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La tríada calidad, gratuidad e integralidad (cobertura
total) en salud si existió alguna vez ya no existe más y
no puede funcionar. Los sistemas de salud en todo el
mundo ensayan políticas tendientes a ajustar sin afectar
demasiado el acceso y la calidad de los servicios. Para
ello es necesario dejar de negar la realidad, los
recursos son escasos y es necesario priorizar la
cobertura de salud que se ofrece a los afiliados,
beneficiarios o ciudadanos.
Existen métodos que nos permiten hablar de un ajuste
selectivo u orientado a recortar sin afectar el acceso y
la calidad de los servicios de salud que se ofrecen. En
los últimos tiempos se ha comenzado a trabajar en guías
de desinversión, reinversión o reasignación sanitaria
para describir esta política.
Según J. Repullo hablamos de “desinversión” para
referirnos a un proceso activo de remover lo ineficaz
para generar internamente recursos que se reasignen a
otras acciones que añadan valor.
Seguramente como sucede en otros países más
desarrollados existirá un grupo que resistirá esta
política en nombre de los pobres y que denunciará que
estamos ante políticas de recorte presupuestario o
ajuste mayor.
En realidad, lo que se intenta hacer al priorizar para
desinvertir de algunas áreas para invertir en otras que
producen mayor valor agregado y esto en salud significa
mantener acceso universal de todo aquello que demuestre
evidencia y costo efectividad. (1)
Cochrane acudía a las concentraciones que en Inglaterra
precedieron la creación del Servicio Nacional de Salud
con una pancarta donde se leía el siguiente eslogan:
“todo tratamiento efectivo debe ser gratuito”. (2)
Sería un error, sin embargo, pensar que el cuidado de
salud al que se refería Cochrane era uno de carácter
excesivamente medicalizado. El cuestionamiento crítico
sobre la eficacia y la eficiencia de las terapias
utilizadas en medicina fue uno de los hilos conductores
de su carrera. (3)
J. R. Repullo en su artículo en la Revista de Calidad
Asistencial propone un modelo para tomar decisiones en
cuanto a desinvertir en lo que no añade valor y/o tiene
además un coste considerable. Este modelo se explica en
este sencillo gráfico:
Tres
miradas sobre la desinversión que debe tener lugar en
las esferas de gestión. La macrogestión tiene que ver
con la política sanitaria y corresponde a los gobiernos
plantear las líneas guías, respecto de la mesogestión
donde el poder se concentra en los gestores y su
capacidad para decidir sobre la reasignación de recursos
en materia de inversiones tecnológicas y por niveles
asistenciales. Y por último en la microgestión en la
cual el clínico es el responsable de asignar recursos
considerando decisiones diagnósticas y terapéuticas en
el marco de la incertidumbre de los diagnósticos y los
resultados.
El contexto donde se deben tomar las decisiones de
reinversión está marcado por ciertos límites del
funcionamiento democrático y del capitalismo:
-
La toma de decisiones sobre la
gestión de recursos tiene que ver más decisiones con
políticas orientadas a conseguir votos antes que por
mejorar los resultados de salud;
-
Las presiones de la industria
farmacéutica y tecnológica producen un verdadero
bombardeo de innovaciones no siempre reconocibles
cuanto es el componente de valor agregado y cuanto
de moda;
-
La salud se ha convertido en
un bien de consumo promovido por los medios de
comunicación y profesionales incentivados.
Este contexto puede producir un
efecto rechazo sobre la desinversión por parte de la
ciudadanía y de los profesionales que debe ser bien
conducido. En momentos de ajustes es necesario
transmitirle a la ciudadanía que no se podrá brindar
cobertura universal y de calidad para todos si no se
transita un sendero de priorización de las protecciones
en base al costo efectividad de las mismas. El planteo
de todo, para todos, en todo momento y lugar sólo
termina siendo una expresión populista hipócrita que se
termina en una carrera por los recursos donde los
utilizan los que mejores posiciones sociales tienen y el
resto permanece con el discurso teórico sin poder
acceder a las prestaciones.
Lo importante es que la selva no nos tape el árbol,
aquellos procedimientos, medicamentos y diagnósticos que
agregan valor y son costos efectivos y que pueden quedar
mezclados en una amplia oferta que combina diferentes
grados de evidencia, de efectividad, de innovación y de
marketing. La importancia de una agencia de evaluación
de tecnologías nos permitirá contar con una brújula que
nos permita guiarnos en medio del bombardeo de
tecnologías sanitarias y encontrar el sendero en la
construcción de coberturas de salud universales,
efectivas y asequibles.
La primera desinversión del sistema de salud de la
Argentina es hacer efectiva una regulación nacional,
provincial y municipal que impida el crecimiento
irracional de la oferta de servicios de salud.
No podemos permitirnos seguir observando sin intervenir
acerca de las cuantiosas inversiones públicas y privadas
en tecnología (tomógrafos, resonancias magnéticas,
medicina nuclear, etc.) y camas de internación
(clínicas, sanatorios y hospitales) que no responden a
ningún mecanismo de coordinación y planificación de la
oferta pública y privada. Esta especie de “carrera
armamentista sanitaria” según las palabras de Pere Ibern
y que nos lleva al crecimiento de la oferta es necesario
ponerle un límite.
En economía toda oferta crea su propia demanda, y si
llevamos esto al plano de la salud nos encontramos con
una tendencia a la ampliación del consumo, utilización y
gasto sin que identifique claramente el valor agregado
de las innovaciones tecnológicas.
En un país como Estados Unidos paradigma de la libertad,
existe un férreo control de la oferta sanitaria, por
ejemplo, para autorizar las camas y la tecnología que se
pueden instalar en determinadas áreas. Si existe oferta
suficiente las mismas no son autorizadas y punto. De
manera concomitante con esta planificación de la oferta
un programa de calidad debe acompañar esta medida. No
toda la oferta puede seguir estando de manera
indefinida, hay tecnología que debe ser reemplazada y
hay clínicas, sanatorios y hospitales que deben ser
reconvertidos, modernizados o directamente cerrados
porque no brindan garantías de calidad en cuanto a la
seguridad del paciente.
El sistema de salud de nuestro país tiene
desgraciadamente una estructura de gobierno que se ubica
en el peor de los mundos. Respecto de los incentivos son
muy débiles como en toda estructura de gobierno
jerárquico en tanto que respecto a los atributos de
comportamiento se comporta como mercado con la nula
capacidad de cooperación en las inversiones y adaptación
coordinada y como una jerarquía respecto de la escasa
adaptación al mercado donde los consumidores y productos
responden independientemente a cambios paramétricos de
precios para maximizar su utilidad y beneficios
respectivamente.
La lógica de las estructuras de gobierno híbrido (4) que
intenta aprovechar lo mejor del mercado y de la
jerarquía brilla por su ausencia en el sistema
sanitario, generando unos costos de transacción muy
altos y que convierten al sistema en un pésimo mecanismo
de asignación de recursos.
1 Archibald Cochrane (1909-1988)- REV CHIL
NEURO-PSIQUIAT 2007; 45 (1): 78-79
2 1. Chalmers I. Archie Cochrane (1909-1988). In: The
James Lind Library. Disponible en:
http://www.jameslindlibrary.org.
3 Archibald Cochrane (1909-1988)- REV CHIL
NEURO-PSIQUIAT 2007; 45 (1): 78-79
4 Llamadas así por Oliver Williamson quien escribió
sobre las estructuras de gobierno: mercado, jerarquía e
híbridos.
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(*) Carlos Vasallo. Profesor de Salud
Pública - Faculta de Ciencias Médicas -
Universidad Nacional del Litoral.
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