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EL HOY COMO DÉFICIT
En el campo de la salud los últimos cincuenta años
muestran para nuestro país un franco estancamiento. No
podemos aquí detallar y matizar períodos, contextos y
causantes, pero bien vale detenernos en algunas claves
del período. Claves que no pretenden presionar sobre
llagas a modo de denuncias estériles, por más ciertas
que fueran, sino alumbrar un camino de construcción. Se
trata, en definitiva, de la crítica como método
propositivo y progresivo para alcanzar una verdadera
regeneración democrática en el área de la Salud, a la
altura del desafío que nos impone el presente.
El desmoronamiento o anomia del campo sanitario no puede
ser atribuido a que no encabeza el ranking de las
necesidades extremas, como pueden ser la seguridad, la
inflación, la violencia o el narcotráfico. El actual
asistema sanitario persiste en la fórmula
oferta/demanda, ignorando que su finalidad es abocarse a
las necesidades.
No se puede alcanzar la meta de la seguridad asistencial
de la población sin un control efectivo y real del
Estado. La complejidad del área así lo exige. No se
logrará con un Estado mutilado (como el que nos dejó la
llamada desregulación) ni un Estado ineficiente por no
emplear la tecnología que la informática y las
comunicaciones hoy posibilita.
Esto no significa, en absoluto, que debemos estatizar
toda la estructura sanitaria. Existe una falsa antinomia
de medicina privada y estatal: hoy los recursos de la
cibernética posibilitan interactuar con ambas. La
primera propicia el empleo de la tecnología de
vanguardia (cuando los casos así lo ameritan) y la
segunda lleva como carga esencial la formación de los
profesionales. Labor ésta en que el Estado juega su rol
rector y la que debería contar sin excusas con el aporte
financiero del sector privado.
Debemos lograr un “acuerdo” que permita desatar el nudo
actual sin cortarlo, por medio de negociaciones
concretas y comprometidas –y no de abstractos “diálogos”
y “consensos”–, que involucren a los actores esenciales
a fin de que interactúen con la prioritaria finalidad de
reducir la brecha que instaló una frontera entre la
medicina privada y la caridad pública.
La situación actual, aunque con altibajos, sigue
presentando los mismos problemas desde hace décadas, al
tiempo que agravados en un contexto global (que excede
pero incluye al nacional) crecientemente preocupante con
respecto a la mercantilización de la salud. Se celebran
modificaciones aisladas, reivindicaciones corporativas,
iniciativas discutibles y grandilocuentes anuncios que
reproducen la actual viciada estructura sanitaria, donde
sigue ausente la planificación estratégica y su
correspondiente agenda de acción.
EL HOY COMO POTENCIA
SUPERADORA
Pero los emprendimientos transformadores no dependen de
la solución de los problemas sino del aprovechamiento de
las oportunidades, como bien lo señalaba, Peter Druker.
En ninguna cuestión como en la de la salud se puede
“ver” el imperativo de solidaridad, lo cual evidencia
que el desarrollo individual es pleno si se asienta en
una verdadera vida comunitaria. De ahí la vigencia de la
medicina comunitaria como campo de labor.
En nuestro país, aprovechando la existencia de buenos
médicos y profesionales del área, éstos deben transmitir
su experiencia en los hospitales públicos y así
recuperar su triple función, asistencial, docente y de
investigación clínica con las necesarias asociaciones
con el sector privado. Y no truncando carreras a los 50
años, como lo implica la baja en la edad jubilatoria
alcanzada recientemente por el personal bonaerense de
salud.
El retroceso relativo del campo sanitario se vuelve
tanto más trágico en cuanto se consideran los avances
producidos en otros campos disciplinares, como el
biológico y el genético. Efectivamente, mientras que la
epidemia del dengue persiste en el centro y norte del
país, un hallazgo de científicos argentinos podría ser
clave para superarlo. Un equipo liderado por la
investigadora principal del CONICET y de la Fundación
Instituto Leloir, Andrea Gamarnik, encontró que el virus
muta cada vez que pasa de los mosquitos a los seres
humanos, y así aumenta su eficacia para replicarse y
alcanzar más huéspedes.
También investigadores argentinos lograron identificar
una alteración genética vinculada con casos graves de
autismo. El doctor Marcelo Kaufmann llevó adelante esta
investigación pionera en el país junto con el doctor
Adrián Turjanski, investigador del Conicet y docente de
la UBA, donde dirige el grupo de bioinformática
estructural, quien destacó que “es la primera vez que un
estudio como éste se hace íntegramente en el país”.
Para este proceso de construcción de un verdadero
sistema de atención médica federal, integrado y
solidario, y que mejore el gasto público en salud, se
debe consolidar finalmente un Observatorio Nacional de
Salud. Este organismo resulta vital para monitorear las
distintas problemáticas sanitarias de todo el país y
ofrecer a las autoridades de las áreas competentes
información indispensable para la mejor toma de
decisiones. Es la única manera de conocer
fehacientemente estadísticas indispensables para una
organización racional de recursos. Si no sabemos dónde
estamos parados, difícilmente podamos dirigirnos a donde
queramos.
Por su parte, el carácter federal del necesario sistema
de salud, tanto en sus aspectos logístico-territoriales
como en los jurídico-legales, resulta esencial, en
consonancia con nuestra propia Constitución Nacional.
Pero para ello el principio de subsidiariedad resulta
indispensable. De nada valen las autonomías provinciales
si no cuentan con los recursos necesarios. Y el Estado
Nacional no puede delegar ser el garante último de un
derecho básico como lo es el de la salud, y en
definitiva el de la vida.
A este respecto, el caso del entrerriano José Fortina,
parece una caricatura del horror. De vacaciones en
Carlos Paz y ante un infarto, obras sociales, hospitales
y clínicas privadas se mostraron insuficientes para
atenderlo de manera adecuada en el momento indicado,
provocando su evitable fallecimiento. La ausencia de una
articulada infraestructura y sobre todo la falta de una
clara responsabilidad centralizada, permitieron que sus
familiares vagaran de una dependencia a otra hasta que
resultó demasiado tarde.
Se requiere de inteligencia y voluntad para superar las
diversas trabas a fin de crear un verdadero sistema que
ponga la salud de los argentinos en primer lugar. Si no
democratizamos la estructura sanitaria no habrá salud de
calidad para todos, y sin salud para todos no hay
democracia posible.
Vale recordar lo señalado por George Bateson, cuando nos
dice “el hombre en su accionar crea su propio ambiente,
determinando su utilidad biológica, no solo
individualmente, sino que afecta a la comunidad en su
conjunto”.
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Ignacio Katz.
Doctor en Medicina (UBA).
Director Académico de
la Especialización en Gestión Estratégica de
Organizaciones de Salud Universidad Nacional del
Centro (UNICEN).
Autor de: “Claves jurídicas y asistenciales para la
conformación de un Sistema Federal Integrado de
Salud” (Eudeba, 2012) |
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