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Durante los últimos treinta años, tanto en los países
desarrollados como en aquéllos en vías de desarrollo, se
ha acumulado una gran experiencia en planificación
sanitaria. Ambos tipos de naciones se encuentran
inmersos en fructíferos debates dirigidos a cambiar en
forma relevante, a mediano o a largo plazo, la
estructura y los nodos de actuación de ellos, en sus
aspectos económicos y fundamentalmente en sus objetivos
sanitarios. Estos planteos no se pretenden enunciativos,
sino que están dirigidos a acciones concretas.
Los mencionados procesos de reforma pretenden abarcar
los sistemas de salud, combinando políticas sanitarias y
de gestión, que contienen modificaciones estructurales y
organizativas, redireccionan los incentivos existentes y
marcan sendas a seguir para alcanzar las metas que se
proponen, sea en el plano de la atención médica como en
el de la organización de los recursos a emplear. Es
importante entonces, retomando la frase del intelectual
italiano Norberto Bobbio escarbar en la realidad y en el
transcurso de los acontecimientos, para así poder
extraer la materia prima del desarrollo.
En primer lugar, no podemos omitir el hecho de que el
área de la salud se benefició de importantes
innovaciones tecnológicas que significaron aportes tanto
en el diagnóstico como en el tratamiento y modificaron
las características de la labor profesional. Frente a la
evolución científico-técnica que incorporó diagnósticos
más precisos, procedimientos no invasivos y recursos
terapéuticos más complejos, es necesaria una
redefinición de la labor profesional y de la relación
médico-paciente, que ésta se apoye en la tecnología, sin
eliminar el vínculo humano entre ambos.
Cuando los cambios son veloces, el control de calidad,
en todos sus aspectos, se hace más imperioso. Sin
embargo, dicho monitoreo se encuentra con todo tipo de
dificultades: organizacionales, económicas, culturales y
legales. Es justamente el diálogo interdisciplinario el
que puede evitar estos frenos. Privilegio el concepto de
“diálogo” entre quienes interactúan en esta área porque
es justamente esta labor la que permite el intercambio
de conocimientos sobre beneficios (y porqué no, de
posibles perjuicios) tarea de análisis que no debe
omitirse.
En segundo lugar, un enfoque interdisciplinario es
esencial para abordar fenómenos como el de “rurbanización”,
que implica volúmenes muy numerosos de migrantes que
confluyen en las periferias de las grandes ciudades, lo
que en la Argentina se plasma en expresiones como “Gran
Buenos Aires”, o “Gran Rosario”. Porque esos
conglomerados encierran lógicas y realidades muy
diferentes entre sí, desde enclaves como Vicente López o
San Isidro, con indicadores históricamente semejantes a
la Ciudad de Buenos Aires, como bolsones de pobreza
extrema en La Matanza o en Avellaneda, cerca de dicha
metrópoli, pasando por zonas prácticamente rurales en
Florencio Varela o Moreno. Por lo tanto, la interacción
entre distintas disciplinas es fundamental para encarar
políticas específicas en estas regiones, así como
también para tomar conciencia de una realidad
vertiginosa y establecer pautas de acciones
convincentes, sólidas y racionales ante la nueva
configuración científico-tecnológica que se extiende sin
demoras.
Debemos señalar que en otras épocas que transitó la
humanidad, el complejo integrado por la ampliación de
las redes de agua potable y cloacas, la creación del
sistema de pasteurización de la leche y su producción a
gran escala, y el desarrollo de vacunas y antibióticos,
provocó innumerables beneficios en el campo de la salud.
Sabido es que el progreso científico no va acompañado de
la concientización ciudadana cuando el carril de
transmisión - su clase dirigente- no está a la altura de
las circunstancias para reformar la situación presente.
Por lo tanto, desde la extensión de la red de cloacas,
la pasteurización de la leche y la producción de
vacunas, hasta el actual desarrollo ultraveloz de
diagnósticos e intervenciones no invasivas, todas han
sido innovaciones que deben moldearse y potenciarse por
las autoridades, para que aquéllas se inserten en un
sistema sustentable, eficiente, solidario y basado en
una planificación a largo plazo.
Hoy, el marco que debe construirse es un Acuerdo
Sanitario, verdadera “Pax Sanitaria” en el país, por
dignidad de su población, a fin de que las personas que
habitan este suelo alcancen la categoría de
ciudadano-soberano. Dicho Acuerdo lograría que la salud
ocupe el lugar que le corresponde en el proyecto
nacional.
Llegado a este punto, creo fundamental diferenciar el
concepto tan zarandeado de “consenso” respecto del de
“acuerdo”. El primero, generalmente por su amplitud
resulta insignificante para un cambio cualitativo;
muchas veces pareciera que se utiliza como sinónimo de
statu-quo, de mímica de solución, para en realidad
quedarse cómodamente empantanado en la situación actual.
En cambio, el concepto de “acuerdo” requiere exponer en
forma clara y precisa la “situación en conflicto”, que
es expresión de distintos intereses, de pluralidad de
criterios y argumentos que ponen en superficie las
finalidades de los distintos participantes para así
desembocar en una seria “negociación”. En el caso del
campo sanitario, se trata de interactuar y no
confrontar, dentro de un nuevo diseño que articule
medios de producción de servicios de atención médica y
que subraye lo que diferencia “producir salud” de
“consumir asistencia”, así como también diferencie la
población enferma de la población vulnerable. De este
modo, y con este Acuerdo, que no reniega de los
conflictos sino que los encauza en negociaciones
dinámicas, se dará lugar a un nuevo modelo organizativo
y de gestión que contenga a los principales agentes
sanitarios implicados y a la sociedad en general, de
manera que los deseos se conviertan en realidad.
La ciencia, contundente e imparable, ofrece soluciones
de todo tipo, en especial a quienes sufren enfermedades,
aunque no sean ellos los que decidan su uso, sino los
distintos factores estructurales que dirigen las líneas
de acción en la esfera sanitaria, desde los
profesionales de la salud hasta las autoridades y
empresas del sector. Ante esta avalancha, de lo que se
trata es de no volver equivalente “tecnología” con la
suma de conocimiento, racionalidad y reflexión. Esta
tríada de elementos, en realidad son los pilares sobre
los cuales los responsables de llevar adelante las
políticas sanitarias deben pivotear para que las
innovaciones tecnológicas rindan en todo su potencial,
no solamente desde un punto de vista productivo, sino
también humano. Y esa nueva interacción debe apoyarse en
un Acuerdo Sanitario -de gestión pública y gestión
privada- amplio, racional y equitativo, que rompa la
inercia de las cosas, evite las trampas del
inmovilizante concepto de “consenso” y desarrolle
definitivamente las potencialidades del país.
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Ignacio Katz. Doctor en Medicina (UBA). Director
Académico de la Especialización en Gestión
Estratégica de Organizaciones de Salud Universidad
Nacional del Centro (UNICEN) |
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