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El menú de los medios de comunicación nos ofrece
periódicamente distintos temas referi-dos a la salud en
la Argentina. Dichas noticias pueden incluir la
situación del dengue, el descalabro en tal o cual
hospital, la adulteración de medicamentos, una
emergencia nacional para la donación de un órgano en
cierto paciente y así ad infinitum. Estos aparecen
súbitamente, apasionan a la opinión pública y en pocos
días se desvanecen, pasando a una especie de “subsuelo”
mediático hasta que oportunamente vuelven a emerger.
Por la propia fugacidad del tratamiento de estas
situaciones, y por la rapidez de los hechos en la
coyuntura, este “menú” satura de noticias a la sociedad
en su conjunto, sin que se expliquen procesos, causas y
consecuencias de manera científica, por lo que la
sociedad se atasca en la ignorancia. Pocas veces se pone
tan de relieve la pérdida del sentido de la fraternidad,
que socialmente viene afectándonos durante las últimas
décadas.
Podríamos remontarnos a los finales de la década del 60
como comienzo de ese deterioro social, a partir de las
políticas de desnacionalización impulsadas por el
entonces ministro de Economía, Adalbert Krieger Vasena.
Posteriormente, la desindustrialización causada por la
gestión de José Alfredo Martínez de Hoz en ese mismo
Ministerio, acentuó el declive. Aquellos años dejaron
una Universidad malograda y un acuerdo militar-sindical
que dio origen a las obras sociales, matriz de la que no
fueron ajenas las corporaciones médicas. También quedó
como saldo de esa etapa los comienzos de la
descentralización hospitalaria que se llevó a cabo sin
planificación alguna.
Ya en los 90, como es sabido, se entronizó el culto a la
desarticulación del Estado en sus roles principales, y
en el sector sanitario como en otros, su responsabilidad
central siguió diluyéndose. El Estado de bienestar, que
con sus aciertos y tropiezos la sociedad argentina había
ido construyendo, comenzó a resquebrajarse, y junto con
él se agrietaron los principios de fraternidad y
solidaridad. Entre el neoliberalismo, el individualismo,
el mercado desregulado y el consumismo, todos ellos
conceptos concatenados, liquidaron la solidaridad.
Esta ruptura de los lazos comunitarios tuvo su correlato
en la fragmentación del campo sanitario argentino.
Debilitada la autoridad del Estado, las corporaciones de
distinto tipo, el “mercado” y las mezquindades
jurisdiccionales, fueron generando un archipiélago de
islotes asistenciales, sin interacción y sin
planificación nacional.
Para revertir esta situación, resultado de un largo
proceso, se requiere (además de tomar conciencia de
ella) emprender la transformación del área sanitaria
nacional, crear un verdadero Sistema Federal Integrado
de Salud, y no dejarse engañar por quienes, al igual que
el camaleón, cambia de color para mimetizarse con su
entorno, despistar a la presa, y pasado el peligro,
volver a su estado natural, es decir a sus posturas
reaccionarias.
¿Cuáles son las consecuencias de continuar en la
situación presente?
-
en
términos evolutivos, la fragmentación persiste,
acentuando la desigualdad que retrasa y limita el
cambio. En la práctica, y desde hace muchísimos años,
cada jurisdicción encara como cree y puede los distintos
desafíos sanitarios que se le presentan. No se comparte
sistemáticamente la información, no hay historias
clínicas unificadas ni planes globales para encarar
aquellos aspectos que no respetan límites geográficos.
-
en
términos profesionales, su calidad
científico-tecnológica se hace más vulnerable.
-
en
términos económicos, no sólo se hace no sustentable,
sino también promueve actitudes mezquinas.
-
por
último, en lo que se refiere a la finalidad de la
atención médica, el cuidado de la salud y los recursos
para su reparación, no encuentran el camino para su
estructuración, así como tampoco se reconoce ni se
explicita una planificación estratégica nacional, ni se
elabora el cambio cultural productivo que acompaña a lo
precedente.
La
resolución no pasa por exponer opiniones contradictorias
sino un análisis sustantivo de los factores que
predisponen, condicionan y determinan el cómo y el por
qué arribamos a la actual situación.
Para suturar este tejido sanitario, hay que construir
una nueva configuración y lograr cambios en la
estructura, en la estrategia y en la cultura laboral.
Sin estas transformaciones, no habrá avance posible.
Según el especialista canadiense en Gestión, Henry
Mintzberg, la estructura es la “suma total de las formas
en que un trabajo es dividido entre diferentes tareas y
luego es lograda la coordinación entre esas tareas”.
También puede entenderse como la disposición y orden de
las partes, dentro de un todo, y en lo que a salud se
refiere, es fundamental la coordinación global de todos
los componentes del Sistema, a fin de que cada una
cumpla la función que le corresponde.
Por su parte el General Beaufre planteaba la estrategia
como “el arte de hacer que las fuerzas concurran para
alcanzar las metas; arte de la dialéc- tica de las
voluntades que emplean la fuerza para resolver su
conflicto y tiene por finalidad alcanzar los objetivos
fijados por la política.” En particular dentro del
ámbito sanitario, se trata de adoptar cursos de acción
con metas claramente identificadas y agendas que
maximicen los factores favorables en la implementación
de la política.
Por último, también es imperioso transformar la cultura
laboral del campo sanitario. Según Etkin, la cultura
laboral es el conjunto de conocimientos, valores y
creencias que hacen a la forma de presentar el ambiente
de trabajo. Roger Garaudy afirmaba que se trata de
“elaborar una cultura que ya no esté hecha sólo de
respuestas provenientes del pasado, sino de
interrogantes que plantea la invención del futuro; una
cultura que ya no es un ornato de unos pocos, sino la
posibilidad del desarrollo humano de todos”.
Para comprender aún mejor este concepto, tengamos en
cuenta los siguientes criterios básicos:
-
el
trabajador es más que un recurso; es persona, es ser
humano;
-
el
trabajo, más que mercancía, es un medio para transformar
la realidad;
-
las
organizaciones son comunidades de desarrollo compartido
y participativo, más que campos de batalla;
-
la
productividad debe surgir del enriquecimiento de las
capacidades del trabajador, y no de una forma de
explotación.
Hoy lo
necesario en la atención médica es crear una cultura
laboral profesional, científica, racional, de
capacitación permanente y a su vez de participación e
intercambio de saberes entre los distintos actores del
sistema. En esta nueva cultura laboral habrá que dejar
de lado los privilegios corporativos y de castas, que
muchas veces impiden las transformaciones necesarias
para nuestro país. Recordemos a Carlos Matus cuando
planteaba la planificación estratégica como herramienta
de libertad.
En suma, necesitamos una planificación estratégica en
salud, y así avanzar con los cambios impostergables para
edificar un sistema de salud inclusivo, amplio, federal,
racional y fraterno, ya que planificar es el intento del
hombre por gobernar su futuro, por imponer la razón
humana sobre las circunstancias. Todas las decisiones en
política sanitaria repercuten en el pequeño escenario en
donde actúan médicos y pacientes. Ahí, donde se expresa
la angustia y el dolor, es la caja de resonancia de las
decisiones que se toman o se dejan de tomar en las
cúpulas directivas de una comunidad.
Se trata de un dilema médico, ético y moral que nos
impulse a dejar de lado la parálisis o la inercia
organizacional, y bregar por actualizar estructuras,
estrategias y culturas que posibiliten la construcción
de un Sistema Federal Integrado de Salud, que en el otro
extremo de la cadena genere que la interacción
médico-paciente deje de estar teñida por la
desconfianza, el apuro y la lógica del mercado. Y que el
espacio del consultorio no sea ya una suerte de teatro
del dolor sino un ámbito donde se exprese la fraternidad
social.
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Ignacio Katz. Doctor en Medicina (UBA)
Autor de: “Claves jurídicas y asistenciales para la
conformación de un Sistema Federal Integrado de
Salud” (Eudeba, 2012). “En búsqueda de la Salud
Perdida” (Edulp, 2006). “Argentina Hospital. El
rostro oscuro de la salud” (Edhasa, 2004). “La
Fórmula Sanitaria” (Eudeba, 2003) |
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