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La dinámica social de las últimas décadas ha ido
generando una nueva configuración de los aglomerados
populares urbanos y suburbanos, centrada en la
informalidad laboral de sectores trabajadores que por su
condición no pueden incluirse en la seguridad social
tradicional. Si el binomio salud - enfermedad es directa
expresión no sólo de la biología sino de los procesos
sociales, es obvio el nexo de articulación con los
procesos económicos que afectan a la sociedad. De esta
forma, la dinámica sanitaria no existe sólo como
fenómeno individual sino colectivo, de donde surge la
necesidad de ubicarla en el contexto de las familias
como comunidad para comprenderlo, atenderlo y
transformarlo. El Dr. Carrillo planteaba hace más de 60
años que las consideraciones vinculadas a la posición de
los grupos familiares en la estructura social y los
procesos de salud – enfermedad que los afectan deben ser
analizadas delimitando la incidencia que tienen las
condiciones de vida. Para ello es necesario tener en
cuenta que, más allá de compartir un espacio urbano,
suburbano o rural, el modo y grado como los diferentes
grupos sociales quedan expuestos a la enfermedad varía
significativamente como eje de conflicto. Esta falta de
uniformidad en la distribución espacial y social de la
enfermedad tiende a correlacionarse con la falta de
uniformidad en la disposición y acceso a los recursos
del sistema, y condiciona las estrategias familiares de
su resolución en el contexto de la APS.
En un escenario de creciente discusión por la aplicación
de los recursos públicos en el campo social, son las
Autoridades Sanitarias provinciales las responsables
últimas de enfrentar la consecución de objetivos
múltiples y demandas que muchas veces compiten entre sí.
Y esto resulta complejo no sólo en términos de equidad,
sino en cuanto al porqué no se logra mayor eficiencia en
la aplicación de tales recursos y mayor efectividad en
los resultados. En ese sentido, también los niveles
subprovinciales están permanentemente bajo presión de
asegurar que los servicios no sólo sean efectivos en
resultados, sino adecuados en calidad y con garantía de
accesibilidad, y que el personal de salud resulte
ampliamente receptivo a las necesidades de los
pacientes.
En la próxima década, el fortalecimiento de un nuevo
Modelo de Gestión en Atención Primaria de la Salud a
nivel provincial, centrado en la familia y basado en
resultados e impacto, debe ser el tema central en la
reforma instrumental de las políticas de salud basadas
en derechos. Su renovación en términos de modelo
Integral, uniforme y con objetivos debe adquirir
preeminencia en el debate sanitario como instrumento
para fortalecer los procesos locales de salud. Este
enfoque responde al reconocimiento de la prevalencia de
inequidades geográficas sumadas a las propias
debilidades intrínsecas que derivan de la falta de
coordinación de los recursos. Estudios efectuados sobre
niveles de accesibilidad en el conurbano bonaerense han
demostrado la presencia de barreras vinculadas a una
infraestructura inadecuada de servicios de baja
utilización, a esquemas heterogéneos de gestión de los
recursos humanos que se desempeñan en los CAPS,
escasamente motivados y remunerados. Su resultado es la
lenta modificación de los indicadores básicos de salud.
Aspectos clave como el medio ambiente, la organización
de los servicios asistenciales, su utilización y la
disponibilidad de bienes necesarios para el cuidado
básico de la salud y la prevención de la enfermedad por
parte de las familias obligan a evaluar críticamente qué
tipo de estrategias implementar respecto a la salud de
los sectores populares, para que puedan optimizar los
escasos recursos de que disponen con el objetivo de
preservarla. Más aun, reconociendo que la totalidad de
las decisiones que toman las personas constituyen
estrategias familiares para el cuidado de la salud, nudo
central que define el marco lógico para plantear una
nueva planificación sanitaria ampliamente participativa
a nivel local.
Lo que se plantea es la construcción de un Sistema de
Protección Social con Enfoque Familiar destinado a
proveer una atención integral, universal y permanente, a
punto de partida de los Centros de Atención Primaria
municipales pero mediante la intervención activa de
extramuros de Equipos de Salud Familiar y Comunitaria.
Estos se definen como unidades de salud compuestas por
un equipo multiprofesional, responsable por una
determinada población, que asegura el seguimiento
permanente en el tiempo de los mismos grupos familiares
a cargo. Su función no sólo es garantizar acceso
efectivo a las redes asistenciales, en forma oportuna,
de calidad y sin discriminación, sino trabajar en
prevención y fortalecer la promoción de la salud a
partir de promover la participación real de la gente en
su construcción y la modificación de los determinantes.
El modelo no es nuevo y ha sido exitoso en Brasil, Costa
Rica, Chile y Uruguay. El ATAMDOS fue un ejemplo en la
Provincia de Buenos Aires. No es malo copiar las
estrategias de otros países. Lo malo es insistir con más
de lo mismo.
La estrategia del modelo de protección social se basa en
que el Ministerio Provincial pueda volver a alinear la
estrategia de las jurisdicciones municipales en torno a
uniformar el esquema de trabajo interdisciplinario
centrado en la familia bajo responsabilidad, allí donde
vive y se reproduce. De esta forma se otorga una visión
más amplia al conflicto salud-enfermedad, haciendo
hincapié en la necesidad de intervenciones más
eficientes y efectivas que las prácticas curativas
tradicionales. La protección social en salud no se
constituye así como una serie de intervenciones
verticales comunes a la actividad tradicional de los
servicios de salud. Su objetivo está dirigido a
reformular actividades, integrándolas en forma
horizontal y promoviéndolas en un territorio definido.
Esta estrategia de intervención se encuadra en los
principios de universalización de cobertura,
facilitación de acceso, separación entre financiación y
provisión, descentralización de la asistencia (en el
marco de un sistema formado por dos niveles: provincial
y municipal), integralidad del abordaje sanitario y
participación comunitaria.
Es cierto que implica un enorme desafío conceptual y
estratégico intentar modificar en forma profunda el
modelo de organización, financiamiento y gestión
sanitaria tradicional hacia un esquema territorial con
eje en el rol de los Equipos interdisciplinarios. Éstos
no sustituyen sino que agregan funcionalidad al esquema
básico de los CAPS, porque su desafío es el terreno y no
el consultorio. Más allá de la referencia y
contrarreferencia que parece ser siempre el eje de una
problemática no resuelta del modelo de atención, lo más
importante es el diagnóstico local de salud con
participación social. Así es posible dividir el
territorio por “zonas de condiciones de vida y salud”
mediante la concertación con las diferentes
instituciones del eje social y la comunidad, sumando el
rol del Equipo de Salud Familiar y Comunitaria y su
trabajo multidisciplinario en base a la condición de
salud de las personas/ entorno/determinantes.
Los Equipos de Salud Familiar Y Comunitaria deben
empoderarse de los procedimientos adecuados para
responsabilizarse por la salud de una población a cargo,
además de la coordinación de la prestación en red de los
servicios requeridos en cada nivel. Pero su misión
fundamental reside en garantizar un modelo de atención
bio – psico - social basado en la persona, la familia y
la comunidad y orientado a proteger, mantener y promover
la salud de la población con acciones integradas y
continuas de cuidado a través de todo el ciclo vital.
Nada más contundente que el pensamiento vivo del maestro
Carrillo.
Por complejo que sea el escenario normativo, económico,
político, ético, científico, organizacional y laboral
por venir, unificar la orientación de la APS hacia las
familias y su cuidado permanente en el tiempo se
presenta como una ventana de esperanza para ver una
nueva luz más allá del túnel en que se ha convertido el
modelo sanitario tradicional asistencialista. No es
posible seguir prisioneros de reglas históricas que
repiten un círculo vicioso entre oferta suficiente y
resultados sanitarios insuficientes. Las debilidades de
la cultura organizacional y burocrática del sector
público no pueden dar la espalda al bienestar general ni
ponerse en contra de la equidad, como tampoco la
práctica biomédica centrada en la enfermedad puede
restringir nuevos enfoques que apunten a romper los
criterios convencionales entre salud/enfermedad. Si
realmente pensamos en el Dr. Carrillo no podemos hacer
otra cosa.
(*) Doctor en Medicina.
Magister en Administración de Servicios de Salud UCES,
Posgrado en Economía para No Economistas - Cámara
Argentina de Comercio. Diplomado en Economía de la
Gestión Sanitaria CIESS México DF. Profesor Titular de
la Cátedra Análisis de Mercados Sanitarios - Maestría en
Economía de la Gestión Sanitaria Universidad ISALUD.
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