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Hagamos un ejercicio reflexivo sobre
el uso de recompensas y sanciones
como una forma de lograr la
contención del crecimiento del costo
médico en el marco de un modelo
diferente.
En Argentina tenemos un modelo de
atención médica que nos brindan las
empresas de medicina prepaga y las
obras sociales, donde la mayoría de
las veces para el cliente
corporativo, imperan la conocidas
siglas “S/L y S/C” en los
descriptivos de la cobertura médica.
Y si bien casi todos los
especialistas coincidimos en que hay
numerosas causas que motorizan el
crecimiento de los costos médicos
(las repetidamente comentadas:
nuevas tecnologías, mayor uso de la
tecnología existente, envejecimiento
poblacional, nuevos medicamentos de
alto costo, prescripción de estudios
o prácticas como protección a la
creciente litigiosidad, etc., etc.)
no podemos dejar de señalar que,
estructuralmente, esos “Sin límite”
y “Sin Cargo” son también uno de los
factores que han contribuido al
crecimiento de las tasas de
utilización y, por lo tanto, de los
costos médicos.
En este marco y teniendo en cuenta
que siempre resulta interesante ver
qué se hace en otros mercados, en
esta oportunidad vamos a analizar
los resultados de la Encuesta 2011
que Towers Watson realiza anualmente
en los EE.UU. y en Canadá en materia
de “Salud y Productividad” y en la
que participaron 337 empresas de
ambos países que cuentan con un
mínimo de 1.000 empleados y que, en
su conjunto, abarca a 7,8 millones
de trabajadores de todos los
sectores industriales. Sin dudas,
podemos considerar este universo
como una muestra representativa.
En primer término, debemos señalar
que en ese mercado –y en ese
Modelo-, resulta habitual la
utilización de recompensas y de
sanciones para estimular, o
desestimular a los usuarios en el
uso adecuado o inadecuado de la
cobertura médica. En segundo
término, resulta llamativo
analizando los resultados de la
Encuesta, el creciente uso de estas
herramientas, ya que en el bienio
2009-2011 las recompensas a los
usuarios por la participación en
“Programas Saludables” (también
denominados Programas de Bienestar o
Wellness) ha crecido un 50%.
Por ejemplo, en el año 2012, se
espera que cuatro de cada cinco
empresas (el 80%) ofrezcan algún
tipo de recompensa económica a sus
empleados por la participación en
los programas comentados.
En orden a las sanciones, los
incrementos han sido aún más
substanciales en el mismo período
2009-2011, ya que las mismas se han
más que duplicado, pasando del 8% al
19%.Y aún más, se espera que el
indicador en materia de sanciones se
duplique en 2012, oportunidad en que
más del 38% de los encuestados,
pondrán en marcha sus planes en este
sentido.
Un indicador claro –y podemos decir
prácticamente concluyente– sobre el
efecto de los incentivos, es la
participación del personal en los
Programas de Evaluación de Riesgo.
Estos Programas se basan en
Encuestas, en donde se trata de
detectar personas con distintos
tipos de problemáticas como por Ej.:
Hipertensión, Diabetes,
Colesterolemia, Obesidad,
Tabaquismo, etc. para luego trabajar
con cada una de ellas. En efecto, en
las empresas en que no hay
incentivos la participación en
dichos Programas alcanza al 19%, en
tanto que en aquellas que brindan
incentivos, la participación alcanza
al 46%.
Nuestro análisis en realidad, amigo
lector, apunta menos a la
metodología y más al Modelo final.
Porque, estamos hablando de un
Modelo alineado, donde las empresas
se interesan en que la gente esté
sana para que gaste menos porque de
esa forma la siniestralidad será
menor y por ende, el costo médico
será también menor. O sea, usuario y
financiador están alineados, tienen
los mismos objetivos. En cambio,
¿cómo es en nuestro país? Aquí la
empresa que contrata la cobertura de
salud de los empleados no tiene
ninguna necesidad percibida que se
deben utilizar racionalmente los
servicios. Y el usuario, tampoco.
Una buena muestra de esto son
nuestras tasas de consultas
domiciliarias, probablemente únicas
en el mundo, que hacen colapsar el
servicio en oportunidad de cada
epidemia de gripe de cierta
importancia.
Es decir, tenemos un Modelo donde el
gasto racional y el gasto irracional
se financian solo con aumento de
precios (y también con reducción -a
valores constantes- de los
honorarios de los profesionales y de
los precios de los proveedores de
servicios).
Lamentablemente nuestro sistema ha
perdido la regulación del uso que le
brindaban los copagos y con el que
históricamente nació la medicina
prepaga en la Argentina.
La gratuidad del sistema, lejos de
ser un beneficio, ha transformado el
Modelo en un esquema donde la
racionalidad y la responsabilidad
parecen ausentes, y que al final
resulta un perjuicio para todos.
Mi conclusión es que deberíamos
aceptar el desafío de iniciar un
análisis para ver cómo introducir,
en un futuro cercano, prácticas que
estimulen a la gente a su
participación en Programas
Saludables que los lleve a disfrutar
de mejores condiciones de salud y
que a su vez ayuden a controlar los
incrementos en los costos médicos.
Entender que hacen otros y por qué
lo hacen, nos permitirá sin dudas
construir un Modelo mejor.
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