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Aunque los países de la región consolidan sus
democracias, aún no han logrado hacer efectiva la
universalidad del acceso a la salud. Los sistemas de
salud de América latina atraviesan un desafío de cambio
y adecuaciones a la nueva realidad política, económica y
social de los países de la región. En sus constituciones
se declara el derecho a la salud, pero la mayoría no ha
completado el proceso de universalización del acceso.
Nuestros países comienzan a tener más de veinte años
continuados de democracia, con diversos cambios de signo
político. Los gobiernos de la región comienzan abordar
el tema del derecho a la salud y la universalidad de los
sistemas sanitarios corporativos y escasamente
integrados y vinculados entre los mismos. Pero los
sistemas continúan siendo muy dependientes del ingreso
de los trabajadores formales y en escasa medida de
rentas generales. En consecuencia los sistemas continúan
siendo prociclícos, cuando se crece hay fondos
suficientes, el problema aparece cuando se ralentiza la
actividad económica y el empleo cae. No podemos
descuidar que el gasto privado en salud en la Región
alcanza un promedio del 45% y constituye una muestra
clara de la inequidad en materia de financiamiento.
Desde el punto de vista social un continente tan
inequitativo y desigual en materia de distribución del
ingreso, convive con amplias capas de la población que
tienen problemas de acceso a los servicios de salud.
Desde el punto de vista sanitario, dos cuestiones, por
un lado la transición epidemiológica hace que se conviva
con enfermedades infecciosas pero también con las
crónicas que han irrumpido con fuerza como consecuencia
del envejecimiento de la población.
La oferta se ha modelado más en función de la demanda
que de la necesidad y en consecuencia al mismo tiempo
que existen respuestas de las especialidades y de los
hospitales la atención básica de la salud todavía no se
ha desarrollado y dado respuestas extendidas para
mantener la salud de la población y resolver las
cuestiones menos complejas que son la mayoría.
Si concebimos la gestión como macro, meso y micro
podríamos decir que estamos todavía con indefiniciones
en la macro pero que no deberían ser un impedimento para
avanzar por que existen leyes y definiciones al
respecto. Mientras que en la micro que aparece más
cercana a la relación médico paciente y desvinculada en
alguna medida de las indefiniciones a nivel macro
aparece como un dimensión dinámica donde se producen
cambios pero que no alcanzan a consolidarse por estar
insertos en instituciones y organizaciones (un nivel
meso) que atraviesa por grandes problemas e inercias.
Los cambios de los sistemas de salud no surgirán por un
líder carismático que orientará el camino y dirá cómo y
hacia dónde dirigirse. El poder no está concentrado en
el Estado ni siquiera en una persona, requiere y esto
fundamentalmente en democracias de instancias de
diálogo, consensos y acuerdos que permitan luego llevar
adelante estos procesos. Todos los sectores realizarán
su análisis costo beneficio de la reforma y actuarán en
consecuencia con las dificultades que tiene, encontrar a
los agentes que representen a la población beneficiaria
del sistema que contrasta con el fuerte activismo y
conservadurismo de los operadores del sector que
intentan no ser perjudicados por cualquier reforma que
los obligue adecuarse o perder posiciones ganadas.
Reformar un sistema de salud requiere un consenso amplio
entre los partidos políticos y con la fuerte
concurrencia de la ciudadanía. Los intereses que se
perjudican en estos procesos pueden ser muy fuertes y es
necesario estar preparados para modelar y consensuar
estos procesos. Una reforma que lleva a cabo un solo
gobierno (4 o 6 años) seguramente fracasará si no es
continuada por el siguiente gobierno. Mandatos
continuados, coherencia, valores compartidos y un
proceso de implementación que tenga en cuenta los
trabajos desde el punto de vista profesional en la
mejora de la gestión y la sustentabilidad del sistema.
Brasil es el más notable al haber logrado crear un
acuerdo que atraviesa los partidos y que permite la
continuidad y una mirada hacia delante del SUS. Las
particularidades de los partidos políticos y los
recambios democráticos en América latina generaron dos
procesos de reforma que en algún caso cambiando un líder
del mismo partido como es el caso de Uruguay o de
partido de gobierno como es el caso de Chile se producen
retrasos en la aplicación de las reformas.
La transición epidemiológica y el envejecimiento de la
población también plantean desafíos. Ya no podemos
mantener el eje en torno a los hospitales y centros
especializados. El primer nivel de atención, como puerta
de entrada se encuentra desvalorizado por diversas
cuestiones vinculadas a escaso financiamiento, falta de
infraestructura, escasos o nulos incentivos a los
profesionales para abordar este rol, etc.
A continuación se enumeran los aspectos que
debemos considerar para construir nuestra reforma:
1. Los profesionales médicos se siguen formando con
planes de estudio y prácticas poco adecuadas para
insertarse a trabajar en el sistema y adaptar la oferta
a las necesidades de la demanda. Existe todavía escaso
diálogo entre las autoridades políticas de los sistemas
con las instancias de formación de RRHH que permita dar
señales de lo que se busca y se aspira desde ese ámbito.
2. El Financiamiento, atado al empleo formal en lugar de
a rentas generales, genera inconvenientes cuando la
actividad económica decae. Además la participación
promedio del gasto privado es del 45% en América latina
y es necesario aumentar la participación del Estado en
la financiación para hacer más solidarios los sistemas.
3. Lucha contra la desigualdad, la democracia exige
ciudadanos. Mientras continúen recibiendo subsidios
estatales para no morirse de hambre, un paso importante
desde el punto de vista social, pero para construir
democracia y un Estado de Bienestar extendido es
necesario ciudadanos y lograr insertarlos en el mercado
productivo.
4. Racionalizar–no racionar/se puede integrar el sistema
mejorando la eficiencia, sabiendo que las acciones de
priorizar en el sistema de salud con los beneficios para
la población toda y no para los que trabajen detrás de
la misma. La salud no puede estar gobernada por el
mercado, en consecuencia requiere de regulaciones que
permitan y faciliten un uso racional de los recursos. La
variación de la práctica clínica es alta de una región a
otra, entre una y otra ciudad, entre un servicio y otro.
Esto no significa negarle a la población los beneficios
de las tecnologías sino “ordenar” y priorizar el acceso
y uso con criterios clínicos.
5. Plan integral y costo efectivo de salud. Debemos
hacer operativo el derecho a la salud porque está
trayendo serias dificultades con los recursos (amparos,
tutelas) presentadas por los pacientes. Chile (garantías
explícitas de salud, con un estudio sobre las cargas de
enfermedad avanza en ese camino de manera muy
interesante). La evaluación económica de tecnologías y
la medicina basada en la evidencia constituyen
instrumentos claves para la selección y priorización.
6. Rol de la atención básica. Los desarrollos realizados
por Brasil con el programa Saúde da Familia que han
permitido amplios sectores de la población el acceso a
la salud constituye un buen ejemplo a seguir.
7. Todos los procesos de cambio necesitan conducción,
rectoría y Gobernanza. La coordinación e integración por
niveles, la definición de competencias entre las
distintas jurisdicciones (estado, región o provincias,
municipios o comunas) y la evaluación de la performance
de los gestores y responsables.
8. Participación de la sociedad civil en el sistema. En
toda la región están surgiendo experiencias valiosas en
la materia que responden a las características
culturales de cada país pero pueden ser tenidas en
cuenta para realimentar la importancia de este
instrumento clave para mejorar, el control y la
transparencia en el funcionamiento de la salud.
9. Las enfermedades catastróficas (alto costo y baja
incidencia, arruinan un patrimonio familiar) en sistemas
plurales son difíciles de gestionar y de hacer
sustentables los fondos. Experiencia de Uruguay con el
FNR, que selecciona la oferta, prioriza y financia estas
patologías en un pool de riesgo más amplio (todo el
país).
10. En salud Más no siempre es mejor. El reclamo de más
recursos para financiar prácticas de dudosa evidencia,
el ignorar el uso racional de los recursos en salud
podría terminar haciéndoles el juego a los vendedores de
tecnologías y procedimiento en desmedro del acceso
universal y equitativo para todos.
11. Pluralismo significa la posibilidad de que
diferentes agentes y sujetos puedan participar en el
sistema sin imponer en ningún momento su papel y se
llama estructurado porque responde a la necesidad de
interacción de los sectores para que el sistema cumpla
los cometidos sobre los cuales está basado. Requiere una
fuerte intervención en materia de rectoría para evitar
que la dinámica del mercado que puede ser virtuosa
cuando es gobernada se convierta en un arma de doble
filo.
12. La tríada gratuidad, universalidad e integralidad de
la cobertura no funciona, no es posible cerrarla. Cuánto
pagar, por qué pagar, quiénes pagan son preguntas que se
deben responder desde un punto de vista político, social
y económico.
Si bien todos los caminos conducen a Roma, los caminos
de la reforma de los sistemas de salud para llegar a la
universalización de la salud son diferentes. Lo
importante es la meta y no el camino para llegar. No
dejar ciudadanos sin una cobertura integral, costo
efectiva y de calidad.
No hay un camino único cada uno tendrá que hacer camino
al andar e ir resolviendo los diferentes problemas que
se le van presentando dada las características
históricas, culturales, sociales y económicas
particulares que tiene cada sociedad
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(*) Economista - Profesor Titular de Salud
Pública Universidad del Litoral. Miembro
del PACTO ARGENTINO POR LA INCLUSION EN SALUD
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