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El período preelectoral constituye uno de los momentos
que más facilitan la puesta en escena de propuestas
políticas referidas a la vida cotidiana. Sin embargo, el
tema de la salud aparece como el “ausente sensible”, ya
que en él se manifiesta con mayor medida entre nosotros
la diferencia en la distribución de la renta, o como
bien lo expresaba el economista Marcelo Diamand, es
donde también se evidencia una estructura productiva
desequilibrada.
En el sector salud es donde mejor se exhibe la ausencia
de una planificación estratégica, y en su lugar aparece
una sucesión de parches que paulatinamente agravan las
consecuencias, que se traducen en una fragmentación
progresiva. En medio de la carrera por ocupar un puesto
dentro del parlamento que permita obrar en función de
sus representados, muchos se colman con palabras que
comercializan otras realidades, mas… ¿qué se ha dicho
sobre la salud, por parte de quienes pretenden alcanzar
ese lugar? Con el paso del tiempo queda claro que ya
nada puede ser postergado: se hace imperioso revertir
una historia de desconexión.
Enfrentamos dos hechos insoslayables a considerar. El
primero, el impacto de lo sucedido en 2001 sobre la
configuración social, tanto a nivel instituciones,
sociedad civil e individuos. Y en segundo lugar, los
cambios sistémicos en los conocimientos científicos y
tecnológicos plasmados en los últimos años. Se torna
claro que no podemos omitir que la política sin ciencia
es ciega y esclerosa al Estado, que ante esta carencia
actúa de forma errática. Las autoridades deben
incorporar el pensamiento científico en todas las áreas,
y en especial en aquéllas de importancia nuclear para
nuestra sociedad. Recuperar la infraestructura en los
servicios esenciales para la salud, la planificación
estratégica y la recuperación de una cultura laboral son
parámetros en los que se asientan las bases de todo país
desarrollado.
Quienes pretenden conducir el destino del país, deberían
seriamente comprender la necesidad de construir un
Acuerdo Sanitario. Dada la complejidad y conflictividad
en que se desarrolla el campo de la salud, se torna
indispensable que éste se sustente en una negociación
permanente entre todos los protagonistas. Sabido es que
ningún cambio se ha realizado sin obstáculos, y que toda
época de transición se ha manifestado en el campo
ideológico de la historia por la oposición entre
conservadores y reformadores. Pero dicho Acuerdo
Sanitario es imprescindible para revertir décadas de
atraso, que impactan en toda la sociedad, y
especialmente en quienes menos tienen. Este Acuerdo,
convocado bajo la responsabilidad del Estado como
garante, debe implicar logros y avances, estableciendo
en común pautas básicas para transformar la realidad. No
se trata de buscar un “consenso” tan ficticio como
estéril, sino de acordar puntos estructurales de apoyo
para emprender una tarea en común.
Este Acuerdo debe superar el espejismo estacional donde
se afirma que “las cosas son como son”, sin expresar en
cambio que “las cosas son como están” tomando ‘lo
habitual’ como ‘lo normal’. Ante este panorama, hay que
reconocer como naturales ‘los conflictos’ que imponen
negociaciones. No se trata solamente de ceder, sino de
elaborar cuánto hay para ganar al destrabar las pujas
bloqueadas por el statu quo. Omitir este concepto
significaría desconocer que el devenir es transición, al
decir de Isidro Odena.
Desde 1987, hace más de un cuarto de siglo, vengo
señalado la trascendencia de la regionalización, la
descentralización, la departamentalización según
especialidades, y la articulación en red, para encarar
los problemas sanitarios del país. Luego, en mis libros
Al Gran Pueblo Argentino, Salud - 1997, La fórmula
sanitaria - 2003, y En busca de la salud perdida - 2007,
seguí con la idea de la importancia de elaborar un
verdadero sistema sanitario público-privado, y mediante
grandes líneas acordadas entre los principales actores,
se revierta el nudo de esta encrucijada que finalmente
todos padecemos.
Ya en La fórmula sanitaria me refería a la imperiosa
necesidad de arribar a ese acuerdo que contemple los
cambios demográficos, económico-sociales, la
biodiversidad acentuada por el envejecimiento de la
población, y la innovación tecnológica, que tornaban
difícil la sostenibilidad de un accionar que a todas
luces se revelaba anacrónico. Dada la importancia y la
complejidad de este tema, es que no debemos soslayar la
preocupación constante en la búsqueda de encaminar su
solución. No se trata de imperfecciones del sistema. Se
trata de su ausencia, cuyo síntoma más saliente es la
fragmentación y dilución de responsabilidades que esto
conlleva. Por último, en abril de 2012, Eudeba publicó
mi libro Claves Jurídicas y Asistenciales para la
Conformación de un Sistema Federal Integrado de Salud,
con prólogo del notable Profesor Titular de Derecho
Constitucional de la Facultad de Derecho de la UBA,
Doctor Alberto Ricardo Dalla Via. En él volvía a
insistir en lo imprescindible de construir un Acuerdo
Sanitario entre los sectores protagonistas del campo de
la salud en la Argentina.
Se trata de generar una corriente de conciencia para
superar “el efecto ocaso” al que hemos arribado y el que
demanda nuevos paradigmas que reconozcan el rol decisivo
de una nueva organización, la que al modificar los
parámetros del sistema, cree condiciones superadoras. Y
a su través, construir un Sistema Federal Integrado de
Salud. Al decir de Borges, “sólo del otro lado del ocaso
verás los Arquetipos y Esplendores”.
Hoy en el país, encontramos distintos establecimientos
sin relación entre sí, y sin que sean capaces de encarar
políticas humanas con pautas de conexión eficientes. Por
lo tanto, para un correcto manejo y preservación del
capital biológico argentino, es imprescindible conformar
una red de prestadores regionalizada. Es decir, agrupar
de manera racional, y con criterios de validez, a
quienes prestan los servicios en salud, de acuerdo al
área geográfica de su intervención. La articulación en
una red regional asegura la provisión de un volumen y de
un tipo adecuado de servicios, que permite monitorear
los resultados de las acciones clínicas y terapéuticas,
y posibilitar la real existencia de un Observatorio
Nacional de Salud ayudando así a alcanzar los objetivos
establecidos de antemano.
La Constitución Nacional ha plasmado el derecho a la
salud como un derecho implícito, comprendido en el texto
de su artículo 33. Y es un derecho personalísimo
conforme a nuestra doctrina, y también derecho humano,
en virtud de los tratados reconocidos e incorporados
mediante el artículo 75 inciso 22 de la Carta Magna.
Existen también los denominados códigos internacionales,
como el Código Sanitario Panamericano y el Reglamento
Sanitario Internacional de la Organización Mundial de la
Salud, verdaderas legislaciones internacionales a las
que adhieren los países y por lo que, como miembros,
están obligados a aplicar sus normas.
La reforma de la Constitución de 1994 habla de la
potestad gubernamental para “crear regiones para el
desarrollo económico y social y establecer órganos con
facultades para el cumplimiento de sus fines”. En la
Argentina, existe el Consejo Federal de Salud (CO.FE.SA.)
que contiene a los distintos Consejos Regionales de
Salud (CO.RE.SA.) como recurso ejecutivo orientado a
trabajar regionalmente, que permite conocer y gestionar
las particularidades del perfil epidemiológico y las
peculiaridades de los proveedores de servicios de cada
territorio específico. Hay una base legal y un
organismo. Pero falta nada menos que el desarrollo del
resto del esquema. Lo que Raymond Aron llamaba “praxología”.
De lo que se trata es de hacer efectivos los
instrumentos que se poseen de manera tal que las
políticas de salud y las políticas de gestión hagan
vigente ese derecho.
Es decir, hacer que la Democracia llegue a la Salud. Ese
debe ser el lema de quienes nos interesamos desde hace
décadas por la transformación del campo sanitario
nacional. “Democracia en Salud” se traduce en acceso a
una atención adecuada, equitativa, oportuna y eficiente
para todos los habitantes de nuestro País.
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Ignacio Katz. Doctor en Medicina (UBA)
Autor de:
“Claves jurídicas y asistenciales para la
conformación de un Sistema Federal Integrado de
Salud” (Eudeba, 2012). “En búsqueda de la Salud
Perdida” (Edulp, 2006). “Argentina Hospital. El
rostro oscuro de la salud” (Edhasa, 2004). “La
Fórmula Sanitaria” (Eudeba, 2003) |
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