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UN POCO DE HISTORIA LEGAL
En 1970 la ley 18.610, creó las
Obras Sociales y estableció el
principio de que los aportes de los
trabajadores y empleadores se
dirigirían únicamente a la Obra
Social del sindicato suscriptor de
la convención colectiva de trabajo o
“sindicato de rama”.
En 1976 el “proceso” intervino casi
todas las obras sociales y mediante
la ley de facto N° 22.269, de 1980
enunció (solamente) la eliminación
de la obligatoriedad de afiliación a
la Obra Social Sindical del
sindicato de rama y también amenazó
con otra serie de medidas tendientes
a desmontar la estructura de salud
sindical, pero ninguna de esas
enunciaciones (o amenazas) fue
reglamentada por lo que en los
hechos mantuvo la estructura
tradicional: el aporte va solamente
al sindicato suscriptor del convenio
colectivo.
En 1988 la ley 23.660, que continúa
vigente (art.12 inciso a) ratificó
el principio: el aporte siguió
perteneciendo al sindicato de la
actividad y sólo a éste sin la
posibilidad de optar por otra.
En 1993 en plena “era de la
desregulación” a través del decreto
9/93 y los demás dictados en su
consecuencia los trabajadores
pudieron optar por una Obra Social
diferente a la de la rama de la
actividad, el régimen se mantiene,
básicamente al día de hoy.
OTRO POCO DE
HISTORIA (PERO SIN LEYES)
Hasta 1993 el sistema funcionó
siempre en forma dispar, algunas
obras sociales hicieron las cosas
bien, brindaron buenos servicios (no
sólo médicos). Otras no.
La cautividad de los afiliados por
parte de un único gremio permitió
que la calidad de los servicios
dependiera de la voluntad y
capacidad de los dirigentes
sindicales.
El órgano de contralor en sus
diversas denominaciones (INOS,
ANSSAL, SSS) no hizo mucho para que
la situación mejorara.
Desde 1993 las posibilidades de pase
fueron muy amplias y comenzó un
proceso de competencia.
COMPETENCIA Y
PRINCIPIOS DEL SISTEMA (CON FRASES
CELEBRES)
El general Perón decía “los
hombres son todos buenos, pero si se
los controla son mejores” y
humildemente parafraseamos: “las
obras sociales son todas buenas pero
si compiten son mejores”.
Nietsche (1844-1900) decía (de los
combates): “lo que no me mata me
fortalece”.
Mal que nos pese a los seres humanos
la tensión del esfuerzo por competir
nos hace superarnos y mejorar, esto
es válido contra “el tigre dientes
de sable para que no nos mate en
pocos segundos”, con “otro equipo de
fútbol para ganar un campeonato” y
también con “otra obra social para
que no nos saque los afiliados”.
Así ingresaron al mercado los
grandes prepagos que acordaron con
Obras Sociales, generalmente chicas,
una especie de pase de los afiliados
y asumieron la administración de la
cartera. Como el centro del sistema
debe ser el beneficiario, no vemos
la actuación de empresas privadas
como dañoso “en sí” (salvo al
espíritu corporativo) recordemos que
las tristemente recordadas
“gerenciadoras” causaron estragos al
sector salud en general y al
prestador en particular sin que
ningún sindicato protestara (véase
“La falta de pago: una constante en
el sistema” Revista Médicos Edición
Nº 18 Julio 2001).
Tampoco vemos nada malo en que si
alguien quiere gastar más dinero en
cuidar su salud lo haga y así acceda
a los sanatorios “top”.
EL “DESCREME”
El problema fue como dirigieron
esas empresas sus campañas de
afiliación: se centraron en los
beneficiarios más jóvenes (más
sanos) y de mayores ingresos
(mayores aportes) e hicieron el
mejor negocio de los sistemas
solidarios: se quedaron con los
sanos y ricos y esquivaron los
enfermos y pobres. Una aclaración:
aunque no lo parezcan las prepagas
funcionan también como sistemas
solidarios ya que no existen
reservas técnicas ni capitalización
individual.
Esta operatoria, tantas veces
criticada con serios fundamentos
técnicos por el Dr. Rubén Torres (ex
superintendente de servicios de
salud) merecería, algún tipo de
intervención estatal.
LA INACTIVIDAD
DEL ESTADO
Curiosamente, la
Superintendencia de Servicios de
Salud ha hecho poco y nada para
intervenir en la relación
“prepaga/beneficiario proveniente de
obra social”, pese a que se
encuentra dentro de sus facultades
ya que la relación básica sigue
siendo la ley de obras sociales y la
SSS es su órgano de aplicación. Por
esa vía podría controlar la calidad
del servicio, las prestaciones y
hasta los precios.
EL DIAGNOSTICO
DE LAS AUTORIDADES
El Dr. Juan Rinaldi,
actual superintendente de servicios
de salud, ha dicho recientemente que
“hay obras sociales que tienen 5.000
traspasos al mes, mientras que son 5
las que tienen 30.000, esto no es
una libre elección, sino una pesca
de afiliados”.
No encontramos nada de malo en que
una obra social con mejores
servicios se lleve los afiliados que
libremente opten por ella sean 5 o
5.000.
Que “la clave es trabajar con el
movimiento obrero” los que nos
parece un tanto corporativo porque
el centro del sistema debe ser el
beneficiario y no los
administradores.
Y que “en estos momentos de crisis
global hay que utilizar los recursos
y aplicarlos a la gente”, lo que nos
parece muy bueno.
EL PROYECTO DE
“SOLUCIONES”.
Más allá de que ningún proyecto
ha trascendido oficialmente “se
sabe” que la solución vendría por
dificultar los traspasos por medios
burocráticos, ya se los han limitado
en cuanto a número y se planea
obligar a permanecer en la obra
social de origen al menos seis meses
y hasta modificar el trámite del
traspaso a la nueva obra social. Y
sobre todo: obligar a que una parte
del aporte sea retenido por la obra
social “de la actividad” a cambio de
nada.
NUESTRA
OPINION ¿POR QUE SIEMPRE ELEGIMOS LO
MAS FACIL Y PEOR?
Una vez aceptado que la
competencia entre obras sociales es
buena y que el centro del sistema es
el beneficiario, todas las
soluciones “en danza” son malas, en
verdad las peores, si obviamos la
lisa y llana vuelta a la cautividad
del afiliado por “rama de
actividad”. No encontramos ningún
motivo válido para poner trabas
burocráticas para dificultar los
traspasos al solo fin de
entorpecerlos. Mucho peor es que se
retenga parte del aporte sin ningún
servicio a cambio porque es lisa y
llanamente confiscatorio para el
beneficiario del servicio.
PROPUESTAS
No creemos que prohibir la
operación de las prepagas dentro del
sistema sea el camino, por dos
motivos: tienen buena experiencia en
administrar con satisfacción al
cliente (pueden perder a sus
afiliados cada mes) y sobre todo
porque podría ser evadido designando
un equipo gerencial que se instale
en la Obra Social y desde allí
administre con la misma cartera de
prestadores que la prepaga, sólo
cargaría al sistema con un sistema
de administración adicional y por
ende con más gastos no aplicados al
beneficiario.
Una alternativa de “cirugía mayor”
que no le gustará a las prepagas, es
que se unificaran los aportes
obligatorios con los voluntarios y
así contribuyeran al Fondo Solidario
de Redistribución, con todo lo que
recauden, inclusive por los aportes
adicionales (que actualmente
retienen al 100%) porque se
benefician con el mismo, pero
redistribuyen sólo por el aporte
obligatorio. Seguramente los
economistas de la salud podrán
aportar varias ideas más acerca de
cómo preservar, simultáneamente, la
solidaridad del sistema y la
libertad de opción. Pero
ciertamente: entorpecer los
traspasos por el entorpecimiento
mismo y retener aportes sin
contraprestación es elegir lo más
fácil y peor.
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