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Tal vez, sólo tal vez, sea hora de
cambiar la manera de pensar… sea
hora de modificar los criterios para
abordar los problemas de fondo que
acosan a los sistemas de salud, a
sus actores, a sus servicios, a sus
financiadores, a los públicos, a los
privados, y por sobre todas las
cosas, a los enfermos…
Viendo lo que está sucediendo en los
mal llamados países del primer mundo
(Europa), donde los pacientes y
médicos, otrora ángulos intocables
de un sistema basado en las
equidades, se han convertido
definitivamente en las variables de
ajuste de un sistema perverso que
impone condiciones y limitaciones
tanto a las necesidades de los
enfermos, como a los portadores de
los conocimientos adecuados para
resolverles los problemas… siendo
que, además, el sistema estructural
ha sido atacado sin piedad por
inconsistencias políticas que han
desmantelado lo que funcionaba mucho
mejor de lo que lo hace ahora,
después de los recortes justificados
en la crisis, después de los
atropellos a los equilibrios,
arrasando definitivamente con el
vínculo médico-paciente, y agregando
costos ocultos y daños colaterales
donde hasta hace mucho no los había.
Detrás de dicho escenario, los
estados políticos se han convertido
en malos lectores de las señales de
cualquier realidad, y junto con
ellos, la Industria Farmacéutica,
cada vez más corporativa y cada vez
más excluyente y disociativa,
insiste con una estructura de costos
propia del siglo XX, pero
desproporcionada y peligrosamente
inequitativa para los tiempos que
corren, estableciendo un divorcio
donde las partes compiten para ver
quién toma ventaja de quién,
produciendo un daño global en un
universo cada vez mayor de gentes
caídas del sistema económico, sin
acceso a la más mínima consideración
humana y/o ciudadana, conformando
estadísticas marginales de las que
no se ocupa nadie.
En dicha lectura, no debe dejarse de
lado el hecho del mundo humano
globalizado… ya que
epidemiológicamente, todo el
panorama planetario de la salud
pública se ha visto modificado
gracias a las contaminaciones de
aguas, aires y cielos, los que
además se han visto intoxicados por
aportes indeseables del mismo hecho
humano, agravado ello por el cambio
climático que ha dispersado virus y
bacterias, imponiéndolos en una
consideración global que, hoy por
hoy, pocos tienen y menos asumen.
Traducido, la salud humana se ha
convertido en una emergencia
(mundial/global), donde muchos
estados (la mayoría) niegan lo
elemental, intentando preservar sus
economías, sin darse cuenta que cada
ahorro injustificado, derivará
indefectiblemente en un impacto
económico geométrico altamente
destructivo ya no sólo de los
presupuestos sociales, sino de las
economías de las propias víctimas,
dejándolas a merced de sus suertes.
De hecho, existe una estimación
global no ratificada, de que más del
60% de las indicaciones terapéuticas
no se cumplen (sea por abandono, sea
por salida del sistema laboral, sea
por incapacidad financiera, o sea
por la razón que se ajuste a lo
dicho). Si dichas indicaciones no se
corresponden con los tratamientos,
indudablemente los problemas de
salud de esas mismas personas, se
acrecentarán, afectando a los
enfermos y a cualquier sistema de
salud y sus economías, de cara al
futuro inmediato.
La pregunta del millón es… durante
los noventa se hablaba de
reconversión de los sistemas de
salud, y ello derivó en inequidades
y estrategias de exclusión
sistemática y creciente, dando como
resultado muchos menos recursos para
muchos más abandonados… entonces,
por qué no dar vuelta el criterio y
comenzar a pensar en las personas,
sus necesidades legítimas, sus
demandas genuinas, y dar forma a un
sistema que incluya masivamente en
vez de excluir, intentando
resguardar recursos que finalmente
se malgastarán en urgencias,
epidemias, y enfermedades no tenidas
en cuenta?... entonces, por qué no
dar un giro al pensamiento y tomar
la iniciativa de empezar por las
personas, para después hacerlo por
las enfermedades, después por las
terapias necesarias, luego por los
servicios necesarios y adecuados, y
finalmente por los recursos
imprescindibles para brindar
coberturas universales?... cómo es
posible que las tecnologías
diagnósticas que se superan día a
día, sean pospuestas aduciendo
razones de “economías” recortadas
por los estados de crisis inducidas
por impericias de partes, condenando
a los pacientes a la incertidumbre
de saberse librados a sus suertes,
condenando a la mayoría de los
médicos a ver cómo unos pocos
disponen de accesos privilegiados a
diagnósticos sofisticados, mientras
que la mayoría procede por
adivinación?... cómo es posible que
las políticas de salud no contemplen
el imperio de los avances
tecnológicos, en un mundo donde todo
se ha vuelto “celular”...?
Insisto, los presupuestos de los
estados ausentes están viciados de
nulidad estructural, pero más allá,
concomitante con lo antedicho, la
estructura de costos aplicativa a
las tecnologías médicas están
diseñadas para otra época, lo cual
produce un daño desproporcionado a
todo el sistema, imponiendo valores
que condenan a la mayoría de los
pacientes a quedar aislados de sus
potenciales curas, obligándolos a
judicializar sus enfermedades para
obtener muy pobres resultados, ya
que la mayoría de los veredictos no
se cumplen y hasta son esquivados
por las ausencias políticas
consecuentes con ahorros
imprudentes.
Una gran proporción de los pacientes
crónicos de esta misma Europa, se
han visto obligados a dejar de lado
sus medicaciones para priorizar el
comer… al tiempo que las gentes
excluidas de cualquier cobertura
médico-social son cada vez más y
más… al tiempo que la globalización
ha “globalizado” las enfermedades
tanto como las carencias de recursos
a la que los estados recurren para
restar derechos y producir mentidos
ahorros, desmantelando servicios,
desplazando profesionales o
condenándolos a emigrar a contextos
más benévolos…
Los sistemas universales de
coberturas sociales han cedido
espacios a modelos limitados de
servicios escasos y de
condicionamientos mayores a las
personas, lo que se traduce en un
mayor gasto de bolsillo personal, a
cambio de ningún ahorro estructural
cierto y verificable, tal se aduce…
añadiéndose que todo aquello no
atendido siguiendo el sentido de
oportunidad clínica, determinará
indefectiblemente que el gasto, como
mínimo, se triplique.
Una vez más… primero las personas…
construyendo un sistema social
público y único, donde todos
participan solidariamente en el
equilibrio que sostiene al conjunto,
obligándose a sí mismo para no
avasallar el derecho del prójimo,
hoy omitido, hoy olvidado o negado.
De no ser así, las tecnologías se
harán cada vez más exclusivas, al
tiempo que los sistemas se harán
cada vez más excluyentes, a tal
punto que para no ahorrar nada,
terminarán no dando ningún servicio,
dando lugar a un modelo “inerte”,
tal está sucediendo hoy.
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