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La
Argentina enfrenta nuevos desafíos a los cuales el sistema formador de recursos
humanos en salud debe atender:
● conviven los perfiles epidemiológicos tradicionales y los
propios de la transición en las condiciones de salud, que contieneel
perfil epidemiológico y de la atención sanitaria;
●
aparecen nuevos problemas asociados con la sobrevida de
niños con bajo peso al nacer, las enfermedades emergentes (HIV/Sida),
reemergentes (TBC, Malaria, Chagas), las enfermedades no comunicables y los
problemas ambientales con impacto sobre la salud y,
●
se abre el diálogo con problemáticas complejas vinculadas con la
exclusión social.
El nuevo perfil del recurso
humano requerido para este contexto puede ser definido como un profesional
generalista con plasticidad para los cambios y con competencia para la lectura e
interpretación de la situación de salud y de sus determinantes. Su
formación requiere la aplicación de modelos didácticos alternativos, tales
como el enfoque constructivista, el aprendizaje basado en problemas o en
proyectos, la enseñanza focalizada en la comunidad y la formación basada
en competencias.
Este perfil se inserta en un
campo atravesado por búsqueda de la integralidad curricular, la ética, la
interculturalidad, el humanismo,la calidad y la redefinición técnica de ejes
curriculares ordenadores que respondan a los nuevos tiempos.
Esta visión incluye:
(a) enfoques educativos en el
contexto de la nueva sociedad de la información,
(b) la construcción de flujos
de intercambio entre las instituciones y los grupos de poder,
(c) la reflexión y la
problematización instalada como el motor para comprender lo que debe aprenderse
y para traducir el
aprendizaje en prácticas
reflexivas, ya que el aprendizaje del alumno se produce cuando adquiere
relevancia, recordando
que relevancia se construye
socialmente y tiene como tarea de análisis los procesos por los cuales los
problemas se producen.
(d) la necesidad de formación
de recursos humanos con nuevas o renovadas orientaciones.
Como contraparte el escenario
institucional en el cual debe insertarse este recurso humano para ejercer una
nueva salud pública requiere:
●
equidad del sistema,
● redefinición de modelos prestadores para que guarden pertinencia
con los perfiles epidemiológicos,
● toma de decisiones sustentadas por la evidencia, centradas en el
paciente y focalizadas en la comunidad,
● existencia de adecuados marcos de regulación laboral y alianzas
interinstitucionales estratégicas,
● validación y aplicación de indicadores multinivel para la
evaluación de efectividad de las intervenciones y
● redes de servicios articuladas con criterios de
complementariedad.
La equidad requiere políticas capaces de formar recursos con competencias
esenciales tendientes a evaluar el impacto social de los conocimientos,
identificar “las causas y las causas de las causas” de las inequidades en
salud y traducir la investigación en políticas de salud, inclusive en las
dimensiones económicas. Este proceso de integración
docente-investigativoformador necesitará reconocer y aplicar criterios
operativos para:
(a) priorizar los problemas, los grupos o las comunidades aplicando criterios de
vulnerabilidad en el diagnóstico individual y colectivo, así como en las
intervenciones dirigidas en ambas dimensiones y programadas por metas de
servicios;
(b) privilegiar el momento oportuno para la intervención dentro del proceso de
salud-enfermedad-atención-cuidados;
(c) introducir la atención
integrada teniendo en cuenta la interdisciplinariedad y su traducción práctica
-la integración- actúa como proyección pragmática para desarrollar un
conocimiento sensible al valor de la complejidad del campo de la salud;
(d) poner el énfasis en los
componentes de promoción de la salud, educación para la salud y prevención de
enfermedades evitables;
(e) guardar la coherencia entre
las diferentes dimensiones en la escena donde se desarrolla la práctica
formadora, mediante la transversalidad de contenidos básicos, clínicos y
sanitarios;
(f) emplear la tecnología
apropiada inclusive en la gestión, para la resolución de los problemas
priorizados aplicando redes de servicios con estrategias concertadas de acción,
responsabilidad de cartera en la demanda y atención programadas;
(g) aplicar criterios de
calidad considerando que la calidad es un objetivo móvil;
(h) fortalecer grandes acuerdos
entre actores claves mediados por procesos deliberativos.
Los sistemas de Educación Superior deben redefinirse en medio de las tensiones
que generan:
(a) la necesidad de transferir rápidamente los conocimientos a la producción,
pero existiendo brechas entre las tecnologías del mundo desarrollado y las
posibilidades locales y (b) la obligación de diseñar un nuevo perfil en su
vinculación con la Sociedad y con el Estado cuando la propia relación
entre la Sociedad y el Estado está en revisión y cuando ambos espacios están
necesitando de la capacidad universitaria para incentivar los valores
trascendentes y no negociables que los garanticen. De allí que cada universidad
debe hacer su contribución particular y ese “rendir cuentas” sólo podrá
cumplirse aplicando responsablemente creatividad e innovación. Es posible que,
en su carácter de formadora principal, la universidad deba enfrentar grandes
cambios centrando su esfuerzo en guiar y combinar el flujo de conocimientos
producidos y en abordar contenidos más generales y simultáneamente generar
modos de aprendizaje para ser desarrollados durante toda la vida. Deberán
cumplir con su compromiso social y cívico, asumiendo un papel proactivo
para los desafíos que presenta la transformación en la formación de recursos
humanos en grado y posgrado. Deberán preocuparse sobre la forma de cooperar en
la generación de recursos humanos técnicamente calificados y capaces de usar
estrategias destinadas a mejorar la salud de las personas y de las comunidades.
La comprensión de las diferencias conceptuales deberán verse reflejadas
en la organización curricular de la oferta educativa que, en resumen, dará
cuenta de las políticas institucionales aplicadas. Valgan como ejemplo, las
tensiones ancladas en concepciones diferentes:
● unicausalidad biológica de las enfermedades vs complejidad
de la salud;
●
organización disciplinar del proceso formador vs interdisciplinaridad
para abordar la complejidad de la salud;
●
autonomía de los contenidos básicos, clínicos y sanitarios vs transversalidad
básico-clínicosanitaria;
●
toma de decisiones basadas en la evidencia científica libre de contexto vs
toma de decisiones basadas en evidencia científica ligada al contexto;
●
evaluación del componente estructural del proceso formador vs
evaluación del proceso de salud - enfermedad - atención - cuidados incluyendo
el impacto de las intervenciones. El diseño y ejecución de renovadas
experiencias de formación exigirán de las instituciones y sus actores un
esfuerzo de investigación y reflexión acerca de los modelos de práctica que
ejercen, la capacidad para la formulación de nuevas hipótesis de
investigación educativa, la coherencia con el marco conceptual, seguridad
necesaria para la integración de los conocimientos así como para la inclusión
de los contenidos disciplinarios pertinentes y la decisión política necesaria
para buscar respuestas a los problemas latentes y los emergentes, por los cuales
se justifica su permanencia institucional. Para acompañar la transformación
del sistema de salud harán falta nuevas ofertas educativas centradas en “Atención
Primaria de la Salud”, “Promoción de salud”, “Salud global” y “Determinantes
de salud” y “Calidad de vida”.
Son las personas quienes cambian
los sistemas y es a través de la renovación de los enfoques conceptuales
que cambian las personas.
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(*) Profesora Emérita, Universidad
de Buenos Aires.
Miembro del PACTO ARGENTINO
POR LA INCLUSION EN SALUD.
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