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Columna


Otra década perdida en Salud
   

Por Lic. Carlos Vassallo (*)

 
Una vez más intentando escribir algo interesante e innovador sobre el conglomerado de la salud de la Argentina. Conste que lo llame conglomerado para no llamarlo sistema, término que no describe el funcionamiento del mismo.
Agobiado como muchos por la inercia y la ausencia de debate e información que asola al sector salud encuentro consuelo en un texto de Sarmiento escrito en 1842 en el Diario El Mercurio “Escribir por escribir es la profesión de los vanidosos y los indiferentes sin principios y sin verdadero patriotismo, escribir para insultar es la de los malvados y la de los estúpidos, escribir para regenerar es el deber de los que estudian las necesidades de la época”.
Estamos nuevamente inmersos como en otras oportunidades en una coyuntura macroeconómica difícil: inflación, baja de la actividad económica, déficit fiscal y carencia de crédito. Y así podría seguir describiendo la situación que impacta fuertemente sobre la microeconomía de las empresas y organizaciones. No sólo que ya no hay referencias a reformas o procesos de renovación dentro del conglomerado sea público, privado o de la seguridad social sino que los actores viven el día a día. ¿Quién puede preocuparse por la eficiencia y la calidad con una situación macroeconómica turbulenta como la que vivimos? Nuevamente vuelve a campear como en muchos momentos de la vida económica argentina no el gestor y administrador de negocios que construye ladrillo por ladrillo sino el financista que sabe cuando entrar y cuando salir, como armar su portfolio, y como moverse en un mundo que es más financiero que operativo.
Salud no es un avión que se pueda poner en piloto automático, la gestión requiere un trabajo personalizado, un monitoreo de cerca del tablero que evite caer en las turbulencias de la macro porque luego será difícil salir indemne. Seguramente como ha sucedido históricamente en el país alguna situación se le encuentra para evitar la quiebra, pero cuando existen daños internos frutos del manejo poco profesional esto erosiona las organizaciones.
El sector salud se parece cada vez más a una familia empobrecida, que no puede mirar más allá de cómo comer mañana y cubrir con las responsabilidades básicas pero se encuentra inmovilizada física y mentalmente para pensar cómo rediseñar el sistema para ser sustentable nuevamente.
Lo lamentable como siempre es el tiempo perdido durante la “década ganada” para realizar algunos ajustes y transformaciones al funcionamiento del sector salud. Momentos claves entre la salida de la caída y resurrección que podríamos ubicar entre 2001-2003 (recordemos que en mayo asumió Néstor Kirchner) y aproximadamente en el año 2010 donde ya el gobierno comenzó a poner parches y realizar enjuagues que fueron socavando la economía argentina.
Es decir tuvimos unan ventana de oportunidad para ordenar y direccionar el conglomerado sanitario que se abrió entre el año 2004 y el 2010 y nuevamente desaprovechamos la oportunidad. Es esto casualidad o existen causas que hacen al sector muy rígido a los cambios cuando hay recursos que fluyen y lo alimentan. Para decirlo brutalmente “No importa demasiado la inequidad y desigualdad del acceso, los resultados y la calidad de los servicios de salud, lo que importa es que el recurso siga fluyendo a las provincias, a la seguridad social o las prepagas y de allí derrame a los prestadores”; La nave va.
La definición de eficiencia institucional es más ubicua que su homóloga en la economía institucional (ambas proponen una solución explicativa darwiniana al cambio institucional, en el largo plazo sólo sobreviven las instituciones más eficientes). Sin embargo la mirada institucional permite reconocer que la relativa autonomía de las ideologías y los códigos de conducta permiten la supervivencia de instituciones ineficientes durante considerables intervalos de tiempo. Quizás hay tiempo de reconocer que hay actores que ganan con el estatus quo del sector salud cuando éste se recupera y las oportunidades son los momentos en los cuales entra en crisis.
Por eso es necesario contar con ideas y planes que superen la coyuntura y la emergencia. Tenemos que superar experiencias pasadas que sólo nos llevaron a salir de la emergencia para volver a reproducir el modelo vigente sin aportar ninguna innovación o transformación importante del sector salud. Sí salud también tuvo una gran oportunidad perdida desde el 2004 en adelante donde ya habíamos asomado la cabeza del agua y había que nadar.
Con un sistema tan fraccionado los cambios no los puede hacer un ministro superhéroe sino que hay que construirlos a través de espacio de consensos y acuerdos institucionales que le muestren a la clase política el rumbo de las reformas del sector. Lo peor es no tener un plan y eso es lo que hay que construir en estas épocas.
La magnitud de los problemas de seguridad, educación, desarrollo económico y otros parecen estar por encima del sector salud por una situación bien concreta afectan a todos los sectores sociales (desde los más ricos hasta los más pobres). Pero en el caso del acceso y calidad de los servicios de salud está en la agenda de los pobres que no tienen voz, ni influencia y que no se reconocen ciudadanos para reclamar derechos. Si me preguntan qué debemos priorizar en los próximos años es justamente un sendero de reformas del sistema público de salud donde se atienden los desclasados de la Argentina. En el resto que es la mayoría se deberá aplicar las regulaciones e introducir algunas políticas de mayor equidad, pero acordemos que a la seguridad social y a las prepagas hay que darles reglas claras y establecer rígidos mecanismos de control y supervisión para evitar abusos y dejar que se administren como lo han venido haciendo hasta ahora. El Pami es una organización demasiado importante como para dejarla girar libremente al antojo del administrador – gerente. El Pami es clave para reconstruir una política pública de salud y en consecuencia tiene que existir sintonía fina entre el ministerio, el Pami y la Superintendencia de Servicios de Salud y no perros y gatos jugando a quien tiene más poder. En ese juego de suma cero uno se anula con el otro y un sector con escasas posibilidades de estar en la agenda por lo antedicho anula su capacidad de gobernanza.
 

(*) Economista - Profesor Titular de Salud Pública Universidad del Litoral. Miembro
del PACTO ARGENTINO POR LA INCLUSION EN SALUD

 

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