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Este año la Real Academia Sueca de las Ciencias ha
decidido distinguir con el premio Nobel a investigadores
preocupados en la mejora de la salud global, priorizando
la lucha científica en enfermedades relacionadas con la
pobreza. Se trata del desarrollo de medicamentos de
impacto directo en la salud en países subdesarrollados,
con poblaciones con alta tasa de vulnerabilidad.
Concretamente, los premiados son el microbiólogo
irlandés William Campbell, su colega japonés Satoshi
Omura y la farmacóloga china Youyou Tu. Sus hallazgos
ayudaron a salvar millones de vidas.
En consonancia con lo premiado, se pone en primer plano
el grupo de “enfermedades desatendidas”, que no sólo
habla del diseño de nuevos fármacos, sino que nos señala
la necesidad de abordar con renovado ímpetu una
estrategia que reconozca en cada país a las enfermedades
relevantes de manera conjunta con la condición
sanitaria. Dentro de ésta, se destaca la falta de
cloacas que propende al contagio de persona a persona;
es decir, no de una vía vertical, como en el Chagas,
sino horizontal, del llamado “pozo ciego” al pozo de
agua a beber.
Este premio nos obliga a una toma de conciencia en
nuestro país sobre enfermedades tales como la
hidatidosis, la leptospirosis, además del Chagas, entre
otras; y nos impele a referirnos a la condición de la
medicina y la salud en nuestra población, lo cual
requiere de un cuádruple ejercicio:
a) Evaluar la situación actual.
b) Detectar las aspiraciones ciudadanas.
c) Los objetivos gubernamentales.
d) Las tendencias mundiales y cómo estas influirán en
políticas y acciones locales.
Venimos de cambios científicos-tecnológicos e inclusión
de actores financieros que posibilitaron la siguiente
caracterización de la actual estructura sanitaria:
-
fragmentación y dilución de responsabilidad.
-
predominio del binomio derroche/carencia.
-
y
una brecha social que acentúa las márgenes de
inequidad que el “telón” de la justicia social no ha
podido ocultar.
-
Pues nuestra configuración social ha mutado a lo
largo de las últimas cuatro décadas en sus tres
componentes constitutivos: los individuos, la
sociedad y el gobierno. Los tres han sido
atravesados por dos espectros de real importancia
como son el mercado y la corrupción, y que no
podemos ignorar. Esta nueva configuración es global,
prevalece en el escenario, mientras no se consolida
una planificación estratégica innovadora.
Desde Alma Ata en 1978, la Organización Mundial de
la Salud (OMS) prometía Salud para Todos en el año
2000. En aquel momento, se consensuó que la equidad,
la solidaridad y la salud como derecho debían ser
los principios rectores de la atención primaria. El
danés Halfdan Mahler, entonces director de la OMS,
en un encuentro en Buenos Aires de 2007 sostuvo que
los conceptos de Alma Ata “fueron traicionados, al
introducir el concepto de atención primaria
selectiva”, según el cual se atendían sólo algunas
enfermedades. Y fue claro en su grafía de la
situación: “Estamos hasta el cuello en el fango
verbal contra los cocodrilos conceptuales, que nos
quieren comer de un solo bocado”. Una vez más, un
buen proyecto internacional que no se cumple, como
el Protocolo de Kioto sobre el cambio climático de
1997.
EL REPLANTEO NECESARIO
Debemos recuperar ese legado de cara al futuro, que será
distinto, que requerirá no sólo racionalidad y mayor
austeridad sino principios que sostengan criterios de
una sociedad mancomunada; como los que obliga la salud,
donde la solidaridad no es una opción sino un elemento
constitutivo básico, y para el cual se requieren
criterios de innovación para lograr un gasto social
sustentable.
El replanteo o actual desafío es prepararnos para los
cambios que se avecinan y participar de ellos. Las
brechas a las que nos hemos referido sólo se enfrentan
con educación de calidad para alcanzar productividad en
los servicios de atención médica, equitativo en
proporción a las necesidades y la demanda. Sin caer en
el perimido binomio oferta-demanda que sólo mostraba lo
asequible (por su existencia) pero no en un nivel de
accesibilidad. Hoy se trabaja para controlar
determinantes pero no con la intensidad necesaria en
predisponentes y condicionantes, que constituyen los
desencadenantes previos y estructurales.
Es fundamental la visión multidisciplinaria. Hoy los
problemas médicos no son sólo cuestión de médicos, se
requiere ayuda de otros campos de la ciencia. Habrá que
construir un sistema integrado público-privado al que se
engarcen líneas de producción biomédicas, verdaderos “clusters”
de desarrollo de bioingeniería que nuestro país debe
potenciar. No se trata de nuevas tecnologías sino de
usar creativamente las existentes porque estas
herramientas tienen capacidades y posibilidades de usos
más allá del original.
La tecnología es costosa, pero ¿cuál es el porcentaje de
su aplicación acrítica? Nuestro esfuerzo en
investigación tecnológica debe ser priorizar. Se impone
replantear y repensar el sendero para lograr en forma
orgánica sin dejarlo librado a la espontaneidad.
Recordemos el decir de Arturo Frondizi: “En un país
subdesarrollado, no es con espontaneidad, sino con
planificación de políticas activas que se avanza en el
desarrollo social”.
Pero hoy se comprueba la ausencia de partidos políticos,
reemplazados por “espacios” de geometría amorfa y
disputas entre personas y grupos de intereses que hacen
referencia a ellos mismos. No hay elaboración de
programas concatenados con agendas concretas. Falta una
planificación estratégica y sobresale una “mediocridad
ultra estable” que pone de manifiesto incapacidad o una
cómoda ignorancia.
PARA SALIR DEL FANGO
Para revertir esta compleja realidad, hay que muñirse de
todas las herramientas posibles, y advertir las señales
de alarma globales. En este sentido, mencionemos
también, para cerrar, el otro Nobel brindado
recientemente, en este caso de Economía, al académico
ortodoxo escocés, Angus Deaton, quien enfatiza la
necesidad de contar con estadísticas sobre la pobreza.
Sus investigaciones apuntan a responder, entre otros,
las siguientes preguntas: ¿cómo se distribuyen los
gastos de los consumidores entre diferentes bienes?,
¿qué parte de los ingresos de la sociedad se gastan y
cuánto se ahorra? y ¿cómo se puede mejor la medición y
el análisis del bienestar y la pobreza? Estos
interrogantes, vinculados al campo sanitario,
constituirían un preciado aporte que debería ser
complementado con un Observatorio Nacional de Salud.
El galardonado es, además, un “gurú de la salud”, según
la agencia Bloomberg, un experto sobre la India que
explica que para combatir la pobreza y la malnutrición
no sólo deben contarse e incrementarse las calorías
incorporadas, sino que “el foco real debería ser mejorar
la salud”. Según esta agencia, el trabajo de Deaton
“puso más herramientas en la caja”. Y necesitamos todas
las que podamos contar para empezar a salir del fango.
Para ello, uno de los primeros pasos debe ser recomponer
“bienes que el dinero no puede comprar”, al decir de
Michael Sandel, que pongan de manifiesto los límites
éticos del mercado.
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Ignacio Katz.
Doctor en Medicina (UBA).
Director Académico de
la Especialización en Gestión Estratégica de
Organizaciones de Salud Universidad Nacional del
Centro (UNICEN).
Autor de: “Claves jurídicas y asistenciales para la
conformación de un Sistema Federal Integrado de
Salud” (Eudeba, 2012) |
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