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Aunque el concepto de
demanda es muy claro y conocido en prácticamente todos
los mercados, en salud se ha prestado a confusiones
mayores. Por un lado, a los profesionales de la salud
les costó mucho tiempo y esfuerzo imponer su visión de
los problemas de salud. Aquello que hoy llamamos “modelo
médico-hegemónico” no es un orden natural sino el
resultado de siglos de batalla de los médicos contra el
orden social y político imperante que durante muchos
años fue represor de la medicina.
En la Edad Antigua fueron pocos los médicos que
consiguieron prestigio. El arte de curar era un oficio
muy peligroso en casi todas las sociedades. El Código de
Hammurabi, por ejemplo, establecía el derecho del
damnificado a generar al médico el mismo mal que éste no
curó en su “paciente” (aunque en realidad el empleo de
este término resultaría totalmente incorrecto). Esto
significa que si el paciente perdía un miembro debería
amputársele el mismo también al médico.
En la Edad Media, mientras la medicina avanzaba en el
Asia Menor - fundamentalmente de la mano del maestro Ibn
Sina (también conocido como Aviscena)- en Europa se
restringía a la prácticas de amputaciones, extracciones
de dientes y sangrías. Antes que un modelo de atención
centrado en la curación regía un modelo higienista. El
Estado fijaba “necesidades” de salud pública, pero no
existía la noción de demanda por bienes y servicios de
salud. Por el contrario, las acciones de salud operaban
como una policía médica que imponía su voluntad contra
la de la población. En Roma, por ejemplo, la inspección
irrumpía en los hogares e incautaba alimentos “insanos”
y hasta se fijaban cuotas para ingerir grasas y bebidas.
La noción de necesidad surge de la mano de un
sanitarismo que fue anterior a la figura del médico como
profesional liberal que vende servicios. En los
periódicos y revistas de principios del siglo XX se
satirizaba su imagen mostrando cómo forzaban a la gente
a vacunarse y realizar controles y diagnósticos.
Este concepto de necesidad era aún muy sesgado. Antes de
la Revolución Industrial se pensaba que las influencias
ambientales y climáticas eran los condicionantes más
importantes de las necesidades de salud. Sólo a mediados
del siglo XVIII, en Inglaterra primero y luego en
Francia y Alemania, se comenzó a percibir la importancia
de¡ ambiente socioeconómico en la distribución de las
enfermedades.
Hasta la década del setenta la oferta de servicios de
salud era programada sobre la base de criterios de
necesidad establecidos por los sanitaristas. Circulaban
tablas que establecían la oferta de forma normativa. Así
se determinaba la cantidad de médicos, de camas, de
enfermeros y otros profesionales que debía haber cada
tantos habitantes. El gasto sanitario se expandía porque
se había impuesto la definición de que era necesario
ampliar las acciones de salud hasta alcanzar la oferta
adecuada para satisfacer las necesidades de salud de la
población. Una vez que esto se hubiere logrado, la gente
sería más sana y entonces las acciones y el gasto
podrían llegar a contraerse.
Sin embargo, las acciones y el gasto nunca se pudieron
reducir. Porque la oferta de bienes y servicios de salud
programados sobre la base de criterios de necesidad
generó la “necesidad sentidá”. Es decir la toma de
conciencia del estado mórbido por parte de la población.
La gente comenzó a confiar en el sistema de salud y sus
profesionales. Junto a este crédito otorgado al sistema
surge la esperanza de curarse que impulsa la decisión de
querer consumir bienes y servicios. El individuo primero
quiere curarse o que al menos desaparezcan los síntomas,
luego quiere minimizar el dolor y por último quiere más
que eso, quiere ser mejor que antes de enfermar, quiere
ser más joven, más sano y más lindo.
De la necesidad sentida por paciente se pasa a la
demanda de un consumidor “impaciente” cuya satisfacción
es cada vez más difícil de lograr. En algunos grupos
poblacionales la demanda se divorcia de la necesidad.
¿DE QUE DEPENDE LA DEMANDA EN SALUD?
En términos generales se plantea que la demanda por un
bien determinado es función de las preferencias de sus
potenciales consumidores por el mismo y fundamentalmente
del precio con que es ofrecido en el mercado. Sin
embargo, en salud esto es menos verdad que en cualquier
otro mercado. Kenneth Arrow planteaba en un célebre
artículo de 1963 que “los mecanismos habituales por los
cuales los mercados aseguran cantidades y calidades de
los productos no tienen grandes implicaciones en el
sector salud”. Los mercados de salud presentan
morfologías y dinámicas complejas.
Por el lado de la oferta, el lucro no es por sí solo un
motivo adecuado para explicar el “mercado” de la salud
como lo es para otros tipos de bienes y servicios, dado
que hay un gran número de instituciones públicas y
privadas sin fines de lucro que prestan servicios de
salud. Como tales servicios no pueden tener un precio a
priori definido en el mercado, se torna difícil medir
las preferencias de los consumidores por ellos.
Por el lado de la demanda, los consumidores no son
libres para elegir entre los servicios de salud y otros
bienes a través de un proceso de “elección racional”, en
muchos casos hay una necesidad que impulsa dicho
consumo. Por lo tanto se trata de un consumo que no es
previsible y ocurre en situaciones de fuerte contenido
emocional-psicológico. Además del consumidor final quien
determinará qué tipo de bienes y servicios serán
consumidos es el médico un consumidor instrumental que
prescribe o indica dicho consumo.
COMPONENTES SUBJETIVOS Y OBJETIVOS DE LA DEMANDA EN
SALUD
La demanda de salud tiene entonces componentes
subjetivos y objetivos. Entre los primeros se destaca la
necesidad sentida que es función de la confianza del
individuo en que el sistema y sus agentes pueden mejorar
su salud. Por el otro de factores psicosociales y
culturales. De hecho las mujeres en todo el mundo
consumen más servicios de salud que los hombres. Además
el consumo aumenta de forma proporcional al nivel de
instrucción.
Llamamos determinantes objetivos de la demanda a
factores como las características demográficas de la
población, la situación epidemiológica y, por otro lado,
la oferta pública o de la seguridad social. Con respecto
a los factores demográficos cabe observar que el
crecimiento y el envejecimiento de la población
involucra una redefinición de las necesidades y un
aumento de la demanda de la población. Las curvas de
consumo en función de la edad muestran un aumento
continuo a partir de los 40 años. Por este motivo, a
medida que la esperanza de vida al nacer para un pueblo
se extiende, también lo hace la demanda por servicios
sanitarios. Esta demanda cambia en composición y en
cantidad.
Un ejemplo concreto es la marcada tendencia de las
mujeres europeas (que también se registra aunque en
proporciones mucho menores en los países del Conosur) a
postergar la maternidad hasta después de los 35 años.
Las dificultades de la concepción y gestación, así como
los riesgos de malformaciones se incrementan
notablemente; por este motivo los cuidados de la
embarazada se multiplican cada año.
Relacionada con la estructura demográfica está la
situación epidemiológica de la población. Los países
desarrollados generalmente han atravesado la denominada
transición epidemiológica lo que implica que las
patologías más prevalentes son crónico-degenarativas.
Mientras tanto, en los países en desarrollo que aún no
han atravesado dicha transición predominan aún las
enfermedades infecto-contagiosas, los cuadros de sub y
desnutrición registran incidencia de enfermedades que ya
habían sido prácticamente erradicadas en el primer
mundo. En los países que se encuentran atravesando un
período epidemiológico, se encuentra un cuadro combinado
en el cual se registran pesos relativos similares en la
prevalencia de enfermedades del primer y tercer mundo.
Pero en compensación, con la urbanización crece asociada
a las denominadas “enfermedades sociales”, algunas
adicciones que son relativamente toleradas por la
sociedad como el tabaquismo y el alcoholismo, otras como
la drogadicción que aún siendo penalizada en casi todo
el mundo es una enfermedad fuertemente impulsada por los
hombres. Además, las patologías nuevas de alto costo
como el Sida y la mayor incidencia de patologías
antiguas como la depresión.
Otro factor condicionante de la demanda es la tecnología
asistencial. La tecnología es considerada un factor
sociocultural, y no organizacional, que influencia la
utilización de servicios. En algunos casos contribuye a
disminuir la utilización, reduciendo los niveles de
enfermedad o la necesidad de cuidados médicos. Pero en
otros casos la oferta induce su propia demanda, entonces
lejos de haber una saturación del mercado a mayor oferta
mayor demanda.
Otro factor que influye sobre la demanda en salud es la
forma de cómo está organizado el sistema de salud, el
modelo de atención, los niveles de accesibilidad
geográfica, cultural y económica. Por este motivo, las
políticas de regulación de los sistemas y servicios de
salud actúan también (aunque indirectamente) sobre la
demanda de bienes y servicios de salud.
ARROW, Keneth.
“Uncertainly and the Welfare Economics of Medical Care”.
7he American Economic Review, 5: 941-73. 1963.
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