|
Los argentinos contamos con uno de
los sistemas de salud más inclusivos
de Latinoamérica; casi no existe
lugar en el que un habitante
requiera servicios de salud y no
pueda recibirlos. Dedicamos casi 9
de cada 100 pesos al cuidado de
nuestra salud, y ese gasto dividido
por el número de habitantes, arroja
uno de los gastos en salud más altos
de América. ¿Es entonces por falta
de financiamiento que el sector de
la salud esta estancado?; no
pareciera: hay hospitales y unidades
de atención recién construidos en
todo el país (aunque no funcionan a
pleno por falta de profesionales y
técnicos); los carteles anuncian por
doquier obras públicas destinadas a
salud; las obras sociales cubren
tratamientos cuya efectividad está
en debate en los países del primer
mundo.
Una mirada sobre los resultados que
obtenemos, promediando los logros de
todos los argentinos, parece arrojar
conclusiones optimistas: vivimos
más; mueren menos niños antes de
cumplir 1 año y son más las
posibilidades de vivir una vida
exenta de discapacidades o secuelas;
contamos con un número de médicos
mayor que casi todo el resto de los
países de la región y una industria
farmacéutica pujante; pero esto
pareciera ser una ficción propia de
la “tiranía” estadística, pues no
significa que todos los argentinos
gozamos de buena salud o que los
servicios asistenciales ofrecen una
respuesta de igual calidad,
seguridad, oportunidad y eficacia
para todos.
La efectiva protección en términos
de salud depende de variables que no
están relacionadas con lo que
efectivamente cada uno necesitaría
si enfermara, sino con la posición
en el inequitativo escenario de
nuestra sociedad, la calidad y el
resultado de lo que cada uno reciba
dependerá de ello y no de su
necesidad: de si posee o no obra
social (y cuál, ya que las
diferencias entre ellas son
grandes); de donde viva (la
probabilidad de morir de un recién
nacido formoseño es 2,5 veces mayor
que la de uno de la región norte
metropolitana; y la de este, 2 o 3
puntos menor que uno de la zona sur
de la misma región ); qué y cuánto
coma, si le alcanza para pagar los
remedios (con niveles de pobreza
mayores del 25%); si tiene agua
potable, cloacas o gas natural (que
sólo tienen el 60, 87 y 67% de los
hogares del AMBA respectivamente);
el nivel educativo que haya
alcanzado o si le “subió la
prepaga”.
En la práctica, una salud para
quienes puedan pagarla y otra para
quienes sólo reciben lo que pueden
en reemplazo de lo que necesitan.
Silenciosamente, y a diario (porque
pocas veces son noticia), unos hacen
cola en la madrugada esperando un
número salvador que les permita
atenderse ese día; mientras otros
llaman médico a domicilio; y otros
esperan ambulancias que no llegan a
sus barrios carenciados por falta de
seguridad, o porque las calles son
intransitables; unos compran
medicamentos de dudosa necesidad con
descuento, mientras otros compran
medicamentos imprescindibles a
cuenta de su magro salario; unos
esperan en guardias abarrotadas de
hospitales en cuyas escalinatas
duermen varias personas y atienden
médicos y enfermeras amenazados por
la violencia, agobiados por el
pluriempleo o vencidos por la falta
de motivación. La respuesta parece
ser la indiferencia de la política,
pero cuando un niño muere
desnutrido, un adolescente sucumbe
ante la droga; un anciano es
abandonado a su suerte, una mujer es
golpeada por su pareja; una niña es
abusada en su hogar o alguien cambia
su pronóstico de sobrevida por un
cáncer, y el sistema no responde, la
indiferencia mata.
Por indiferencia hemos dejado al
sistema de salud sin una conducción
que lo piense a largo plazo, librado
a discusiones que poco tienen que
ver con la salud pública o a
legislaciones que emparchan
atendiendo problemas puntuales que
son necesidades de algunos pocos.
Llega el tiempo de abandonar la
indiferencia sobre esa salud
desigual y fragmentada y fijar la
vista en la diferencia entre esos
unos que tienen el beneficio de la
pertenencia y aquellos otros que
sólo poseen la condena de la
exclusión.
* Patricia
D’Aste es presidenta de SADAM
**Mario Glanc es Director de la
maestría en sistemas de salud y
seguridad social de la U. ISALUD.
|