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Navegar a la deriva es navegar sin gobierno, sin
control, a merced de la marea. Es una buena descripción
se me ocurre de lo que sucede en el diverso sistema de
salud de la Argentina. Como establecer un rumbo en una
nave donde no existe un capitán ni unidad de mando sino
que el poder está distribuido entre varios tripulantes
que logran impedir que alguien navegue pero que son
incapaces de gobernar y conducir el barco hacia su
destino.
Qué destino: una organización del sistema de salud más
integrada que preste servicios de calidad a toda la
población sin distinción de raza, religión, lugar
geográfico o nivel de ingreso económico, o tipo de
enfermedad o patología. Financiada en forma equitativa y
con información que permita medir los resultados que se
van obteniendo o variar el rumbo del barco si comienza a
navegar a la deriva (en términos náuticos sería desvío
de la trayectoria real (derrota) de una embarcación con
respecto a la verdadera dirección de su proa.
Lo importante es tener proa, saber la dirección hacia
donde navegaremos. No se puede cambiar de rumbos
permanentemente según los intereses y factores que
inciden en una u otra gestión de gobierno que se va
sucediendo. Con un Congreso que legisla sin respaldo
técnico y un Poder Ejecutivo (Nacional, Provincial y
Municipal) que lo único que intenta es que la gente no
proteste demasiado y pasar inadvertidos descargando
responsabilidades.
El mayor problema es que el barco no existe. Sólo
pequeñas balsas y barquitos que navegan con su propio
capitán y planteando el rumbo y las coordenadas que
quieren y pueden. Para definir la proa es necesario
subir a todos al barco o armar una escuadra (conjunto de
buques que navegan juntos) con un comandante. Me inclino
a pensar tomando las lecciones de los intentos de
reforma que estamos más cerca de construir una escuadra
que de poner a todos en un solo barco.
No hemos discutido todavía en la Argentina el derecho a
la salud, pero no desde un punto de vista teórico o
legal sino operativo. Los recursos no son infinitos y en
consecuencia el gasto tiene que tener criterios y orden.
No es posible lavarse las manos diciendo que todos
tienen el mismo derecho y que todos concurran para que
se les brinde ese derecho amplio a la salud que nadie se
atreve a priorizar.
Claro la pregunta sería ¿cómo priorizar? Pues con los
estudios de carga de la enfermedad y mortalidad que
permiten conocer donde ganar más años de vida según la
prevalencia de determinadas patologías o problemas
sociosanitarios. Estos estudios constituyen una guía
indispensable para tomar decisiones acerca de dónde y
qué financiar en materia de salud.
Otra guía, los estudios de costo efectividad de las
prestaciones, equipamiento, tecnologías y medicamentos
que permitan saber cuáles son los componentes que no
pueden faltar para asegurar un básico de salud para
todos. Ese básico de salud es preventivo, curativo y de
rehabilitación pero está construido de tal manera que
tiene un sustento científico, legal, social y económico.
Estos son los instrumentos que el barco necesita para
poder navegar hacia una dirección, también es necesario
discutir y organizar quién será y qué rol deberá cumplir
el comandante de la escuadra. Es el que planifica la
operación y que ayudará a que mantenga el rumbo, pero no
es el responsable del resultado. El resultado es
responsabilidad de todo el equipo.
Qué habilidades debe tener o desarrollar un buen
comandante para cumplir su papel de guía:
-
Facilidad de transmitir sus ideas, que el equipo
entienda que quiere (construir instituciones) Consejo
Federal de Salud ampliado.
-
Pensamiento creativo, tiene que poder improvisar
soluciones en forma rápida y efectiva.
-
Análisis, antes, durante y después de las operaciones y
programas que se lleven a adelante.
Hoy el
Ministerio de Salud de la Nación, la Superintendencia
que responde a intereses de los sindicatos por el otro,
los gobiernos provinciales, el Pami y las empresas con y
sin fines de lucro que prestan servicios en salud
conforman un quinteto donde no existe un mínimo consenso
sobre la carta de navegación.
Cada uno intenta navegar por las suyas, con su barco o
balsa e imponer su propio proyecto y en consecuencia
observamos cómo el sistema se va degradando y todos más
tarde o más temprano comienzan a hundirse lentamente
pero sin pausa.
De pronto aparece un superministro de economía que
comienza a intervenir, intentar regular y tapar agujeros
de un modelo económico agotado y sus decisiones
comienzan a incidir sobre el sistema de salud sin tener
absolutamente nada que ver con la búsqueda de mejor
salud, uso racional de los recursos y costo efectividad
de las prestaciones que se brindan.
Y allí vamos como una escuadra a la deriva adonde un
loco ahora se apodero del timón y en forma marginal
comienza a tomar decisiones para evitar amotinamientos y
protestas, imponiendo restricciones en el consumo que no
tienen absolutamente nada que ver con las prioridades
sanitarias y el costo efectividad sino con las divisas
requeridas para solventar las mismas.
En 1978 Italia organizó su servicio nacional de salud,
luego en 1984 Canadá aprobó el acta de salud y la misma
garantiza a todos los ciudadanos canadienses y
residentes permanentes el derecho al seguro de salud y
los servicios médicos necesarios, Brasil (1988) incluyó
el derecho a la salud en su reforma constitucional y
luego dio origen al SUS (Sistema Unico de Salud) y
finalmente Chile (2002) aprobó un conjunto de leyes con
el objetivo de que la población tuviera mayor y mejor
acceso a los tratamientos de enfermedades, se redujeran
los tiempos de atención, se ampliara la red de
establecimientos de salud y que no existieran
impedimentos económicos para que las personas puedan
someterse a tratamientos médicos complejos.
Estos países construyeron sus barcos (Italia y Brasil) o
escuadras (Chile y Canadá) para navegar en las
procelosas aguas de la salud y la enfermedad, La
Argentina se encuentra ante el desafío de establecer
reglas de construcción de la escuadra, seleccionar al
comandante y poner proa hacia una mejor salud para todos.
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