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Tal como un espejo roto no puede darnos una imagen fiel
de nosotros mismos, un territorio fragmentado en
distritos sin conexión real ni articulación programática
tampoco puede responder a las necesidades de la
población. Desde hace tiempo se habla de la importancia
del federalismo, y en el plano de la salud, se da por
sentado que aquel es un concepto esencial para lograr
una atención sanitaria acorde a las necesidades del
pueblo. ¿Pero más allá de las palabras, qué sucede en la
realidad de los hechos? ¿Somos un país federal, en
términos de salud, o en realidad somos una combinación
de centralismo en cuanto a recursos, y desconexión
operativa entre regiones?
Primeramente, debemos reconocer en nuestro país la
coexistencia de regiones heterogéneas en su composición.
Y también, el proceso de desnaturalización de nuestro
régimen federal a medida que en la práctica fiscal ha
avanzado un fuerte centralismo y en la realidad
operativa sanitaria se ha acentuado la fragmentación. Es
decir: la caja fundamental se mantiene concentrada en un
solo punto, y, al mismo tiempo, las políticas sanitarias
concretas parecen variar de velocidad y calidad según la
provincia en que uno se encuentre.
La reforma de la Constitución de 1994 habla de la
potestad gubernamental para “crear regiones para el
desarrollo económico y social y establecer órganos con
facultades para el cumplimiento de sus fines”. En la
Argentina, existe el Consejo Federal de Salud (CO.FE.SA.)
que contiene a los distintos Consejos Regionales de
Salud (CO.RE.SA.) como órgano ejecutivo orientado a
trabajar regionalmente, y que permite conocer y
gestionar las particularidades del perfil epidemiológico
y las peculiaridades de los proveedores de servicios de
cada territorio específico. Hay una base legal y un
organismo. Pero falta el desarrollo del resto del
esquema, nada menos. Lo que Raymond Aron llamaba “praxología”.
Dicho esquema implica la construcción definitiva de un
Sistema Federal Integrado de Salud, que establezca
pautas, objetivos e interrelaciones entre los distintos
actores del campo de la atención médica. Claro que para
aceitar en la práctica dicho Sistema, también es
fundamental concretar un “Acuerdo Sanitario” entre los
protagonistas principales del área. Dicho pacto no debe
estar determinado por un supuesto consenso que en
realidad encubre complacencia con el statu quo. Lo que
debe proponer es una negociación entre distintos
actores, llegando a puntos de acuerdo centrales. El
“Acuerdo Sanitario” también debe contemplar mecanismos
de control, monitoreo constante, y ajustes permanentes
entre las políticas que se llevan adelante.
El federalismo es una forma de organización del Estado
consagrada en los textos constitucionales. Un sistema de
gobierno federal confiere poder a funcionarios elegidos,
que diseñan y administran políticas acordes a las
necesidades locales y regionales. Va de suyo que, en una
nación geográficamente grande como la Argentina, y
económicamente diversa, las disparidades entre regiones
en materia de ingresos y bienestar social pueden ser
atendidas por el gobierno nacional mediante una serie de
políticas concretas tendientes a amortiguar esas
diferencias.
En ese sentido, una de las características del
federalismo es basarse en el “principio de
subsidiariedad”, mediante el cual el Estado ejecuta una
labor orientada al bien común, cuando personas o
autoridades locales no la realizan adecuadamente, por
diversos motivos. Basándonos en este principio, es que
creemos que al Estado no puede desentenderse de los
baches y déficit en materia de salud en las distintas
regiones que conforman el país.
Ahora bien, cuando hablamos anteriormente de la
necesidad de contemplar las particularidades regionales,
y que los representantes de esas zonas definan, junto
con las autoridades centrales, las políticas a seguir,
tenemos que evitar caer en el riesgo de autonomización;
esto sucede cuando hay sectores que actúan como si
estuvieran emancipados de cualquier forma de relación y
compromiso con el Estado Nacional. Cuando eso ocurre, se
desarticulan las políticas planificadas y se atenta
contra cualquier tipo de Sistema sanitario amplio. La
autonomización complica una correcta atención médica, y
enturbia notablemente la concreción de una planificación
estratégica. Así vemos cómo provincias vecinas pueden
estar sufriendo problemas similares, y cada distrito
atenderlo de manera diferente, no coordinada,
dilapidando recursos y perdiendo la oportunidad de
compartir información y políticas, a sabiendas de que la
evolución de la medicina y de los adelantos
tecnológicos, obligan a una economía de escala, dados
los costos que la inversión impone.
La salud y sus temáticas no cambian sincronizadamente
con las fronteras diseñadas por el ser humano. El Mal de
Chagas, el cáncer de útero, el HIV, la tuberculosis, no
respetan los límites oficiales. No pueden atenderse esos
problemas creyendo que cuando uno cruza, el límite
provincial, un virus o una determinada enfermedad se
inmovilizan. De ahí la necesidad de políticas
coordinadas regionalmente, con eje en el Estado Nacional
pero con participación plena de las autoridades locales.
¿Ante qué clase de federalismo estamos en la Argentina?
Por lo pronto, digamos que las responsabilidades
sanitarias, en los 90, se han transferido a las
provincias, que afrontan el tema con suerte diversa.
Existe un clamor de necesidad de políticas de Estado que
articulen gestión y salud, pero pareciera que todo queda
en el plano de la retórica, al haber una fuerte
debilidad en los recursos destinados para tal objetivo.
“Delegar” no es “transferir”, porque en este último
caso, se abandona cualquier posibilidad de monitoreo y
de responsabilidad de las autoridades centrales. Cuando
se delegan tareas no se debe abandonar el rol rector por
parte del Estado, que no debe quedar reducido al papel
de un simple consejero. Las políticas sanitarias no
pueden flotar en un mar de incertidumbre, abordadas de
manera diferente (y a veces en forma opuesta) por cada
distrito, ni menos que menos quedar en manos del
“mercado”, que únicamente prioriza la lógica de la
ganancia, habida cuenta que nuestro país posee
capacidades y herramientas para transformar su condición
sanitaria.
De lo que se trata cuando se habla de federalismo es de
establecer una “soberanía compartida”. Por lo tanto, la
fragmentación regional y la entrega a la lógica
mercantilista conspiran nada menos que contra la
soberanía de los pueblos. Más que de federalizar, quizá
haya que pensar en “re-federalizar”, para romper
definitivamente con los vicios de la actual organización
nacional.
La desmemoria no debe avanzar. Tenemos que recordar
nuestro pasado, para transformar el presente. Equidad y
justicia social deben ser los mojones en nuestro
horizonte, en términos generales como país, y más
específicamente en el campo de la salud. Los pacientes,
en tanto personas que sufren, merecen una nueva
configuración sanitaria, dirigida, en sus líneas
centrales, desde el Estado, en sintonía con las
autoridades locales, y con el compromiso del sector
privado y los profesionales de la salud. Re-federalizar
para reconstruir, ésa es la clave.
Ignacio Katz. Doctor en Medicina (UBA)
Autor de: “En búsqueda de la Salud Perdida” (EDULP,
2006). “Argentina Hospital, El rostro oscuro de la
salud” (Edhasa, 2004). “La Fórmula Sanitaria” (Eudeba,
2003) |
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