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Opinión


FACTORIAL: el tercer paso: La variable “gente”
Por el Licenciado
Víctor Norberto Cerasale [MBA R&D]
 

En un mundo envuelto en inequidades, donde los sistemas antes que producir “bienestar” generan excluidos, la salud pública se ha convertido en la víctima propiciatoria de modelos económicos perversos y de conductas políticas que colaboran a que éstos impongan cortes, recortes y limitaciones que no hacen otra cosa que dañar aún más al conjunto social.

Por estas horas se aprecian dos expresiones terminales de la “salud pública”:

1. Estados Unidos de Norteamérica: la reforma Obama no logra hacer pié, por ende la expansión de eventuales beneficios a personas o poblaciones otrora separadas del conjunto social, está contenida por un sistema que siempre se sustentó con la producción de “excluidos” (siempre creciente). Las inequidades se sostienen sin solución de continuidad y los seguros siguen sin dar respuesta adecuada a las necesidades de salud de una población que acumula demandas contenidas por diversas razones (epidemiológicas en primer término, ausencia de oportunidad en la atención y más).
2. Europa: lo que estaba bien o parecía estarlo ha ingresado en un cono de sombra que se está comiendo al sistema en sí mismo. La población médica está técnicamente cercada y presionada para cumplir con bajadas de línea política que atienden a recetas económicas que arrasan, destruyen, pero no construyen ni tampoco agregan valor. Cuestionan aquello que se identifica como fuente de “daño” contable y financiero, lo circunscriben para luego eclipsarlo y más tarde liquidarlo... dando lugar a que la historia se repita de manera interminable, asegurando que las recetas sobrevivan y los modelos que funcionaban sucumban. La sociedad que se contenía por un sistema público que se retroalimentaba dentro de ciertas pautas de equidad, se ha visto invadida y luego desbordada (en ese orden) por idéntico mecanismo. Tanto es así que se imponen listas de medicamentos, listas de espera, y otros obstáculos que prometen acrecentar la gravedad de los cuadros clínicos tanto como incrementar la incidencia esperable de los gastos consecuentes al criterio de “enfermedades diferidas”.
Junto con lo dicho, la decisión asociada entre políticas y economías ha resuelto avanzar sobre los polos de investigación científica en el ámbito de la medicina (biología molecular, genética, genómica, etc.) y “cocinar” sus recursos a los que estima como “impropios” en tiempo y en espacio, lo cual cercena uno de los ángulos (¿piedras?) fundamentales de la medicina como ciencia y de la salud pública como inteligencia social. Ello deriva en la pérdida de puestos de trabajo, de programas de investigación, y consecuentemente en la literal evaporación del pensamiento científico (hoy más necesario que nunca) que al no hallar tierras propicias para expresarse se consume en frustraciones irrecuperables.
Acompañando la inconducta estratégica, también se actúa sobre los ámbitos académicos amurallando sus estructuras y sus alcances, de modo de limitar el acceso a los claustros tanto como el consiguiente acceso al conocimiento. La consecuencia inmediata se expresa como evidencia, socialmente se confunden información con formación, información con conocimiento, conocimiento con interpretación científica, y la mezcla produce frustraciones en los extremos de los ámbitos involucrados... por un lado los aspirantes padecen la incertidumbre creciente de un futuro carcomido... por otro lado, los pacientes ven que la formación profesional camina en retroceso, lo cual genera dudas de diversa índole.
Indudablemente, la salud pública sufre hoy dos enfermedades de la globalización:

  • La clase política gobernante ha establecido el criterio del “estado ausente”, un estado que está pero no escucha, no ve, tampoco atiende, mucho menos entiende o interpreta la realidad que se ha inducido a través de políticas públicas eminentemente deficientes, que insultan la conciencia pública tanto como desmerecen los derechos ciudadanos. Léase, la clase política ha perdido capacidad de lectura de la realidad y sus circunstancias sociales. La consecuencia directa es que las gentes están libradas a su suerte... aun cuando los discursos reciten todo lo contrario.

  • El modelo económico, perverso si los hay, ha diseñado una ecuación donde los médicos (el equipo de salud en su totalidad), los pacientes, los beneficiarios (como conjunto mayor), las estructuras (y todo lo que ellas contienen) son meras variables de ajuste que producen pérdidas, por lo que deben ser exterminadas secuencialmente en escalas de destrucción masiva por sectores... Léase (una vez más), para que los números cierren adecuadamente en los libros contables, hay que cerrar los servicios aparentemente improductivos, hay que eliminar las tecnologías, hay que restar calidad en los medicamentos escudándose en falsos conceptos de bioequivalencia (donde bioequivalencia química poco o nada tiene que ver con bioequivalencia clínica), y nuevos etcéteras que usted podrá enriquecer a su entera discreción.

Pero detrás de ello, se ocultan deudas internas monumentales donde los estados desconocen a los proveedores, y al hacerlo comprometen seriamente al resto de las variables de nuestra ecuación, esencialmente al cuerpo médico y al universo de pacientes. Traducido, el estado fabrica deuda, excluidos y frustrados, y como a pesar de ello los números siguen sin cerrar, las variables se verán cada vez más ahogadas en sus respectivas circunstancias.
La evidencia indica que este modelo, más allá de servirle o no al poder político, más allá de servirle o no al poder económico y sus injustificables recetas, no le sirve a la gente, a la sociedad y sus necesidades genuinas.
Esa misma evidencia establece que contener demandas sólo contribuye a quebrar los sistemas... ¿entonces?
La salud pública debe ser tal en toda su dimensión, ofreciendo cobertura universal a todas y cada una de las necesidades que una sociedad expresa, ya que cada una de ellas (necesidades) tiene una razón de ser que no amerita discusión alguna y que debe ser resuelta en tiempo y forma, esto es no dilatando ni tampoco diluyendo el “sentido de prioridad”. Para ello, los estados hoy ausentes deben regresar a una presencia donde la salud pública sea ángulo y piedra fundamental de cualquier sociedad... ello conlleva presupuestos que deben ajustarse siempre de manera positiva (hacia arriba), para lo cual los recursos disponibles están (deben estarlo) fuera de cualquier cuestionamiento de oportunismos, clientelismos, amiguismos, o conveniencias sectoriales.
Más allá, los estados deben resolver las deudas ya que acumularlas sólo sirve a la justificación de extrañas pérdidas y de desfinanciamientos que suenan a dibujo, no más que eso. No se puede insultar la conciencia pública... no es prudente.
 

Licenciado [MBA R&D] Víctor Norberto Cerasale, 2011-10-29. Copyright by Cerasale, 2011. Derechos reservados. Exclusivo para Revista Médicos, Medicina Global.
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