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No se ha incorporado un “modelo” en
salud y aún resultan hegemónicas las
reglas neoliberales. Las brechas en
los indicadores de salud y la
inequidad al acceso observadas entre
diferentes regiones del país y
estamentos sociales, así como la
profunda fragmentación del sistema
con nula capacidad de rectoría y
gobernabilidad por parte del nivel
nacional y una escasa capacidad de
regulación son algunas de las causas
por la que se plantea la necesidad
de una reforma del sector salud
argentino. Podríamos coincidir que
en términos generales existe una
opinión mayoritaria en este sentido
entre los especialistas de esta
temática.
Si bien no existe semejante consenso
a la hora de plantear cual sería la
mejor alternativa para superar esos
problemas, podríamos también afirmar
que la casi totalidad de las
propuestas se centran en una mayor
presencia del Estado en el sector.
Este es el caso de la propuesta que
planteamos desde el grupo PAIS,
conjunto de profesionales dedicados
a la salud pública y pertenecientes
a diversos ámbitos (académicos,
investigadores, decisores) con
diferentes especialidades (economía,
derecho, medicina, sociología, entre
otros) y provenientes de los tres
sectores (tanto del público como del
privado y de la seguridad social).
Desde el año 2011 este grupo viene
trabajando en torno a una idea
fuerza: reunir un consenso inicial a
partir de una serie de propuestas
referentes a la construcción de un
modelo de salud para el país
De esta manera surgió la idea de
impulsar en todos los sectores de la
sociedad un Pacto Argentino por la
Inclusión en Salud (PAIS) que tenga
como norte superar la inequidad y
desarticulación que hoy tiene
nuestro sistema de salud avanzando
hacia un sistema integrado y
equitativo, que ponga al ciudadano
en primer lugar.
Con esta premisa y luego de muchas
jornadas de debates y discusión se
elaboró un documento que plantea la
necesidad de lograr un amplio
consenso a partir de un compromiso
explícito para con la ciudadanía de
las diferentes jurisdicciones,
sectores y actores diversos del
sistema.
Además, el documento pone a
consideración trece propuestas
agrupadas en cuatro ejes que en su
conjunto plantean una reforma o
transformación del sistema de salud
argentino.
Estas propuestas están dentro de una
premisa general que figura en los
fundamentos del documento y que
dice: “El PACTO ARGENTINO POR LA
INCLUSIÓN EN SALUD considera
imprescindible aumentar la inversión
del Estado en el sector y disminuir
el gasto directo de las familias. La
inversión total en salud del país es
una de las más altas de América
latina, tanto en términos de
porcentaje del PBI como de gasto
anual por habitante. Sin embargo, la
salud que se logra resulta
insuficiente. Los sistemas de otros
países con niveles de gasto
sanitario menores registran mejores
resultados. El problema no reside en
el nivel de inversión sino en su
composición: el componente
gubernamental detenta una baja
participación en la financiación
sectorial. Además, la mayor parte
del gasto público en salud
corresponde a recursos provinciales
y municipales, mientras que la
participación del presupuesto
nacional en la financiación
sanitaria es residual.
Incrementar el peso de la
participación de los recursos
nacionales en la financiación
sanitaria es un requisito central
para lograr un mejor rendimiento y
una distribución más equitativa de
los recursos. En otras palabras, no
es necesario aumentar el gasto
total, sino la inversión pública. Si
se pretende producir más y mejor
salud es necesario que el gasto
nacional aumente y que, al mismo
tiempo, disminuya el aporte de las
familias. Esto generaría mayor
capacidad de rectoría por parte del
Estado y también permitiría aumentar
la equidad en el gasto.” (1)
Si bien un aumento del gasto público
de salud por sí solo no garantiza el
éxito de una reforma (educación
aumentó mucho el gasto por ley y sin
embargo los resultados están lejos
de lo esperado por los
especialistas) esto es un requisito
esencial para poder desarrollar las
propuestas de reforma planteadas y
es a su vez uno de los cuellos de
botella de la reforma.
El
financiamiento, un límite a la
reforma en los próximos años
Medido en dólares por habitante al
año, el gasto argentino pasó de ser
el más alto a estar en cuarto lugar
dentro de América latina. Pero el
mayor problema es que alrededor del
45 % de ese gasto es privado y esto
es un indicador de inequidad y que
el gobierno nacional sólo participe
con el 0,3 % del PBI muestra la baja
capacidad de gobernabilidad que
tiene sobre el sector.
Esta proporción no se ha modificado
sustancialmente en las últimas
décadas. Ni siquiera en estos
últimos diez años en donde hubo
superávits gemelos y una
macroeconomía fuerte. El Estado se
hizo presente en empresas como
Aerolíneas e YPF, subsidió
fuertemente energía y transporte,
nacionalizó las AFJP, aumentó el
gasto en educación y el gasto social
con diferentes programas como la
asignación por hijo, y fue la fuente
de mayor creación de empleo.
Intervino directamente en casi todas
las áreas de la economía y sin
embargo no lo hizo en salud.
En la actualidad esa bonanza
macroeconómica no es la misma que en
años anteriores. La inflación es un
problema creciente producto de la
gran emisión monetaria necesaria
para financiar los subsidios antes
citados. La necesidad de dólares se
está transformando en prioritaria y
muchos economistas ya hablan de un
aterrizaje de la economía en los
próximos años. Más allá de la
gravedad que le asignen a este
aterrizaje (algunos hablan de ajuste
directamente) lo cierto es que todos
coinciden que el contexto económico
en los próximos dos años no será ni
por asomo similar a años anteriores.
Entonces la pregunta cae de madura:
si el Estado Nacional no invirtió en
salud a fin de equilibrar el gasto
privado cuando tuvo todo como para
hacerlo, ¿por qué lo va a hacer
ahora en un contexto adverso? Y
aunque tuviera la voluntad política
de hacerlo, ¿de dónde saldrían los
recursos? ¿Más impuestos?
Recientemente la Provincia de Buenos
Aires presentó un proyecto para
aumentar en un 18% el impuesto
inmobiliario para destinarlo a
seguridad. ¿Podrá ser esa, la de
aumentar la presión tributaria, una
fórmula? ¿La gente aceptaría ese
sacrificio individual para financiar
una reforma en salud? ¿Estará
dispuesto el gobierno a pagar ese
costo político en un contexto
inflacionario? No lo creo.
¿Le sacará los fondos a la Seguridad
Social para plantear una
“nacionalización de recursos” para
hacer algo similar a lo que hizo con
las AFJP cuando creó el ANSES?
No lo veo viable políticamente.
Puesto a adivinar diría que se
seguirá en el camino actual,
buscando tal vez financiamiento
adicional en organismos
internacionales como el BIRF y el
BID para programas específicos. Y
esto claramente no alcanza para
mover el amperímetro del gasto.
Pero incluso, resolviendo
mágicamente el problema del
financiamiento, persisten otros
cuellos de botella para una política
seria de reforma como el de los
recursos humanos en salud (que es
abordado en otro artículo).
¿REFORMA O PLANES DE CONTINGENCIA?
En este contexto no es descabellado
plantearse esta pregunta para los
próximos dos años ¿hay voluntad
política para el cambio? ¿Están los
actores principales del sistema
pensando en reformar el sistema o
están elaborando planes de
contingencia? Ante un dólar que
aumenta, una ley de prepagas médicas
inviable, un sistema regulado de
precios para las prepagas con
aumentos por debajo de la inflación
pero con aumentos salariales por
paritarias que superan o igualan la
inflación, con obras sociales a las
que no se les reconoce el gasto de
las prácticas de alta complejidad,
con el galimatías que ahora
significa lo que antes era el APE,
con provincias y municipios con
serias dificultades de
financiamiento, con el problema del
recurso humano descripto, es dable
pensar en un futuro signado por
crecientes limitaciones que obliguen
a los principales jugadores del
sector a ser más conservadores y a
pensar en planes de contingencia más
que en reformas.
Este análisis parece contradictorio
con las causas que deberían guiar
hacia una reforma. Uno tiende a
pensar que cuanto peor esté el
sistema de salud, mayor necesidad de
una reforma. En salud y en nuestro
país esto claramente no fue así |