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Es necesario hablar claro, un país puede disponer de los
servicios públicos de salud que permiten sus impuestos y
las asignaciones presupuestarias correspondientes a
Salud.
Desde los años setenta la participación de salud en el
presupuesto nacional se ha ido reduciendo, por diversas
cuestiones vinculadas a la transferencia de servicios, a
la indefinición en la que navega un Ministerio que no
tiene claro qué papel debe jugar en el sector y cómo se
debe dar la complementación y el trabajo conjunto con
provincias y municipios. El estado nacional que financió
al Pami y dejó libradas a su suerte a las obras sociales
con una disminución de los aportes y contribuciones que
excedieron los 15.000 millones de dólares durante la
década del noventa ahora avanza sobre los recursos de la
Seguridad Social. (1)
La reforma constitucional de 1994 prometió una ley de
coparticipación federal donde se discutiría el tema de
la relación Nación–provincias, financiamiento, criterios
de distribución, funciones y roles que deben cumplir
cada uno pero, como todos sabemos, fue sólo una excusa
para que los dos grandes partidos consiguieran uno la
reelección y el otro mayor participación parlamentaria.
Esta postergación ha sido posible porque, para decirlo
con todas las letras, la salud no es un “derecho” que la
gente reclame ni exija, salvo cuando la persona o los
familiares han perdido la misma o han nacido con algún
problema congénito que los obligará a la atención
permanente. Las encuestas muestran la conformidad de la
población en general, que es sana en un 95% de los
casos, con cualquier cobertura de salud que tengan. Se
trate de Francia, la Argentina o Ecuador. Esta lectura
de las encuestas y de la conformidad de la opinión
pública acerca de los servicios de salud es directamente
proporcional al hecho de que salud no está en la agenda
de ningún partido ni de ningún líder de la Argentina.
Para cualquier gobernante (gobernador, jefe de gobierno,
intendente o presidente) iniciar un proceso de reforma e
intentar mejorar el sistema de salud cuando la gente no
lo pide, ni lo reclama es comprarse un problema cuando
“el problema” supuestamente no existe para la mayoría de
la población que vota.
Esta ecuación de población sana con un sistema enfermo
fue aprovechada en forma sistemática por quienes
hicieron del sector salud un verdadero botín a ser
apropiado, tanto para beneficio propio como para
financiar el sistema político. Así con este grado de
profesionalidad los gobernadores suelen elegir a los
médicos de confianza (puede ser el propio, o de la
familia o bien algún amigo) para ser ministros de salud
y atender una cartera a la cual se le pide
fundamentalmente que “no hagan olas” y no importa
demasiado si sabe o no de políticas y gestión de
sistemas y servicios de salud. En tanto que para la
administración de los fondos supuestamente destinados a
la salud (Pami u obras sociales provinciales) se apela
en cambio a perfiles de confianza política y escasa
formación sanitaria y financiera que no cuestionen la
forma de utilizar los recursos para otros fines que no
están establecidos en los estatutos de sus
instituciones.
El problema no se soluciona solamente asignando más
recursos al sector. Las mejoras en sanidad no vendrán
con mayores presupuestos sino con la eficiencia con la
cual se integren los subsistemas, jurisdicciones y
niveles de atención médicas y la coordinación de
acciones y cómo se logre motivar a los recursos humanos.
El bajo interés de la política por la salud no quiere
decir que no exista un alto interés en el manejo y la
discrecionalidad con la cual manejar los recursos de la
salud. Los aportes a las campañas políticas vienen de
empresas proveedoras de medicamentos, tecnologías e
insumos, de las distribuidoras y de los intermediarios
que tiene la cadena, de los que construyen obras de
infraestructura para el sector, de las obras sociales,
del Pami. Es decir las decisiones se toman con criterios
políticos y escasamente técnicos. Esto ha generado
graves problemas al sistema de salud.
De manera frecuente, cuando se habla de estas cuestiones
la primera acusación de ciertas políticas es se quiere
recortar y quitar lo necesario. Lo que si intentamos
hacer desde la economía de la salud es incorporar
criterios más técnicos que permitan decidir con
criterios más adecuados en qué y cómo invertir. La
población intenta maximizar los hospitales y las
tecnologías, desconociendo que luego de un tiempo tendrá
dificultades para poder sostenerlo con mayores
impuestos. El ejemplo de España es emblemático en la
materia, una burbuja sanitaria pública que construyó
hospitales y que hoy está viendo la posibilidad de que
el sector privado lo administre.
El poder de proveedores de bienes y servicios de salud
para imponer la agenda (tomografías, resonador,
medicamentos de última generación, prótesis, robot que
realizan cirugías) es además multiplicada por los medios
de comunicación, las asociaciones de pacientes y el
poder judicial que se concentran en el “derecho
individual” e ignoran los derechos de toda la población
a la salud. Los intereses y la ignorancia para
establecer criterios de selección, evaluación de
tecnologías y otros mecanismos que permitan hacer
sustentable la incorporación de nuevas prestaciones.
Mientras tanto, el sistema por algún lado necesita
ajustar ante el bombardeo de innovaciones y de nuevos
procedimientos médicos.
1 Obliga al Pami a comprar un bono para el año 2032 con
sus excedentes (más de 10.000 millones de pesos) y por
otra parte le escamotea los recursos a la APE por más de
17.000 millones de pesos. ¿Qué quiere decir esto?
Simplemente que derivan recursos de la seguridad social
para financiar algo más prioritario para el gobierno.
La pregunta que nos podríamos hacer es si resulta
legítimo como está sucediendo ahora promover la medicina
basada en la evidencia, la evaluación de tecnologías y
otros mecanismos de priorización antes que avanzar en
políticas sanitarias basadas en la evidencia.
Actualmente existe un creciente interés por conocer los
resultados de las intervenciones en salud pública,
motivado, entre otros factores, por la necesidad de
priorizar la inversión en intervenciones de eficacia ya
demostrada.
Una mirada crítica a las políticas de salud aplicadas
durante las últimas décadas debería partir de los
pensamientos e ideas acerca de la determinación social
de la salud y la influencia que dichos factores tienen
sobre los resultados. Esto nos obligaría a reflexionar
sobre un enfoque de salud que atraviese ministerios y
jurisdicciones y que pueda alinear a los diferentes
sectores detrás del objetivo de mantener y mejorar la
salud para todos los habitantes.
La equidad no se resuelve desde lo individual sino desde
la macro. No se les puede pedir a las personas que
piensen en el todo. El sistema de salud de la Argentina
está atravesado por inequidades de todo tipo:
geográficas, de resultados, de procesos, de cobertura,
acceso y de calidad técnica. Es una tarea ineludible de
los responsables de gobierno en todas las jurisdicciones
la definición de políticas equitativas en materia de
salud.
(*) Carlos Vassallo - Consultor en Economía y
gestión de la salud y el medicamento.
vassallo@gmail.com
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