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Una vez más intentando escribir algo interesante e
innovador sobre el conglomerado de la salud de la
Argentina. Conste que lo llame conglomerado para no
llamarlo sistema, término que no describe el
funcionamiento del mismo.
Agobiado como muchos por la inercia y la ausencia de
debate e información que asola al sector salud encuentro
consuelo en un texto de Sarmiento escrito en 1842 en el
Diario El Mercurio “Escribir por escribir es la
profesión de los vanidosos y los indiferentes sin
principios y sin verdadero patriotismo, escribir para
insultar es la de los malvados y la de los estúpidos,
escribir para regenerar es el deber de los que estudian
las necesidades de la época”.
Estamos nuevamente inmersos como en otras oportunidades
en una coyuntura macroeconómica difícil: inflación, baja
de la actividad económica, déficit fiscal y carencia de
crédito. Y así podría seguir describiendo la situación
que impacta fuertemente sobre la microeconomía de las
empresas y organizaciones. No sólo que ya no hay
referencias a reformas o procesos de renovación dentro
del conglomerado sea público, privado o de la seguridad
social sino que los actores viven el día a día. ¿Quién
puede preocuparse por la eficiencia y la calidad con una
situación macroeconómica turbulenta como la que vivimos?
Nuevamente vuelve a campear como en muchos momentos de
la vida económica argentina no el gestor y administrador
de negocios que construye ladrillo por ladrillo sino el
financista que sabe cuando entrar y cuando salir, como
armar su portfolio, y como moverse en un mundo que es
más financiero que operativo.
Salud no es un avión que se pueda poner en piloto
automático, la gestión requiere un trabajo
personalizado, un monitoreo de cerca del tablero que
evite caer en las turbulencias de la macro porque luego
será difícil salir indemne. Seguramente como ha sucedido
históricamente en el país alguna situación se le
encuentra para evitar la quiebra, pero cuando existen
daños internos frutos del manejo poco profesional esto
erosiona las organizaciones.
El sector salud se parece cada vez más a una familia
empobrecida, que no puede mirar más allá de cómo comer
mañana y cubrir con las responsabilidades básicas pero
se encuentra inmovilizada física y mentalmente para
pensar cómo rediseñar el sistema para ser sustentable
nuevamente.
Lo lamentable como siempre es el tiempo perdido durante
la “década ganada” para realizar algunos ajustes y
transformaciones al funcionamiento del sector salud.
Momentos claves entre la salida de la caída y
resurrección que podríamos ubicar entre 2001-2003
(recordemos que en mayo asumió Néstor Kirchner) y
aproximadamente en el año 2010 donde ya el gobierno
comenzó a poner parches y realizar enjuagues que fueron
socavando la economía argentina.
Es decir tuvimos unan ventana de oportunidad para
ordenar y direccionar el conglomerado sanitario que se
abrió entre el año 2004 y el 2010 y nuevamente
desaprovechamos la oportunidad. Es esto casualidad o
existen causas que hacen al sector muy rígido a los
cambios cuando hay recursos que fluyen y lo alimentan.
Para decirlo brutalmente “No importa demasiado la
inequidad y desigualdad del acceso, los resultados y la
calidad de los servicios de salud, lo que importa es que
el recurso siga fluyendo a las provincias, a la
seguridad social o las prepagas y de allí derrame a los
prestadores”; La nave va.
La definición de eficiencia institucional es más ubicua
que su homóloga en la economía institucional (ambas
proponen una solución explicativa darwiniana al cambio
institucional, en el largo plazo sólo sobreviven las
instituciones más eficientes). Sin embargo la mirada
institucional permite reconocer que la relativa
autonomía de las ideologías y los códigos de conducta
permiten la supervivencia de instituciones ineficientes
durante considerables intervalos de tiempo. Quizás hay
tiempo de reconocer que hay actores que ganan con el
estatus quo del sector salud cuando éste se recupera y
las oportunidades son los momentos en los cuales entra
en crisis.
Por eso es necesario contar con ideas y planes que
superen la coyuntura y la emergencia. Tenemos que
superar experiencias pasadas que sólo nos llevaron a
salir de la emergencia para volver a reproducir el
modelo vigente sin aportar ninguna innovación o
transformación importante del sector salud. Sí salud
también tuvo una gran oportunidad perdida desde el 2004
en adelante donde ya habíamos asomado la cabeza del agua
y había que nadar.
Con un sistema tan fraccionado los cambios no los puede
hacer un ministro superhéroe sino que hay que
construirlos a través de espacio de consensos y acuerdos
institucionales que le muestren a la clase política el
rumbo de las reformas del sector. Lo peor es no tener un
plan y eso es lo que hay que construir en estas épocas.
La magnitud de los problemas de seguridad, educación,
desarrollo económico y otros parecen estar por encima
del sector salud por una situación bien concreta afectan
a todos los sectores sociales (desde los más ricos hasta
los más pobres). Pero en el caso del acceso y calidad de
los servicios de salud está en la agenda de los pobres
que no tienen voz, ni influencia y que no se reconocen
ciudadanos para reclamar derechos. Si me preguntan qué
debemos priorizar en los próximos años es justamente un
sendero de reformas del sistema público de salud donde
se atienden los desclasados de la Argentina. En el resto
que es la mayoría se deberá aplicar las regulaciones e
introducir algunas políticas de mayor equidad, pero
acordemos que a la seguridad social y a las prepagas hay
que darles reglas claras y establecer rígidos mecanismos
de control y supervisión para evitar abusos y dejar que
se administren como lo han venido haciendo hasta ahora.
El Pami es una organización demasiado importante como
para dejarla girar libremente al antojo del
administrador – gerente. El Pami es clave para
reconstruir una política pública de salud y en
consecuencia tiene que existir sintonía fina entre el
ministerio, el Pami y la Superintendencia de Servicios
de Salud y no perros y gatos jugando a quien tiene más
poder. En ese juego de suma cero uno se anula con el
otro y un sector con escasas posibilidades de estar en
la agenda por lo antedicho anula su capacidad de
gobernanza.
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(*) Economista - Profesor Titular de Salud
Pública Universidad del Litoral. Miembro
del PACTO ARGENTINO POR LA INCLUSION EN SALUD
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