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El papel de los sistemas
de salud de la seguridad social y sus organismos de
regulación y control
Los sistemas de salud de la seguridad social constituyen
un pilar fundamental en el camino del logro de la
cobertura universal en América latina.
Existen además supuestos definidos, en la mayoría de sus
marcos normativos, algunos con toda claridad, como la
universalidad, la equidad, la solidaridad y la atención
integral, aunque el examen detallado de sus
características individuales muestra que subsisten
importantes diferencias en otras dimensiones, como el
porcentaje y definición (titular, esposa ,hijos ,etc.)
de los beneficiarios cubiertos; el alcance del conjunto
de prestaciones garantizadas, y el volumen de los pagos
de bolsillo a realizar.
Menos expuestos y definidos se hallan otros conceptos
como la eficiencia, la efectividad y la sustentabilidad.
Además, la mayoría se encuentran incluidos en sistemas
con alto grado de segmentación y fragmentación, con muy
pocas excepciones en la Región. En ellos, los sistemas
basados únicamente en contribuciones tienden a
acrecentar la inequidad, en la medida que su cobertura
resulta mayor en las poblaciones de los quintiles de
mayores ingresos.
A pesar de estas falencias, los países de la Región han
desarrollado importantes respuestas en materia
sanitaria, mejorando sensiblemente sus indicadores
sanitarios básicos, así como los niveles de cobertura de
inmunización, y aun el porcentaje de partos asistidos
por personal calificado.
Sin embargo, el acceso incompleto a los servicios de
salud en muchos países, los costos altos y crecientes
del cuidado, las ineficiencias en el gasto, y una
inequidad entre países, y dentro de ellos (oculta por
los promedios), hacen de la reforma una prioridad
urgente.
El camino de reformas hacia la cobertura universal
presenta en general, dos modalidades o tendencias
claramente diferenciadas:
1. Un modelo basado en la oferta de servicios con
financiamiento por rentas generales (ej. Brasil).
2. Un modelo basado en el seguro, o la integración de
distintos seguros, con financiamiento mixto (ej. R.
Dominicana, Colombia).
Ambos modelos apuntan a lograr la protección social en
salud, garantizando que todos los individuos puedan
satisfacer sus necesidades y demandas de salud,
obteniendo acceso adecuado a los servicios del sistema
(o de alguno de los subsistemas de salud existentes en
el país), sin que la capacidad de pago constituya un
factor restrictivo.
Y ambos enfrentan desafíos similares: la transición
demográfica y epidemiológica, con su consecuente impacto
en la población económicamente activa; el hallazgo de
los espacios fiscales necesarios para garantizar su
sustentabilidad, y el aumento de la oferta de nuevas
tecnologías (innovativas, o no).
Mas allá de ellos, un desafío central y común (a la
vista de las experiencias de los países de la Región) es
el de hallar mecanismos de articulación (niveles de
complementación, integración, subsidiariedad,
mancomunación, etc.) entre los distintos subsectores
(público, privado y de la seguridad social). Y hablamos
de un desafío común, pues los hallazgos de todos los
estudios muestran, que a pesar de existir múltiples
fuentes de financiamiento, no se verifican procesos de
integración solidarios desde el punto de vista de las
prestaciones y servicios recibidos por los usuarios, así
como absoluta ausencia de integración de las redes
prestacionales que otorgan esos servicios.
En un escenario de profunda inequidad y marcadas
asimetrías socio-económicas, la mancomunación de
financiamiento y la articulación intersubsectorial con
integración de redes y recursos de servicios, puede
aportar racionalidad conceptual y generar condiciones de
mayor eficiencia. Esto, sin olvidar, que la sola
mancomunación de financiamiento, no siempre implica
igualación de derechos.
En materia de financiamiento, el gasto total en salud en
A. Latina alcanza niveles estimados en una media de 6,6%
del PBI (aunque con rangos muy variables entre los
países); que pueden entenderse como aceptables, en
términos de capacidad de financiamiento, pero que
implican un importante gasto de bolsillo, que dista de
los porcentajes verificados en economías centrales.
Sin embargo, y a pesar de que la insuficiencia en la
disponibilidad de recursos resulta la barrera más
importante a sortear para alcanzar la cobertura
universal, no debe dejarse de tomar en cuenta que un
entorno político institucional sólido y estable del
sector salud, el compromiso político de asignar los
recursos en la prestación de servicios básicos para toda
la población, en lugar de concentrarlos en servicios
curativos que benefician a los grupos de medianos y
altos ingresos, y una correcta regulación del sector
constituyen pasos fundamentales para mejorar el acceso y
la equidad.
Esto resulta particularmente importante en un nuevo
contexto epidemiológico donde las enfermedades crónicas
no transmisibles (ECNT) han pasado a ser las principales
causas de morbimortalidad en todos los países de la
Región, con excepción de Haití (en el mundo, casi el 80%
de las muertes por ECNT ocurren en países de bajos y
medianos ingresos). Este cambio en el perfil de los
factores de riesgo asociados con la morbimortalidad,
resulta un factor adicional como impulsor del gasto, y
las medidas de prevención y promoción para muchas de
ellas (eliminación del tabaquismo; disminución de la
ingesta de sal; estimulación del ejercicio, etc.)
resultan de notable y fundamentada evidencia de su
eficacia y efectividad, además de costos infinitamente
menores.
Y en dicho costo no debe tomarse en cuenta solamente a
la inversión necesaria en servicios de salud, sino
también a las pérdidas de productividad provocadas por
dichas enfermedades, que alcanza cifras astronómicas
(los resultados del impacto de la salud en la
productividad, la educación y el ahorro de los
trabajadores muestran en los resultados de numerosas
investigaciones, que una mejor salud conduce a un mayor
crecimiento económico), además de las insalvables
perdidas en términos de calidad de vida.
Del mismo modo, las ineficiencias en el gasto en salud,
en términos de utilización de los recursos, son grandes,
y su corrección permitiría alcanzar mejor nivel de
resultados de salud, sin grandes incrementos en la
asignación de recursos (un estudio de la OCDE muestra
que para los sistemas de salud de dicha organización, la
reducción a la mitad de esas ineficiencias permitiría
aumentar la esperanza de vida al nacer en un promedio de
un año; mientras que el aumento de 10% en el gasto en
salud per cápita solo lo haría en tres o cuatro meses).
Las causas más comunes de esta ineficiencia pueden
hallarse en el uso inapropiado e ineficaz de la
tecnología médica, muchas veces inducido por una
inadecuada presión de los productores de la misma.
La creciente aparición de reclamos judiciales, en varios
países de la Región, para la prestación de servicios y/o
medicamentos determinados (incluyendo indicaciones de
marca) resulta en una “externalidad” de esta situación.
El diseño y correcta gestión de los conjuntos de
prestaciones; el uso adecuado de guías y protocolos
clínicos, fundados en evidencia y costo-efectividad; el
fortalecimiento de las autoridades reguladoras y las
mejoras de formación e información a profesionales de la
salud y usuarios, constituyen herramientas de gran
utilidad para atacar el problema.
Así, el gran reto en los países de la Región para los
próximos años, lo constituye el llevar la cobertura a la
totalidad de la población, de una manera fiscalmente
sostenible, y evitando las ineficiencias que resultan en
altos costos para el sistema de salud, y en este reto,
el papel de las instituciones reguladoras y de control
resultará central.
También cabe analizar entre los desafíos el papel a
desempeñar por los seguros y el sector privado de salud
en general , ya que el análisis evolutivo del sector en
la Región en los últimos anos, muestra que, a pesar de
los avances logrados en los niveles de aseguramiento
público, el aseguramiento privado ha crecido en forma
importante (El aumento de los ingresos, el efecto
“aspiracional” de una clase media emergente, etc.,
pueden mencionarse entre los factores impulsores de
dicho crecimiento), y no cabe duda que debe establecerse
(conforme a las preferencias y decisiones de cada país),
un nivel óptimo de participación del sector, el cual en
todos los casos exige de una estricta e inteligente
regulación, que limite las imperfecciones del mercado, a
la vez que permita su integración en un marco de
solidaridad social. Los sistemas de salud de la
seguridad social, con una gran experiencia en la
contratación de servicios, constituye un auxiliar clave
para contribuir a esos mecanismos regulatorios.
El camino hacia una cobertura universal conlleva
numerosos pasos, tal como el logro de los espacios
fiscales para lograr su sostenibilidad financiera, la
instalación de un modelo de atención y de gestión de los
recursos adecuados, entre otros, y en cada uno de esos
pasos una correcta normativa regulatoria y un control
transparente constituyen herramientas claves para un
paso firme hacia la meta final.
Ese camino, parece arduo para todos los países de la
Región, especialmente para aquéllos de ingresos bajos,
pero los pasos iniciados, en todos ellos, en esa
dirección, hablan de una decisiva incorporación del tema
en la agenda de las prioridades políticas y auguran un
futuro esperanzador para el logro de una tan postergada
salud para todos.
(1) Gerente a.i. del Area de Sistemas de Salud basados
en la APS- Organización Panamericana de la
Salud-Washington, DC.
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