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Opinión


Salud Corporativa:
Cobertura médica post retiro

Por el Dr. Héctor Barrios, Director de Towers Watson

 
Corría el mes de setiembre de 2008, más precisamente era el día 15 de ese mes. No iba a ser un día cualquiera en Wall Street: el banco de inversión Lehman Brothers pediría protección crediticia ante la ley, declarándose oficialmente en bancarrota; casi simultáneamente, el banco de inversión Merrill Lynch era adquirido por el Bank of America a mitad de su valor real. La prensa estadounidense comenzó a catalogar la situación como de “pánico financiero”, “crisis económica en el país” y de “colapso”. Se estaban viviendo los peores momentos de la crisis financiera que luego impactaría a la economía mundial.
Unos meses después, en marzo de 2009, no eran pocas las empresas que trataban de sobrevivir al colapso. Una de ellas era General Motors, la que fuera la mayor empresa de los EE.UU. y un modelo organizativo para el mundo. Luego de profundos estudios económico-financieros la compañía le propuso al sindicato crear un fideicomiso ofreciendo una inversión de u$s 20.400 millones. ¿El objetivo del fideicomiso? Que se hiciera cargo de los gastos de salud de medio millón de trabajadores retirados y de los de sus cónyuges. Este acuerdo le permitiría a General Motors reducir en u$s 46.700 millones (sí, leyó bien amigo lector) sus pasivos contables.
Simple: la compañía gastaba en el año 2004 la “módica” cifra de u$s 5.200 millones para financiar los gastos médicos y una parte importante de ese monto correspondía a sus ex empleados. Esa cifra trepó a u$s 5.800 millones en 2005 y continuó creciendo anualmente en porcentuales de dos dígitos. Ya en 2005 General Motors tenía una deuda acumulada de gastos médicos de más de u$s 57.000 millones.
El sistema nació fantástico: usted trabajaba en GM, la mayor empresa del país. Y qué menos puede hacer la compañía por usted que cubrirle de por vida su salud y la de su esposa cuando se retire.
Claro que nació fantástico, hasta que alguien dijo: “Bueno si es un compromiso, es una deuda y si es una deuda hay que reflejarla en el Balance de la compañía”. Así nació en EE.UU. en el año 1984 la Norma FAS (Financial Accounting Statement) 81 de aplicación obligatoria en los Balances. El objetivo fue buscar que las compañías transparentaran su posición financiera respecto de los beneficios que ofrecen a sus empleados y ex empleados.
Esa norma se perfeccionó luego con la actual FAS 106 de uso a nivel mundial con distintas denominaciones.
Naturalmente, cuando se comenzaron a hacer los cálculos, la deuda era relativamente reducida, pero los nuevos trabajadores que se retiraban acumulaban rápidamente más deuda. Además la vida se alargaba, las nuevas tecnologías y medicamentos sumaban más gastos…y terminó mal.
En la Argentina pasó algo bastante parecido, aunque naturalmente en una dimensión muchísimo más reducida. No fueron pocas las compañías que brindaban este tipo de beneficio. Bancos, automotrices, empresas tecnológicas, laboratorios, entre otras, tuvieron este tipo de iniciativas. Sin embargo, la recesión que vivimos en la segunda parte de los noventa, más la crisis del 2001 hicieron extinguir el beneficio. “Los que están... están, pero aquí se termina”, dijeron en casi todas las compañías.
Alguna de estas empresas “compró el beneficio”. Un mecanismo simple: le dijo a la prepaga que le brindaba la cobertura que le calculara actuarialmente el costo y se lo pagó al contado.
En otros casos, donde la cantidad de beneficiaros superaban las 1.000 personas, el monto total era de un impacto tan significativo que optaron por seguir abonando mensualmente el costo de las cuotas.
Otras empresas dijeron simplemente “no podemos seguir financiando esto” y propusieron compartir el gasto en algunos casos y en otros, trasladarlo en su totalidad a los jubilados –o por lo menos a quienes pudieran pagarlo- Naturalmente hubo casos en que los beneficiarios tenían este beneficio documentado y no les alcanzó la restricción.
A mitad de camino entre ambas situaciones están las empresas que negociaron con la prepaga un valor preferencial de cuota que les es facturada a la misma empresa y ella, a su vez, se encarga de cobrarle -total o parcialmente- a sus jubilados. Claro que en la práctica, la mayoría de las veces esas cuotas tienen un subsidio oculto, ya que si bien para la prepaga la cuenta es una sola: pero una cuota más baja para los jubilados significa una cuota más alta para los activos. De hecho, refiriéndose al tema, el Director Comercial de una de las prepagas más importantes del mercado nos comentaba: “para mí, hay una sola cuenta”.
Ahora bien, cada vez que sale el tema dentro de las empresas, es casi unánime la opinión de que se trata de un tema crítico al que sería interesante encontrarle una solución.
Sin abrir juicios de valor sobre el Pami, resultan obvias las diferencias y por ende las expectativas, de quien ha tenido cobertura del primer nivel de mercado corporativo como Galeno, Medicus, Omint, o Swiss Medical en medicina prepaga o en Ase-Medifé, Hope, Osde, Osdipp o Pasteur en materia de Obras Sociales de Dirección.
Para cumplir con las referidas expectativas, podemos decir que el mercado está próximo a recibir de parte de los operadores un producto que cambiará, probablemente para siempre, el curso de la cobertura médica de los retirados. En nuestra próxima entrega, contaremos el “cómo”.

 

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