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Columna


El valor moral como imperativo:
Revertir la inequidad

“La ética del político no es sólo ser fiel a sus principios, sino a hacerse responsable de las consecuencias”
Max Weber

Por el Doctor Ignacio Katz

 
Este año la Real Academia Sueca de las Ciencias ha decidido distinguir con el premio Nobel a investigadores preocupados en la mejora de la salud global, priorizando la lucha científica en enfermedades relacionadas con la pobreza. Se trata del desarrollo de medicamentos de impacto directo en la salud en países subdesarrollados, con poblaciones con alta tasa de vulnerabilidad. Concretamente, los premiados son el microbiólogo irlandés William Campbell, su colega japonés Satoshi Omura y la farmacóloga china Youyou Tu. Sus hallazgos ayudaron a salvar millones de vidas.
En consonancia con lo premiado, se pone en primer plano el grupo de “enfermedades desatendidas”, que no sólo habla del diseño de nuevos fármacos, sino que nos señala la necesidad de abordar con renovado ímpetu una estrategia que reconozca en cada país a las enfermedades relevantes de manera conjunta con la condición sanitaria. Dentro de ésta, se destaca la falta de cloacas que propende al contagio de persona a persona; es decir, no de una vía vertical, como en el Chagas, sino horizontal, del llamado “pozo ciego” al pozo de agua a beber.
Este premio nos obliga a una toma de conciencia en nuestro país sobre enfermedades tales como la hidatidosis, la leptospirosis, además del Chagas, entre otras; y nos impele a referirnos a la condición de la medicina y la salud en nuestra población, lo cual requiere de un cuádruple ejercicio:

a) Evaluar la situación actual.
b) Detectar las aspiraciones ciudadanas.
c) Los objetivos gubernamentales.
d) Las tendencias mundiales y cómo estas influirán en políticas y acciones locales.

Venimos de cambios científicos-tecnológicos e inclusión de actores financieros que posibilitaron la siguiente caracterización de la actual estructura sanitaria:

  • fragmentación y dilución de responsabilidad.

  • predominio del binomio derroche/carencia.

  • y una brecha social que acentúa las márgenes de inequidad que el “telón” de la justicia social no ha podido ocultar.

  • Pues nuestra configuración social ha mutado a lo largo de las últimas cuatro décadas en sus tres componentes constitutivos: los individuos, la sociedad y el gobierno. Los tres han sido atravesados por dos espectros de real importancia como son el mercado y la corrupción, y que no podemos ignorar. Esta nueva configuración es global, prevalece en el escenario, mientras no se consolida una planificación estratégica innovadora.
    Desde Alma Ata en 1978, la Organización Mundial de la Salud (OMS) prometía Salud para Todos en el año 2000. En aquel momento, se consensuó que la equidad, la solidaridad y la salud como derecho debían ser los principios rectores de la atención primaria. El danés Halfdan Mahler, entonces director de la OMS, en un encuentro en Buenos Aires de 2007 sostuvo que los conceptos de Alma Ata “fueron traicionados, al introducir el concepto de atención primaria selectiva”, según el cual se atendían sólo algunas enfermedades. Y fue claro en su grafía de la situación: “Estamos hasta el cuello en el fango verbal contra los cocodrilos conceptuales, que nos quieren comer de un solo bocado”. Una vez más, un buen proyecto internacional que no se cumple, como el Protocolo de Kioto sobre el cambio climático de 1997.

EL REPLANTEO NECESARIO

Debemos recuperar ese legado de cara al futuro, que será distinto, que requerirá no sólo racionalidad y mayor austeridad sino principios que sostengan criterios de una sociedad mancomunada; como los que obliga la salud, donde la solidaridad no es una opción sino un elemento constitutivo básico, y para el cual se requieren criterios de innovación para lograr un gasto social sustentable.
El replanteo o actual desafío es prepararnos para los cambios que se avecinan y participar de ellos. Las brechas a las que nos hemos referido sólo se enfrentan con educación de calidad para alcanzar productividad en los servicios de atención médica, equitativo en proporción a las necesidades y la demanda. Sin caer en el perimido binomio oferta-demanda que sólo mostraba lo asequible (por su existencia) pero no en un nivel de accesibilidad. Hoy se trabaja para controlar determinantes pero no con la intensidad necesaria en predisponentes y condicionantes, que constituyen los desencadenantes previos y estructurales.
Es fundamental la visión multidisciplinaria. Hoy los problemas médicos no son sólo cuestión de médicos, se requiere ayuda de otros campos de la ciencia. Habrá que construir un sistema integrado público-privado al que se engarcen líneas de producción biomédicas, verdaderos “clusters” de desarrollo de bioingeniería que nuestro país debe potenciar. No se trata de nuevas tecnologías sino de usar creativamente las existentes porque estas herramientas tienen capacidades y posibilidades de usos más allá del original.
La tecnología es costosa, pero ¿cuál es el porcentaje de su aplicación acrítica? Nuestro esfuerzo en investigación tecnológica debe ser priorizar. Se impone replantear y repensar el sendero para lograr en forma orgánica sin dejarlo librado a la espontaneidad. Recordemos el decir de Arturo Frondizi: “En un país subdesarrollado, no es con espontaneidad, sino con planificación de políticas activas que se avanza en el desarrollo social”.
Pero hoy se comprueba la ausencia de partidos políticos, reemplazados por “espacios” de geometría amorfa y disputas entre personas y grupos de intereses que hacen referencia a ellos mismos. No hay elaboración de programas concatenados con agendas concretas. Falta una planificación estratégica y sobresale una “mediocridad ultra estable” que pone de manifiesto incapacidad o una cómoda ignorancia.

PARA SALIR DEL FANGO

Para revertir esta compleja realidad, hay que muñirse de todas las herramientas posibles, y advertir las señales de alarma globales. En este sentido, mencionemos también, para cerrar, el otro Nobel brindado recientemente, en este caso de Economía, al académico ortodoxo escocés, Angus Deaton, quien enfatiza la necesidad de contar con estadísticas sobre la pobreza. Sus investigaciones apuntan a responder, entre otros, las siguientes preguntas: ¿cómo se distribuyen los gastos de los consumidores entre diferentes bienes?, ¿qué parte de los ingresos de la sociedad se gastan y cuánto se ahorra? y ¿cómo se puede mejor la medición y el análisis del bienestar y la pobreza? Estos interrogantes, vinculados al campo sanitario, constituirían un preciado aporte que debería ser complementado con un Observatorio Nacional de Salud.
El galardonado es, además, un “gurú de la salud”, según la agencia Bloomberg, un experto sobre la India que explica que para combatir la pobreza y la malnutrición no sólo deben contarse e incrementarse las calorías incorporadas, sino que “el foco real debería ser mejorar la salud”. Según esta agencia, el trabajo de Deaton “puso más herramientas en la caja”. Y necesitamos todas las que podamos contar para empezar a salir del fango. Para ello, uno de los primeros pasos debe ser recomponer “bienes que el dinero no puede comprar”, al decir de Michael Sandel, que pongan de manifiesto los límites éticos del mercado.

Ignacio Katz. Doctor en Medicina (UBA).
Director Académico de la Especialización en Gestión Estratégica de Organizaciones de Salud Universidad Nacional del Centro (UNICEN).
Autor de: “Claves jurídicas y asistenciales para la conformación de un Sistema Federal Integrado de Salud” (Eudeba, 2012)

 

 

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