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Suelo preguntarme qué está
sucediendo en el mundo como para que
los gobiernos escudados en el estado
de crisis, vayan en contra de sus
sociedades restándoles servicios o
cargándoles “peajes” para desalentar
los accesos, sea en consultas, sea
en estudios, sea en traslados, sea
en tratamientos. Curiosamente, la
salida de un estado de caos cursado
en ocasión de la Segunda Guerra
Mundial, habilitó a la creación de
un estado de bienestar que se fue
perfeccionando según maduraban las
estructuras políticas y económicas.
Entonces, la crisis era mucho mayor
que la actual ya que las estructuras
sociales organizacionales habían
sido pulverizadas... no había
recursos disponibles, ni escasos ni
suficientes, pero sí existía la
voluntad política de dar forma
estable a un gasto social creciente,
necesario para favorecer mejores
estándares productivos.
¿Qué sucede ahora para ingresar a
una etapa de revisionismos donde
todo lo hecho parece estar mal?...
indudablemente, la crisis económica
es una excusa para justificar la
incapacidad política para dar un
salto de calidad hacia la equidad y
la ética de las necesidades
sociales. Traducido, si no se sabe
cómo funciona la ecuación, aparece
como inapropiado el “inventar” un
resultado... y justamente eso es lo
que está sucediendo... lo que
promete agravar el de por sí “grave”
resultado esperable.
El progresivo desmantelamiento de
las estructuras científicas de
investigación, hecho que está
cursando en este mismo momento, es
en sí mismo un hecho aberrante con
signo irreversible, ya que se trata
de modelos que se construyen poco a
poco, siguiendo metodologías no
fáciles de diseñar, pero que al
verse fracturados retrogradan
instantáneamente a “cero”,
provocando la pérdida de los
cerebros tanto como de los
compromisos, perdiéndose años de
trabajo que se tornan en sí mismos
irrecuperables... de hecho Usted no
puede comenzar a investigar por el
medio de algo, antes bien debe
respetar la teoría de los
procesos... de “a” pasar a “b”, no
empezar por “j” y pretender alcanzar
la “z”, ya que ni siquiera llegará a
la “k”... parece una verdad de
perogrullo, pero no lo es... léase,
investigar demanda inversión... pero
romper los hilos de las
investigaciones implica no sólo
enviar a pérdida a los
investigadores (personas como Usted
o como yo), sino sacrificar
“contenidos” y valores agregados en
estado potencial.
La investigación en sí misma no es
sinónimo ni de propiedad intelectual
como tampoco de patente, sí en
cambio lo es asegurar el agregado de
valor en el tiempo, ya que si lo
hallado guarda significado
intrínseco, ello obligará a ascender
un escalón y avanzar dando lugar a
un cambio que se ate con el
siguiente... cuando esto no sucede
el retroceso se torna trágico, no
sólo frustra a los involucrados,
sino que oxida los conocimientos,
tema no menor. En sí misma, la
investigación suele tener fracasos
estrepitosos de los que nadie se
entera, pero que siempre dejan la
puerta abierta para descubrir un
nuevo camino hacia mejores
resultados.
En el centro de la escena de la
rutina se ubican las gentes,
ciudadanos comunes que pretenden
conservar sus estados personales de
salud, protegidos por un régimen de
cuidados médicos normalizados y
equitativos... el acceso a la
información en tiempo real, ha
permitido que los pacientes puedan
agregar valor trasmitiendo a los
médicos, y por ende al mundo
científico, experiencias hasta ahora
inéditas. Esta nueva onda ha
otorgado disponer de causas y
consecuencias terapéuticas tan
desconocidas como impensadas, y los
organismos técnicos han tomado
debida nota de ello, asumiendo
iniciativas positivas
perfeccionables. Lo dicho sirve, o
lo haría, para retroalimentar el
modelo, a favor de las gentes, claro
está.
Las visiones políticas distan de
dimensionar lo antedicho, así es que
toman la tijera y antes que cortar
con sentido, destrozan por las
dudas, asegurando hacia futuro la
muerte del sistema. ¿Sirve?, no
sirve... ya que en salud, el gasto
se geometriza a partir de todo
aquello que se esquiva u omite, de
hecho no es factible colocar a los
pacientes debajo de la alfombra e
intentar hacer de cuenta que no
existen... o lo que es lo mismo, no
se pueden colocar las enfermedades
bajo la alfombra y pretender que no
las hay... ya que todo derivará en
costos que devorarán a las
estructuras públicas consumiéndolas
en urgencias.
Detrás, el discurso habla de
prevención a partir de una adecuada
atención primaria... en la práctica
aquellas urgencias se tragan los
gastos incurridos por la ausencia de
los sentidos de oportunidad, algo
que en salud es tan inapelable como
inaceptable... transformándose en
catastróficos por propio peso
específico, contrariando los ahorros
estimados al desalentar la atención
“oportuna” de las personas.
Traducido, una vez más, los balances
contables equilibrados y en azul, no
contribuyen a “sanar” a las gentes,
antes bien aseguran que los
siguientes balances contables se
nutran de rojos irreversibles.
Lo antedicho se vincula a la
manipulación de los indicadores
estadísticos... en primer lugar, las
gentes no son números ni tampoco
indicadores... en segundo lugar, la
información estadística sirve a modo
de película, y deja de servir cuando
sus imágenes se detienen para
justificar decisiones que dañan a
las personas involucradas, recursos
humanos irrecuperables en tiempo y
espacio, sean pacientes o sean
médicos.
Cada vez que el mundo político
cercena servicios médicos para
alcanzar ahorros en lo inmediato, la
mediatez se verá invadida por un
tsunami de gastos que, para no ser
vistos, fueron colocados bajo la
alfombra mediática. Cabría
preguntarse, ¿cómo es posible que
las estructuras privadas logren
estándares de eficiencia sostenibles
en el tiempo?, o también, ¿cómo es
posible que las estructuras públicas
no encuentren sus equilibrios
autosustentables?... acaso, ¿alguien
ha medido el daño moral producido a
un paciente frustrado?, o peor aún,
¿alguien ha medido el daño producido
al sistema por cada tratamiento no
administrado siguiendo aquel
criterio de oportunidad
incuestionable?... sí, se han
medido... y sus resultantes indican
que por cada dólar no invertido en
el momento justo, el sistema se verá
obligado a gastar entre 5 y 8
dólares por cada servicio, generando
una cascada imparable de
multiplicadores que terminarán
sacrificando y comprometiendo a
todos los actores.
Conclusión, no es bueno agobiar a
las estructuras... como tampoco lo
es frustrarlas.
El mundo de la investigación médica
es esencialmente dinámico, y demanda
una interpretación ético-política en
tiempo real. Cuando las
interpretaciones atrasan,
inmediatamente resultan en
movimientos retrógrados. Lo mismo
sucede con las patologías y sus
actores, cada vez que son víctimas
propiciatorias de supuestos ahorros,
el daño ejecutado hacia adelante
termina comiéndose al sistema, mal
que les pese.
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