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Hemos reiterado en muchas ocasiones la importancia de
que la Argentina cuente, de una vez por todas, con un
Sistema Federal Integrado de Salud. Ahora, se han
elaborado las bases del proyecto de Ley que posibilitan
su creación, lo que constituye una oportunidad única
pare revertir el atraso sanitario que padece el país.
Que sea el Congreso de la Nación el ámbito de discusión
de la norma, potencia la pluralidad del debate y
enriquece al nuevo modelo que se pretende edificar.
Legislar tiene el significado de terminar con la
espontaneidad que ha sido el motor del actual caos, y
que ha contribuido a degradar el cuidado de la salud y a
los sectores protagonistas de estas áreas. Legislar
también significa involucrar a todos estos actores que
participan del campo sanitario; además significa regular
derechos y obligaciones, que es una manera de reconocer
la complejidad del tema y el impacto que sobre él tiene
el contexto. De esta manera, se pretenden prever los
caminos que los cambios imponen.
Se necesita entonces un instrumento legal, una
herramienta que obligue a las jurisdicciones a
comprometerse en la construcción de este Sistema Federal
Integrado de Salud. Un Sistema que debe ser justo,
solidario y eficiente.
Un proyecto de esta envergadura necesita un marco legal
nacional, que le de validez y que signifique el
compromiso legislativo con el tema. El paso por ambas
Cámaras implica abrir el juego a las fuerzas políticas y
a la sociedad toda, y la idea es que este procedimiento
sea enriquecedor para la norma. Segundo, y siguiendo
este razonamiento, el dictado de la Ley será el
resultado de un amplio debate y acuerdo nacional.
Por otra parte, la trascendencia de esta reforma exige
una normativa superior, que sirva para el largo plazo.
Por la importancia de lo que está en juego, por los
intereses afectados, por la diversidad de actores, se
necesita sí o sí una herramienta legal para darle
sustento a este nuevo Sistema.
Además, la eficacia de la nueva red que se pretende
desarrollar necesita del compromiso de todas las
jurisdicciones del país. Una ley sancionada por el
Congreso de la Nación obliga a las provincias a cumplir
la norma. De esta manera, se combate la permanente
deriva a la fragmentación que sufre el país.
Y por último, toda declaración de “Derecho” legitima un
mandato. Y es potestad del Estado ejercerlo. Y si
hablamos del “Derecho a la Salud”, las autoridades
necesitan un instrumento acorde para poder garantizar
que todos los habitantes del país tengan pleno acceso a
aquél. Legislar, entonces, es una necesidad vital.
Hoy nos enfrentamos a un conjunto de piezas dispersas,
lo que imposibilita cualquier atención digna y en los
tiempos adecuados. El panorama actual del campo
sanitario argentino nos muestra una fragmentación de
autoridades, planes y jurisdicciones.
Esta situación favorece la autonomización de ciertos
sectores que, como si fueran castas, consideran que
deben darse sus propios ordenamientos, y no acatar
ninguna autoridad constituida. Esta conducta corporativa
implica que esa clase de grupos se emancipa de cualquier
responsabilidad directa de su accionar, y que tampoco
deba rendir cuentas ante nadie. De esa manera, esa casta
se considera independiente de cualquier reglamentación,
y solamente cree en sus propios códigos y objetivos.
Esta autonomización perjudica notablemente la concreción
del principio de subsidiariedad. ¿En qué consiste este?
Expliquémoslo. Sabemos que el Estado debe tender a
consolidar el bienestar de la sociedad, en todas sus
áreas. Entonces, cuando los particulares, o una
instancia intermedia, no cumplen ese objetivo, por el
motivo que sea, debe ser el Estado el que lleve adelante
la tarea. A esta situación se llama “principio de
subsidiariedad”. Es decir, las autoridades nacionales,
“subsidiariamente”, deben recoger el guante y solucionar
el problema.
En cualquier problemática que afecte a un país, sea
dentro del campo sanitario, educativo, cultural,
científico o económico, debe regir este principio. Pero
más necesaria y perentoria resulta su aplicación en
cuestiones relacionadas con la salud. Sabemos de la
rapidez con la que se necesitan implementar las medidas
para paliar situaciones de emergencia, enfrentar
epidemias o prevenir brotes.
No se puede dejar abandonada a su suerte a provincia
alguna, si no logra resolver determinada encrucijada. Es
lo más alejado de cualquier modelo solidario el planteo
que implique desentenderse de lo que sucede en los
distritos provinciales, y confinando a las provincias a
enfrentar en soledad las amenazas de la coyuntura.
Y este principio de subsidiariedad está relacionado con
el federalismo, porque implica que el Estado central,
sin reemplazar a las autoridades locales, no debe
desentenderse de lo que ocurre con las provincias y
tiene que fomentar la equidad sanitaria en todo el país,
respetando las particularidades de cada región. Un
federalismo bien entendido es aquél en el que las
provincias tienen un alto grado de autonomía, pero, al
mismo tiempo, también posee una instancia superior a la
cual acudir en momentos de crisis y con quien
interactuar en forma permanente. Es este principio el
principal afectado por aberraciones como la
autonomización de la que hablamos con anterioridad.
Estos problemas que afectan a la Argentina nos
demuestran que, como condición para la construcción de
este nuevo Sistema sanitario, se precisa un Acuerdo
entre los principales actores del campo de la salud.
Lo que debemos construir es un Acuerdo que sea una
verdadera herramienta para salir del atraso, y que se
impone por la urgencia de nuestros tiempos, por una
necesidad conceptual y por las características de
nuestra realidad sanitaria, protagonizada por múltiples
actores. Un Acuerdo como el planteado reconoce la crisis
y asume el conflicto recurriendo a la negociación para
elaborar una agenda de acción común.
Este marco se construye a partir de la toma de
conciencia, del compromiso y de la profunda reflexión
que darán lugar a convergencia social real de todos los
actores involucrados. Un acuerdo es por definición una
propuesta instrumental entre partes, la articulación de
una herramienta adecuada para alcanzar un determinado
objetivo como es la construcción de un Sistema Integrado
de Salud.
Pero reiteramos que el Acuerdo no debe repetir las
inconsistentes formalidades del consenso. Porque el
elemento central de toda sociedad democrática es el
conflicto, cuya resolución depende de una negociación.
La sociedad avanza mediante conflictos y su posterior
resolución, instancia que siempre será momentánea, ya
que inmediatamente nacerán nuevos enfrentamientos que
deben ser saldados con nuevas negociaciones, y así el
derrotero de la historia social sigue su curso.
Un Acuerdo se apoya en herramientas idóneas, en las que
prevalecen los mecanismos de control, el monitoreo
constante y ajuste permanente de las políticas. De esta
manera, se garantiza la pluralidad de voces, el acceso a
la información y la flexibilidad necesaria en toda
gestión, para rectificar rumbos. Este Acuerdo, además,
debe definir una agenda de salud y delimitar quiénes y
en qué marco deben integrarla.
En suma, necesitamos un compromiso real de todos los
actores relevantes del campo sanitario. Compromiso que,
desde el vamos, debe implicar la asunción de ciertos
costos, y de que no todos las propuestas serán
aceptadas. Pero es mucho más idóneo y racional construir
este marco de discusión y de establecimiento de pautas,
que seguir en este presente de sectores erráticos y
emancipados de cualquier articulación con un proyecto
sanitario global. Que es lo mismo que decir emancipados
de un proyecto de país.
En definitiva, esta nueva Ley propone la creación de un
Sistema de Salud que sea resultado de la integración
armónica de las partes que lo componen; que esté bajo
una coordinación adecuada; y en una red que obedezca a
un Plan Nacional, que atienda con racionalidad y
eficacia a las demandas de la población potenciando su
eficiencia.
Quisiera, para terminar, recordar una frase de François
Jacob: “En el mundo científico, la regla consiste en no
hacer trampas: ni con las ideas ni con los hechos. Es un
compromiso tan lógico como moral; simplemente, el que
hace trampas yerra el tiro. No hace más que garantizar
su propia derrota”. Siguiendo ese camino, y para dejar
de hacer trampas, creemos imprescindible la sanción de
la Ley que hace nacer al Sistema Federal Integrado de
Salud. De esta manera, se asume un compromiso para
mejorar la calidad de vida de todos los que habitan este
país.
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Ignacio Katz, Doctor en Medicina
(UBA), Autor de: “En búsqueda de
la Salud Perdida” (EDULP, 2006).
“Argentina Hospital, El rostro
oscuro de la salud” (Edhasa,
2004). “La Fórmula Sanitaria” (Eudeba,
2003). |
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