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Según las evidencias, la crisis
económica que envuelve al mundo
humano se está devorando a la salud
pública, como así también a la
educación pública, a las estructuras
laborales, a las habitacionales y,
por ende, se está tragando los
presupuestos destinados a las
coberturas sociales solidarias. Para
decirlo con simpleza, los estados
políticos traducidos otrora en
repúblicas y democracias, se están
comiendo los derechos humanos,
ciudadanos y sociales… dejando en su
lugar abismos que prometen muchos
males universales y escasos
beneficios para pocos acomodados.
Dicho de otra forma, la ruleta
financiera está aniquilando la
producción, el consumo, e
inmovilizando a las personas, por
otra parte, sometidas a una
implacable persecución impositiva y
pagando precios inaceptables por
servicios deficientes y perdiendo la
capacidad de acceso a productos de
primera necesidad, trátese de
alimentos y/o de medicamentos.
Mientras ello sucede, la clase
política parece estar ocupada en dar
explicaciones de hechos, en sí
mismos, inexplicables… así como
también está ocupada en justificar
decisiones que son, por imperio del
sentido común, injustificables. En
cada país se observa más o menos el
mismo paisaje, siempre aberrante.
No pocas sociedades científicas del
ámbito de la medicina están
levantando sus voces, alertando de
los dramas por venir, muchos de los
cuales ya tienen espacio propio y
crecen a medida que los presupuestos
se recortan.
Más allá, no pocas sociedades de
pacientes, hoy muy informados y
participativos respecto de sus
padecimientos, también está alzando
sus voces, denunciando la
inaccesibilidad a sus tratamientos,
denunciando precios de medicamentos
diseñados para excluir o condenar,
denunciando la imposibilidad de
inmunizarse a un costo-beneficio
prudente, denunciando el bloqueo a
la atención médica y/o a los
servicios básicos de una atención
primaria preventiva, y numerosos
etcéteras propios de una pesadilla
interminable.
Síntesis: los médicos quieren ser
reconocidos por lo que hacen y por
lo que son, al tiempo que los
pacientes quieren ser reconocidos
por sus respectivas condiciones.
Cabe acotar que un futbolista gana
en un año lo que ningún médico
ganará en toda su vida laboral y de
pestañas quemadas… así como cabe
acotar, además, que ningún paciente
recibirá atención diferenciada salvo
que se trate de un “acomodado” con
bienestares superlativos: político,
economista, funcionario corporativo,
cura o militar…
Traducido: se hace necesario e
imprescindible “humanizar” la
medicina, so pena de quedarnos en el
discurso, atrapados entre palabras
que suenan lindo y promesas que
jamás se cumplirán. De hecho, los
hospitales están arrasados y los
servicios pulverizados,
contrariamente a lo que dicen y
recitan los presupuestos, el PBI del
gasto social, y otros etcéteras que
contienen el peso específico de
meteoritos. Cabe aclarar entonces
que, tanto médicos como pacientes,
además de ser mortales, son
“humanos”. Mientras que los sistemas
solidarios de salud, se han vuelto
insostenibles gracias a las
negligencias políticas que,
escudándose en hechos contables, han
colocado a médicos y pacientes en el
“debe”, quitando del “haber” los
recursos necesarios que sostenían
las equidades y los equilibrios.
Como es de suponer, un modelo
insostenible, se consume hasta
desaparecer. Tal lo que se está
viendo.
Las bolsas de ineficiencia crecen a
medida que las decisiones políticas
van devorando a los actores en sus
roles: médicos, pacientes, pero
también enfermeros, farmacéuticos,
bioquímicos, odontólogos, técnicos,
paramédicos, y todos los demás que,
al no ser considerados, son
invisibles a legisladores, jueces y
ejecutivos (estos últimos todos
envueltos en estados “declamativos”).
Desde otro ángulo, cuando un estado
intenta masacrar a los actores
sociales, éstos crean los
anticuerpos para sobrevivir… por
consiguiente la ineficiencia se
vuelve geométrica.
Algunas denuncias científicas hacen
referencia a la carencia en la
atención de las crecientes
enfermedades crónicas, sin dejar de
lado que hay una explosión brutal de
expresiones epidemiológicas que
acompañan al cambio climático, que
el mundo político ve con un singular
“y a mí qué me importa”… al tiempo
que un universo para nada discreto
de pacientes vienen clamando por
poder recibir los tratamientos que
son necesarios para sostener una
calidad de vida “digna”, soportando
la carga (descomunal) de la propia
enfermedad. Mientras la realidad
cursa… los estados políticos están
sordos, ciegos e incapaces de hacer
algo por alguien.
En salud, con la voluntad no
alcanza, y con el voluntarismo todo
empeora.
El crecimiento epidemiológico de las
patologías oncológicas,
cardiológicas, renales,
metabólico-endocrinas, por mencionar
sólo algunos campos críticos, elevan
las demandas de los actores (médicos
y pacientes, y todos los demás
miembros del equipo de salud) sin
que el estado político se dé por
aludido… pero a ello hay que sumarle
el precio irracional de las vacunas
y de medicamentos que imponen un
abandono masivo de los tratamientos,
ya que no hay bolsillo que soporte
semejante erogación. Más aún cuando
el estado mira para el costado y no
cumple con su papel regulatorio,
abriendo las puertas al “truchaje” y
sus peligros. Se sabe que los
“huecos” habilitan la presencia de
los “oportunismos”.
No acaba allí. El dramático
crecimiento de patologías como la
diabetes y la hepatitis, así como el
desmadrado crecimiento de las
adicciones y sus daños colaterales,
están colocando a los actores de
rodillas (víctimas) ante un
sistema-modelo incapaz de dar
respuestas a realidades desbordadas.
Conclusión: en salud, lo que no se
hace hoy, en tiempo y forma y con
sentido de oportunidad, se pagará
mañana mismo con calidad y
estándares de vida de las personas
afectadas, tanto como se pagará en
la depreciación de las profesiones
que alguna vez fueron científicas,
pero que hoy no pasan de ser
renovadas formas de esclavitud.
Cuando los sistemas de salud pública
se tornan inhumanos, tal el caso al
que se asiste todos los días… los
sistemas de salud privada sucumben
al negocio. Y eso es lo que está
sucediendo… el precio que pagan
médicos y pacientes está mediado por
la incomunicación y por la no
contención, dos factores que matan
no sólo el presupuesto necesario e
imprescindible, sino además el
futuro de las sociedades humanas.
BIBLIOGRAFÍA:
http://www.elmedicointeractivo.com/analisis/entrevistas/138188/los-pacientes-quieren-conocer-su-tratamiento-y-contamos-con-profesionales-perfectamente-preparados-para-hacerlo
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