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En términos generales, 2015 fue un
año de compás de espera. Pocos se
atrevieron a inversiones importantes
“hasta ver qué pasaba”. Un año
electoral durante el cual se
agudizaron los problemas que aquejan
al sector salud en general, tanto
entre los financiadores como entre
los prestadores. Los incrementos en
las cuotas de la medicina privada
quedaron nuevamente por debajo de la
inflación medida por las consultoras
particulares.
Los
incrementos salariales otorgados al
personal de la sanidad empañaron
cualquier ajuste de tarifa otorgado
a las instituciones prestadoras. No
obstante, hubo ciertas señales que
denotan cambios significativos en la
forma de entender el negocio.
La salud se rige por propia
problemática anudada a los problemas
de coyuntura.
Tiene su propia evolución, su propia
inflación, y estas particularidades
requieren una reformulación sincera,
honda y a largo plazo del sistema en
su conjunto.
LOS
PROBLEMAS DEL HOY
La fragmentación del sistema
sanitario implica desigualdades
peligrosas que se han profundizado.
Un sistema financiador que durante
2015 fue de $ 419.780 millones y que
mantiene un componente privado
sumamente alto, sólo trasluce
problemas de equidad. Quienes no
pueden afrontar este gasto no pueden
acceder a los servicios de salud.
Hay más de 14 millones de argentinos
con un acceso parcial, de baja
calidad y profundamente desigual que
dependen exclusivamente del Estado
(ya sea nacional, provincial o
municipal). Así el 33% de la
población más desprotegida con
menores recursos depende del 27% del
financiamiento. Del otro lado de la
moneda, en el sector privado, el
15,9% del gasto abastece de
servicios de salud al 13% de la
población principalmente urbana y
relacionada al trabajo formal.
La situación de las Obras Sociales,
en especial de las Obras Sociales
Nacionales, difiere en forma
substancial en la cuestión ingresos.
Éstos se vinculan directamente con
los salarios y con las subas
obtenidas en paritarias. Es decir,
incrementos automáticos de la mano
de los aportes de los trabajadores.
Por lo tanto, incluso, en parte se
ha acortado la brecha entre los
aportes promedio mensuales de las
Obras Sociales Nacionales y las de
Dirección. Esta situación explica
parcialmente que algunos de los
proyectos de centros prestadores
provengan de la Seguridad Social
como el recientemente inaugurado
Hospital Santa Isabel de Hungría del
Sindicato de Camioneros en Mendoza o
el emprendimiento de UPCN en San
Martín, su Ciudad Médica. Las Obras
Sociales buscan, en primer término,
contar con efectores que garanticen
la atención de sus afiliados y, en
segunda instancia, aprovechar las
carencias de camas en ciertas zonas,
volcándolas al mercado. Se aúnan dos
vectores: capacidad económica e
integración vertical.
Las Obras Sociales Provinciales, por
su parte, continúan atadas a los
gobiernos provinciales, al empleo
público y a la cautividad de sus
afiliados. Discutir su viabilidad
implica definir cuál debe ser el rol
del Estado (provincial en este
caso), y cuál es el grado de
autonomía de estas instituciones,
entre algunas premisas
fundamentales.
La
prima media del Pami, que durante
2015 superó a aquella de la medicina
prepaga, no necesariamente se
traduce como una mejora directa en
la atención de la población mayor.
Las denuncias de irregularidades,
como la venta de medicamentos a
afiliados fallecidos, permiten
suponer que no todo ese dinero se
volcó en servicios concretos para
las cápitas a su cargo.
Además de valorar la recaudación per
cápita de cada uno de estos
subsectores cabe cuantificar las
erogaciones devenidas de brindar
servicios de salud a sus asociados.
Los costos de cubrir cada vez mayor
cantidad de prestaciones que
ingresan al PMO o que mediante
amparos deben ser suministrados por
los financiadores. La
judicialización de la medicina
también se proyecta a través de los
juicios de mala praxis que amén de
socavar la relación médico paciente
repercuten económicamente en
reclamos abultados. Así las demandas
de responsabilidad civil médica se
encontraban en promedio en torno a
los $ 450.000 para personas físicas
y en $ 600.000 para personas
jurídicas a mediados de 2015.
Por otra parte, no sólo es cuestión
de cantidad sino de calidad. Durante
2015, el gasto en salud conjunto
representó el 7,3% del PBI, una
cifra no menor. Por lo tanto, el
análisis debería exceder el monto
invertido, y profundizar en cómo se
gasta ese dinero, si se gasta en
aquello que debe gastarse y con la
eficiencia que los requerimientos
sanitarios de la población demandan.

Mientras que entre los financiadores
privados se aprecia una tendencia
hacia la concentración (durante 2011
las 5 primeras empresas
representaban el 72% de la
facturación del sector, mientras que
durante 2015 las 5 líderes
justificaban el 77% de las ventas),
entre los prestadores la dispersión
es mucho mayor. A 2015, se
encuentran alrededor de 1.951
entidades de salud con internación
en el subsector privado y las 5
primeras instituciones representaron
durante 2015 sólo el 18% de la
facturación. En el mundo de los
prestadores, se repiten los reclamos
por el atraso de aranceles, por el
estiramiento de los plazos de pago,
por los desfases, por el incremento
de los costos tanto de los recursos
humanos (la actividad hace un uso
intensivo de mano de obra
calificada) como de todos los
insumos que hacen al servicio, por
el tratamiento del IVA, dentro de
una larga lista de etcéteras. La
cantidad de camas se ha incrementado
en el último año en 0,35% algo menos
que el crecimiento poblacional
durante el mismo período.
Persiste el dilema de si las camas
existentes alcanzan para cubrir las
necesidades de la población.
Nuevamente, se repite la disyuntiva
entre calidad y cantidad. Las
preguntas deberían transitar por la
senda de si son las camas que se
necesitan, o si tienen el nivel de
complejidad que imponen las
necesidades poblacionales en función
de su perfil epidemiológico, etario
y socioeconómico, o si están
administradas con eficiencia.
Ciertamente, tanto financiadores
como prestadores piden un ajuste de
sus tarifas. Los referentes del
sector esperan un diálogo más
fluido, pero saben que no pueden
solucionar en meses el atraso de
años. Las prepagas ya han obtenido
la aprobación de un incremento del
9% en el valor de los planes a
partir del 1 de febrero. Este
aumento comenzará a cobrarse con las
facturas de marzo en forma
retroactiva. Sin embargo, hay
empresas que se encuentran en
condiciones insostenibles que
benefician a los jugadores con “más
espalda” para campear el temporal.
En consecuencia y como se ha
señalado, la concentración se ha
acentuado. Entre los ejemplos
notables en este sentido, durante
2015 SanCor Salud incorporó a Staff
Médico, pero ya el año anterior Aca
Salud pasó a controlar SAMA y los
rumores de ventas no se han acallado
para 2016. Otras avanzaron en la
integración vertical como Galeno que
inauguró el Sanatorio Trinidad Ramos
Mejía, y comenzó a operar con Galeno
Life (aprobada en diciembre de
2014), sin descuidar el negocio de
ART, por nombrar sólo un caso.
Incluso OSDE anunció que
incursionará abiertamente en el
mercado prestador con el desarrollo
de un sanatorio en la ciudad de
Mendoza junto con ASE, una señal
elocuente de aires de cambio.
El sector necesita ajustes, el grado
con que se realizarán es un tema
apremiante. Pero no es todo. Es la
solución inmediata pero no
definitiva. Temas como PMO,
coberturas, copagos, prevención,
falta de personal en enfermería y
algunas especialidades médicas y
violencia, entre otras requieren un
análisis racional y escrupuloso.
LOS
PROBLEMAS DE MAÑANA
El balance entre lo urgente y lo
importante es un desafío cotidiano.
La inmediatez nos impide abordar una
solución de fondo para el problema
central. En términos de nuestro
sistema de salud, la madre de todos
los problemas está en trabajo de
parto. La coyuntura ya está
terminando con la existencia de
entidades prestadoras y
financiadoras pequeñas, pero la
problemática central del sistema de
salud puede hacerlo colapsar por
completo.
Posiblemente somos la generación de
seres humanos que más vivirá desde
los inicios de la historia, y
nuestros hijos y nietos, por término
medio, vivirán aún más. La mala
noticia es que alguien deberá
financiar esta sobrevida con una
pirámide poblacional que va dejando
de ser tal para convertirse en un
rombo. Además, estamos mucho más
informados que nuestros abuelos,
tenemos un sentido de inmediatez del
que carecían las generaciones
anteriores. Si hay un nuevo
tratamiento, exigimos su aplicación
y muchas veces perdemos de vista que
nuevo no quiere decir mejor. “No sé
lo que quiero, pero lo quiero ya”.
Vivimos más y, tal vez, mejor, no
obstante, esto tiene un costo… y es
alto.
Un sistema fragmentado, desigual y
sin coordinación difícilmente podrá
hacer frente a estas pretensiones. A
estos anhelos se suman ahogos
inminentes, imperiosos. Dengue, zika
y chikungunya plantean desafíos
nuevos, incluso desconocidos ante
los cuales el sistema de salud debe
reaccionar, responder ya, ayer.
Algunos ya se han dado cuenta que es
momento de evolucionar y se han
volcado a la implementación de
normas de calidad y cambios en el
arquetipo de la forma en que
brindaban sus servicios.
Parece que ya no hay tiempo para
dilatar decisiones sobre cambios de
paradigmas. Ha llegado el momento de
corrernos del eje de lo urgente, y
plantearnos cómo vamos a construir
la salud de aquí en adelante.
Es el momento de poner la salud por
sobre cada subsector, el bien común
por sobre la propia quinta.
| “Mientras
que entre los financiadores
privados se aprecia una
tendencia hacia la
concentración (durante 2011
las 5 primeras empresas
representaban el 72% de la
facturación del sector,
mientras que durante 2015 las
5 líderes justificaban el 77%
de las ventas), entre los
prestadores la dispersión es
mucho mayor”. |
(*)
Los datos presentados en este
artículo surgen de los Informes
Prepagas y Obras Sociales 2015 y
Clínicas – Sanatorios y Hospitales
2016 de Key Market.
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