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“Hay algunos pacientes a los que
no
podemos ayudar, pero no hay ninguno
al que no podamos dañar”
Arthur Bloomfield
Salud
y enfermedad parecen ser las únicas caras de la moneda
pero en realidad está lejos de ser una situación de tipo
blanco/negro o si/no.
A diferencia de la dicotomía planteada por Shakespeare
en Hamlet, en salud existen momentos en los cuales
intervenir a tiempo puede modificar los resultados. Uno
de ellos se da cuando el paciente está enfermo pero no
lo sabe. El sentido común recomendaría enfocarse en
detectar la enfermedad en la etapa asintomática. Ahora
bien, ¿todas las enfermedades ameritan ser rastreadas
proactivamente? La respuesta es rotundamente no. Son
muchas las ocasiones en las que se plantean situaciones
como “Dr. pídame todo” o “vengo por un chequeo
completo”. Representa un desafío que aquellas
enfermedades con evidencia científica para ser buscadas
proactivamente en etapas asintomáticas, efectivamente lo
sean. Pero es un desafío tan o más importante que no se
implementen otras tantas que cuentan con evidencia en
contra de realizarlas. Parece un juego de palabras, pero
no lo es.
¿QUÉ ENFERMEDADES AMERITAN
UNA CONDUCTA PROACTIVA DE RASTREO?
Sin entrar en ejemplos concretos, sobre todo porque las
verdades en medicina suelen serlo temporalmente, ciertas
características descriptas por Frame y Carlson(1)
convierten a una enfermedad en atractiva para su
búsqueda en etapas asintomáticas.
-
Que sea frecuente y con impacto clínico (morbimortalidad).
-
Que pueda ser detectada y tratada en etapa
asintomática.
-
Que se cuente con test diagnósticos efectivos,
seguros y aceptables.
-
Que el tratamiento temprano resulte superior al de
la etapa de diagnóstico habitual.
-
Que el daño potencial de la intervención sea menor
que el del tratamiento no precoz.
Tan
negativo como no rastrear enfermedades con criterio para
serlo (situación conocida como subutilización
inadecuada), resulta buscar proactivamente patologías
sin evidencia que lo avale o incluso ésta sea contraria
a realizarlo. Esta situación, en la cual el paciente
accede a más prestaciones de las que necesita, se
denomina sobreprestación inadecuada y no está exenta de
generar eventos adversos.
Asistimos actualmente a un debate profesional y ético,
en el marco de la denominada prevención cuaternaria(2),
respecto a qué medidas se deben implementar para evitar
o atenuar las consecuencias de intervenciones
innecesarias que generamos los médicos. Hemos ido tan
lejos que debemos prevenir la prevención innecesaria. La
prevención cuaternaria debiera ser una prioridad para
que pueda aplicarse un principio básico de la medicina,
“primum no nocere” (primero no dañar).
¿Cómo adecuar el proceso de
rastreo a las recomendaciones BASADAS EN LA EVIDENCIA?
La tarea no resulta sencilla pero las estrategias
debieran apoyarse en dos pilares fundamentales,
educación y normatización:
-
Que los médicos conozcan qué enfermedades requieren
ser rastreadas y cuáles no.
-
Que las conductas médicas se basen más en la
evidencia y sea cada vez menor el espacio para “cada
maestrito con su librito”.
-
Que tanto médicos como pacientes entiendan que “más
no siempre es mejor”(3). Es probable que cuantas más
prácticas se soliciten más chances haya de obtener
un falso positivo, un resultado compatible con
“enfermedad” aun cuando la persona no padezca la
misma. Ante ese resultado, probablemente la conducta
no sea revisar la verdadera necesidad del estudio
sino que aparecerán en escena repeticiones del mismo
e incluso estudios más invasivos, tan innecesarios
como el que se solicitó inicialmente.
Habiendo
evidencia suficiente para optimizar el abordaje de la
prevención en medicina, ¿por qué nos cuesta menos
continuar haciendo cosas que no cuentan con evidencia
que lo sustente, que dejar de hacer otras tantas cuya
evidencia recomienda en contra de llevarlas adelante?.
¿Será por la formación que recibimos en el pregrado?,
¿por qué se valora más cantidad que calidad?, ¿por las
presiones que recibe el médico de diferentes actores del
Sistema de Salud?, ¿Será acaso simplemente por usos y
costumbres?.
Probablemente obedezca a la combinación de todos ellos y
muchos otros pero está claro que debemos implementar
medidas que tiendan a optimizar aquello que hacemos por
la salud de los pacientes. Mirar para otro lado no
parece ser la manera más adecuada de ayudarlos.
Bibliografía
1. Frame PS, Carlson SJ. A critical review of periodic
health screening using specific screening criteria. Part
1: Selected diseases of respiratory, cardiovascular, and
central nervous systems. J Fam Pract. 1975; 2(1):29–36.
Part 2: Selected endocrine, metabolic and
gastrointestinal diseases. 2(2):123–9. Part 3. Selected
diseases of the genitourinary system. 2(3):189–94.
2. Gérvas Camacho J, Gavilán Moral E, Jiménez de García
L. Prevención cuaternaria: es posible (y deseable) una
asistencia sanitaria menos dañina. Actualización en
Medicina de Familia 2012; 8: 312-7.
3. Fisher ES, Wennberg DE, Stukel TA, Gottlieb DJ, Lucas
FL, Pinder EL. The implications of regional variations
in Medicare spending. Part 2: health outcomes and
satisfaction with care. Ann Intern Med. 2003;138:288-98.
(1) Médico Especialista en Clínica Médica. Coordinador
del Eje Teoría de la Salud Pública, Maestría de
Administración de Sistemas y Servicios de Salud (UBA,
sede Sanatorio Güemes).
(2) European System for Cardiac Operative Risk
Evaluation.
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