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Todas las medidas restrictivas
tendientes a poner limitaciones a la
evolución y/o libre expresión de los
mercados terminan resultando en un
efecto contrario al pretendido.
Cuanta mayor es la restricción mayor
será la envergadura del daño. Esta
es una lección difícil de asumir
pero la realidad es determinante.
Cada país enseña distinto tipo de
válvulas de escape a cualquier
medida de contención que se pretenda
imponer y ello se traduce en
situaciones paradójicas y
contradictorias.
En general, pareciera que los
medicamentos constituyen per se una
de dichas exclusas compensadoras.
Aún cuando se ha pretendido regular
los valores de referencia mediante
la imposición de los genéricos,
dicho mecanismo no ha tenido el
resultado esperado y en particular
este punto de inflexión se ha
reforzado a partir de la
introducción masiva de las
tecnologías biomédicas.
No obstante, es necesario ver el
“antes” ya que sin él es imposible
comprender el “después” y mucho
menos el “ahora”. En la mayoría de
los países de la Unión Europea, los
pacientes se benefician de un acceso
gratuito a los medicamentos, razón
por la que la demanda sigue
traccionando fuertemente del gasto
total. La continua incorporación de
nuevos grupos con derecho al
beneficio de cobertura de algunos de
los medicamentos a costo cero, tales
como los pensionistas, enfermos
crónicos, etcétera, añaden más carga
a esta situación. La expresión
refleja consecuente con la carga que
es distinta de un país a otro y esto
representa una sumatoria de signos
que no deben perderse de vista.
Obsérvese que la relación de receta
por habitante es significativamente
alta en España donde la incidencia
porcentual de consumo de los
medicamentos genéricos es de apenas
el 3,6%. Algo semejante se observa
en Bélgica donde la relación de
receta por habitante alcanza a 9,8 y
donde la participación de los
genéricos es despreciable. Las
inversas más significativas se
observan en Alemania y en Holanda.
Otra visión que no debe omitirse es
la participación porcentual de los
medicamentos de venta libre (OTC)
entre los distintos países.
En lo que se refiere al mercado de
genéricos, ha existido una evolución
cierta en la segunda mitad de la
década de los noventa en cada uno de
los países, impulsado mediante
distintas medidas aplicadas por los
gobiernos buscando una reducción del
impacto del gasto generado por las
marcas. Los Estados que con mayor
éxito han logrado introducir las
especialidades genéricas han sido
Holanda y Alemania a través del
sistema de precios de referencia,
con cuotas del 40% y 32%,
respectivamente.
Empleando un sistema diferente pero
alcanzando una efectividad superior,
el Reino Unido ha aplicado una
política que incentiva a los médicos
para que receten este tipo de
medicamentos, que reducen el precio
medio del producto original entre el
30% y el 100%. Los medicamentos
genéricos en dichos países son
bioequivalentes certificados, ya que
de lo contrario no reciben
aprobación.


España ha sido el último país en
incorporar un marco regulatorio
apropiado al sistemas de precios de
referencia con el objeto de afianzar
una política estructural de
genéricos y durante los últimos tres
años de la década de los noventa, el
mercado de genéricos creció tanto en
unidades como en valores. En 1998,
el consumo de los genéricos apenas
alcanzaba una facturación de 1.786
millones de pesetas. Durante 1999 la
facturación se multiplicó
ascendiendo hasta los 11.987
millones de pesetas y durante el año
2000 registró ventas por 32.722
millones.
Curiosamente estas medidas de
contención nunca sirvieron
efectivamente para controlar el
crecimiento del gasto en salud así
como tampoco para reducir el número
de unidades de medicamentos
demandadas. Los requerimientos de
servicios asistenciales han crecido
tanto como el número de unidades de
medicamentos y eso ha obligado a los
Estados parte de la UE a pensar en
distintos mecanismos sanitarios para
sostener las coberturas.
Si bien los genéricos produjeron un
“notable efecto” en el momento de su
imposición, la tendencia inicial de
los primeros años se detuvo debido a
que la Industria Farmacéutica generó
una baja consensuada de los precios
promedio de las especialidades de
marca hasta llegar a los niveles de
referencia (estimándose que la
reducción media al año 2000 fue del
14,4% por la introducción de los
genéricos), lo que ha facilitado que
la prescripción médica se concentre
nuevamente en las drogas de
investigación. Este efecto,
consecuencia o resultado, nunca
apreciado antes en los ejercicios de
simulación ha generado una revisión
de las medidas regulatorias pero por
sobre todo el delineamiento de una
estrategia política para sostener
las coberturas sociales a ultranza,
buscando un sistema de equilibrio
distinto y distante del vigente en
los Estados Unidos de Norteamérica.
Desde el año 2001 en adelante la
discusión sanitaria ha modificado su
eje porque todos entendieron que el
problema de fondo nunca estuvo en el
medicamento por sí mismo. Aún cuando
los números hayan sugerido lo
opuesto.
Para analizar las pautas que rigen
los consumos de medicamentos se
deben tener en cuenta tanto el
sistema público de financiación de
medicamentos como la cultura
farmacéutica y la red de
distribución de los medicamentos ya
sea a través de las mismas farmacias
o bien del sistema público. El
acceso universal y gratuito es el
criterio que rige en prácticamente
todos los países mediterráneos,
excepción de Italia, que durante la
década de los noventa introdujo
diferentes sistemas de copago en
función de la categoría de los
fármacos y según también las rentas
de la población. Dichas medidas
nunca se adoptaron en Francia ni en
España, países donde funciona el
acceso gratuito a los medicamentos
con matices para gran parte de la
población.
Una conclusión facilista podría
indicar que la gratuidad incentiva
el consumo de medicamentos, así como
de servicios médicos. No obstante,
no debe olvidarse que el acceso
universal a la cobertura social es
el eje que sostiene el mecanismo de
producción de los países que
componen la Unión Europea donde
muchos procesos se comparten.
Para finalizar, el cuadro precedente
indica con precisión la importancia
que tiene lo dicho en el párrafo
anterior. Si la política de Estado
es sostener las escalas productivas
y proyectarlas con un crecimiento
sostenido dentro de parámetros
lógicos (2-5%), la inversión en
salud y en formación (educación)
deben acompañar el proceso. A
ninguna economía le hace bien crecer
en un año un 11% para luego
derrumbarse, lo cual amerita meditar
las acciones y medir las
consecuencias antes que éstas se
produzcan, comprometiendo el
pretendido equilibrio. Una vez más,
primero está la gente. No existe un
modelo que asegure que todo estará
siempre igual. Creer que lo que hizo
Carrillo en los 40 es trasladable a
hoy es tan utópico como pretender
que la estructura prestacional del
Pami, del IOMA, etc., deban reducir
sus presupuestos asistenciales según
las recetas enviadas desde los
organismos internacionales de
financiamiento o según las
entelequias propias de la gestión en
nuestro país.
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