia inexorable. Si la bioética se sustenta por este criterio… algo anda muy mal en nuestras cabezas (o en la de aquellos que hacen semejante propuesta).
Mientras vemos una realidad distorsionada, el tsunami de los costos en salud continúa su crecimiento. Creer que la ola se diluirá en el océano es algo semejante a creer que mañana estaremos en capacidad de tapar el SOL con nuestras manos.
Las nuevas drogas introducidas desde los noventa hacia aquí reducen efectivamente el riesgo de muerte de numerosos pacientes afectados por distintas patologías, pero hay algo que las estadísticas no miden y que la gestión no evalúa: ¿cuál es la situación personal y social que enmarca a ese enfermo?; ¿su calidad de vida es efectivamente buena o apenas es costo-efectiva para el sistema económico que la contiene?; ¿cuál es el costo-beneficio social además del personal?; ¿los derechos e intereses y capacidades del enfermo se encuentran garantizados por la terapia que se le administra?; ¿qué consecuencias tardías no se han tenido en cuenta?; ¿cómo afecta su terapia al grupo familiar y al entorno social?; etc.
Los cuadros, las estadísticas en general, responden a los intereses económicos y sus respectivas variables, y quizás esté bien que así sea. Pero… ¿Y la persona?, ¿qué hay de ella y su destino?, ¿qué diferencia cierta hay en que un paciente con cáncer terminal muera dentro de tres meses en vez de hacerlo mañana?, ¿qué diferencia cierta proponen las “nuevas entidades moleculares” farmacológicas que proveen tratamientos que no modifican la fecha de muerte de la paciente ni mejoran su calidad de vida, aunque sí impactan en la equidad necesaria de los sistemas públicos de salud?, restándoles tratamientos a terceros necesarios que merecen tanta consideración como los considerados terminales… y entonces, sigue la pregunta: ¿quién asume el sufrimiento y la degradación psíquica de aquéllos?, ¿las estadísticas? ¿la gestión virtual? Debemos establecer una nueva discusión social de fondo antes que nos creamos que esto que estamos haciendo es ético y correcto. Esto degrada la condición humana tanto como su calidad de vida y resta dignidad a las personas invadiendo sus derechos íntimos. No aparece como bueno. Mucho menos como ético.
 

Licenciado Víctor Norberto Cerasale. 2008-06-22
Fuentes:
1. PhRMA: New Medicines New Hope, Annual Report 2006-2007, Biopharmaceutical inspiration; Pharmaceutical Research and Manufacturers of America, 950 F Street, NW. 2. PhRMA: Facts and Figures 2006; Pharmaceutical Research and Manufacturers of America, 950 F Street, NW.
Copyright by Cerasale, 2008. Derechos reservados.
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