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Columna


De la falsa conciencia al pensamiento científico
Por el Doctor Ignacio Katz
   

Consumidos por las noticias de coyuntura, dejamos de pensar en las tareas fundamentales. Como suele decirse, lo urgente desplaza a lo importante, hasta que llega un momento en que las eternas postergaciones desembocan en que todo se convierte en una gran urgencia. En ese punto, todo es para ayer, y ya nada se puede planificar racionalmente.
Existen muchas cuestiones relevantes en el campo de la salud, que han caído en esa red de postergaciones. Una de las principales es la referida a los recursos humanos. Luego de años de falta de planificación, nos encontramos con una escena en la que hay grandes “baches” en determinadas áreas, y a su vez se registra una pésima distribución nacional de las distintas especialidades. Como país, no se ha pensado esta situación, y ahora el cuadro nos muestra, con contundencia, su irracionalidad.
Creo pertinente recurrir a una afirmación del pensador alemán Kurt Lenk: “La conciencia falsa puede ser el resultado de su falta de desarrollo general y se caracteriza por su enfoque parcial separando el objeto de investigación de la totalidad a la que pertenece”, es decir por describir los hechos y eludir la esencia que lo contiene.
En la Argentina no hemos asimilado las lecciones históricas, y preferimos mantener convicciones equivocadas o parciales sobre el campo de la salud, evitando hacer las transformaciones necesarias para construir un verdadero “Sistema Integrado”; por lo tanto, se impone contar con un cuerpo de evidencia científica que nos sirva de guía y para eso la información clara y oportuna es la “llave estrella”.
Es importante resaltar que, en ese sentido, por primera vez se están concretando dos bases de datos de suma importancia; la primera es la elaboración de un registro de efectores por nivel de complejidad y posibilidad de internación, con el objetivo final de crear una base sólida nacional donde todos los establecimientos tengan su habilitación categorizante. La segunda es un registro de pacientes con información esencial: el Conjunto Mínimo de Datos Básicos (CMDB), que, en su etapa inicial, se establecerá con las consultas médicas ambulatorias del primer nivel de atención. Ambas bases de datos servirán para modelar futuras acciones de políticas de salud.
Por lo pronto, todo relevamiento acerca de los elementos profesionales que intervienen en el campo sanitario nos muestra una clara asimetría entre las necesidades específicas y los recursos humanos de los que realmente disponemos como sociedad. En algunas especialidades, esta fisura es notoria: como casos paradigmáticos, podemos mencionar la de anestesistas y la del personal de enfermería. Estos desfases serían los síntomas de un síndrome cuya tendencia nos muestra cómo día a día se suman otras áreas de la medicina y sus disciplinas auxiliares, tales como neurocirugía o neonatología. Todo lo antedicho nos señala la necesidad prioritaria de diseñar la red de atención médica que enhebre los distintos niveles de complejidad.
El otro aspecto del problema reside en la distribución geográfica de los profesionales. A contramano de lo que anuncia el mito, no son médicos los que faltan, sino que éstos están mal distribuidos. En determinadas zonas hay una gravísima ausencia de todo tipo de especialistas, mientras en otras hay una saturación de éstos.
Por otra parte, la capacitación y la formación de quienes trabajan en el área sanitaria también son elementos a contemplar en un proceso de reflexión y reestructuración del campo de la salud nacional. Muchos pueden poner el foco en la parte técnica, pero un determinado aparato médico o un espacio para operaciones, con la inversión adecuada, puede corregirse. ¿Pero se puede “corregir” con la misma celeridad una mala formación profesional?
Para fortalecer la capacidad profesional de un médico y de un auxiliar en salud, lo que se necesita es una estrategia planificada de educación médica continua, que abarque todo el espectro de profesionales del campo sanitario. Esa educación permanente es clave para darle consistencia a este oficio.
Hoy se impone diseñar un “constructo” que soporte la elaboración de una nueva arquitectura organizacional, flexible, dinámica y adaptada al cambio continuo que la profesión experimenta; en definitiva, hay que crear de manera armónica un conjunto de estructuras formadoras y reformadoras de profesionales, que vayan desde las universidades hasta los consejos científicos, y que pauten, sistematicen y protocolicen guías, además de facilitar, regular y acreditar, según “evidencias científicas”, el accionar médico.
Debemos enfatizar el rol que tienen que cumplir las universidades. Quienes tienen la responsabilidad de formar profesionales de la salud, deben preguntarse claramente a qué tipo de políticas responden. Y, por lo tanto, a qué modelo de salud pública tributan.
Del mismo modo, a los colegios médicos, tan extendidos por todo el país, les cabe el interrogante ¿a quiénes protegen? Los profesionales y auxiliares de la salud necesitan sentirse realmente acompañados y estimulados por las instituciones que los agrupan y los educan.
El bajo rendimiento de los profesionales de la salud es una fuente importantísima de incidentes sanitarios, por lo que hay que fortalecer saberes y prácticas. A esta tarea de contención y acompañamiento además hay que sumar a las sociedades científicas y a las asociaciones de especialistas.
Cabe también pensar, como una posibilidad, para distritos como la provincia de Buenos Aires, desarrollar tecnicaturas en distintas disciplinas relacionadas con la atención hospitalaria. En ese caso, habría que diseñar alternativas para modificar el marco legal vigente, y habilitar estas nuevas carreras intermedias, necesarias para una mejor distribución de los recursos humanos en salud en un área tan sensible como la bonaerense.
Hay que construir un esquema de proposiciones pedagógicas, que generen mecanismos de continuidad y capacidad para generar respuestas a consultas permanentes y que reviertan esta tendencia regresiva. Hoy no hay área médica que no revele déficit. Las observaciones que contienen estos escritos pueden comprobarse en todas las regiones y se refieren tanto al sector público como al privado. Ninguna zona queda exceptuada de las irracionalidades de un campo sanitario fragmentado en todos estos aspectos.
Distintas políticas erradas y mecanismos inapropiados nos llevaron a esta situación. Ahora, debemos poner el empeño en el desarrollo de estrategias que nos permitan recuperar la capacidad resolutiva. Y eso se plasma con programas de acción concreta, estímulos e incentivos participativos y personalizados.
Otro aspecto a tener en cuenta es que resulta imprescindible construir una Agencia de Evaluación de Tecnología Médica, para que mensure, analice y monitoree todo el parque tecnológico relacionado con la asistencia médica. Sirva como ejemplo la necesidad de controlar todo lo vinculado con la radiofísica, con el objetivo de disminuir el impacto de las radiaciones ionizantes generadas por los servicios de radiodiagnóstico en la población o la necesidad de modernizar la aparatología utilizada para la diálisis, ya que ésta impacta en su eficiencia biológica de este recurso. Mencionemos que en España existe desde 1994 la Agencia de Evaluación de Tecnologías Sanitarias (AETS). Este ente estatal analiza las implicancias que tendrían la incorporación de nuevas tecnologías en la atención médica, como así también define los criterios de uso apropiado del parque tecnológico ya existente. No debemos olvidar que el empleo de las innovaciones tecnológicas y de la ciencia moderna requieren de una educación superior a fin de evitar un “seudoprogreso” promovido por los negocios y los medios que ellos involucran. No obstante, gracias a la ciencia y sus aplicaciones se están resolviendo problemas que parecían insuperables.
Por último, otra innovación interesante sería la de un “Consejo Científico”, plural y participativo. Ese organismo debería establecer cánones de seguridad biológica para todos los establecimientos hospitalarios, y protocolos de evidencia científica, así como también adscribir tareas de vigilancia en la aplicación, modificando los conceptos de “recomendaciones” por el de “normatización”.
La realidad sanitaria no se puede estudiar parcelada. Precisamente, analizar el campo de esa manera sería reproducir la misma fragmentación que atraviesa la atención de la salud en la Argentina. Es momento de salir del eclipse e iluminar las partes más oscuras de nuestra realidad sanitaria.

Ignacio Katz, Doctor en Medicina (UBA), Autor de: “En búsqueda de la Salud Perdida” (EDULP), Responsable Científico Académico del Observatorio de Economía y Gestión de Salud de la Universidad Nacional de La Plata.

 

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