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La Argentina tiene un sistema de salud pluralista,
diversificado, descentralizado y atravesado por
inequidades, pero la mayor debilidad está dada por la
baja potencia en materia de rectoría y gobernanza.
La única manera de gobernar sistemas complejos y
diversos es construyendo reglas de juego comunes y las
coberturas explícitas con evidencias y estudios costo
efectividad como respaldo lo son.
El funcionamiento de un mecanismo de mercado sin reglas
genera un impacto en términos de sostenibilidad del
sistema, en la equidad distributiva dado que la puja por
ésta hace que cada uno utilice la armas que tiene
(información y poder) para utilizar en forma
oportunista. La racionalidad limitada, la asimetría
informativa y el oportunismo existen y si lo negamos se
convierte en algo muy caro de sostener por todo eso hay
que regular y gobernar.
Cuando analizamos el sector salud tenemos que tener en
cuenta que es un mercado muy anormal donde todavía tiene
vigencia la Ley de Say, “toda oferta crea su propia
demanda” también reformulada en forma posterior por
Milton Roemer referido a la inmediata aparición de la
demanda el día después que se instalan las camas
hospitalarias.
David Ricardo en los inicios de la economía política
desbancó la ley de Say. Se habían producidos cambios
fundamentales en la sociedad, el comercio y la sociedad
de consumo saltaron al primer plano y se impusieron en
el análisis. La demanda y ya no la oferta emerge como el
gran motor de la economía. La demanda dentro de este
nuevo esquema de análisis tiende a orientar a la oferta
bajo dos premisas: a) Crecimiento de la competencia,
varios y diversos productores, bajo grado de monopolios
y precios sensibles a la demanda; b) Información
simétrica entre quien vende y quien compra.
En ambas premisas encontramos fuertes contrastes con
salud en el primer caso por la presencia de fuertes
oligopolios y precios que no responden a la demanda, y
la segunda porque el médico cumple el rol de doble
agente que articula y sostiene la asimetría informativa.
Salud es junto con las áreas de defensa, informática y
espacial la que tiene mayor tasa de innovación. Vamos a
convivir con ella porque como bien recuerda Schumpeter
“la innovación es el alma del capitalismo”. Las nuevas
tecnologías (medicamentos, procedimientos y dispositivos
médicos) que ingresan al sector salud, generan ganancias
diferenciales por ausencia de competencia (patentes) lo
que se denomina como renta del innovador que sumado a la
asimetría informativa manifiesta entre quien vende y
quien compra, sólo recordemos que a mayor complejidad
mayor asimetría, constituyen una combinación difícil
para sistemas de salud débiles para controlar y regular
en forma adecuada.
De esa forma podemos decir que en el caso de la salud la
oferta domina la demanda, aunque sea por un corto tiempo
y este hecho requiere mecanismos de regulación de la
oferta considerando que la misma intentará siempre
maximizar sus rentas a partir de la diferenciación de
producto que sigue siendo la gran estrategia utilizada
por todos.
Los sistemas de salud deben hacer frente a la estrategia
de diferenciación de producto que es una táctica de
marketing basada en crear una percepción de producto por
parte del consumidor que lo diferencie claramente de la
competencia. Existen tres razones básicas para
diferenciar productos (a) estimular la preferencia por
el producto en la mente del cliente y del médico; (b)
distinguir el producto de los similares comercializados
por la competencia; (c) servir o cubrir mejor al mercado
adaptándose a las necesidades de los diferentes
segmentos.
La experiencia muestra que el innovador que consigue una
porción del mercado difícilmente pierda posteriormente
cuando otros competidores sigan su senda. La inercia de
los consumidores, la información deficiente, el rol del
médico y la aversión al riesgo que supone el cambio son
algunas de los factores que juegan a favor de que el
primero que lanza un producto o servicio queda luego
posicionado.
El incentivo a investigar para innovar es fuerte, la
innovación puede ser real o ficticia lo importante es lo
que el consumidor piense de la misma y la tome como tal.
Por ello el gasto en publicidad y promoción (cada vez
más sutil) como por ejemplo la opinión de los médicos
líderes de la especialidad, o bien noticias “milagrosas”
en los medios de comunicación o familiares de los
pacientes organizados a través de organizaciones no
gubernamentales.
La creación de una agencia de evaluación de tecnologías
sanitarias nos permitirá justamente evitar que la oferta
atropelle a la demanda y comencemos a utilizar la
evidencia y la evaluación económica de tecnologías
sanitarias para lograr un sistema más sustentable,
equitativo, con uso racional y asequible.
La naturaleza de la ETS (Evaluación de Tecnologías
Sanitarias) está orientada a dar soporte a la toma de
decisiones en políticas de salud y de servicios, pero
exige una integración estrecha con el funcionamiento y
la gobernanza de los sistemas de salud.
La gobernanza nos permitirá modelar la toma de
decisiones en los sistemas de salud. Por ejemplo, en los
sistemas de salud con autonomía hospitalaria, una parte
importante de las tecnologías nuevas se introducen en
los hospitales por decisiones tomadas por las
autoridades de cada hospital. En dichos sistemas de
salud, alguna forma de ETS puede resultar valiosa no
sólo a nivel nacional, sino también hospitalario. El
mismo razonamiento es aplicable a los sistemas de salud
de administración regional. Para maximizar la
repercusión de la ETS sobre la salud de la población,
ésta debe tener en cuenta la estructura de gobierno de
cada sistema de salud.
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(*) Profesor Salud Pública (UNL) y de Economía de
la Empresa de Salud (UdeSA)
vassalloc@gmail.com
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