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Como siempre hago cuando entro a un
buscador de hoteles o restaurantes,
lo primero que quiero es que el
sistema me ordene por el nivel de
satisfacción de las personas que
estuvieron allí. Naturalmente, luego
miro precio, fotos y detalles
importantes como la distancia entre
el hotel y la ciudad que voy a
visitar. Después me concentro en
leer un mínimo de 15 a 20 opiniones.
En general el sistema no me había
fallado nunca. Pero en mi último
viaje me sorprendieron dos cosas: en
muchos restaurantes de Bari, Italia,
había un cartel en contra de la
empresa más conocida de buscadores,
diciendo que allí no “comulgaban”
con el sistema por el falseamiento
de datos que había. Me sorprendió.
Mi sorpresa no duró mucho. Llegué al
B&B que había elegido en una pequeña
ciudad que se llama Matera, en La
Puglia. En general nunca tomo B&B,
pero éste tenía una ubicación
privilegiada, fotos excelentes y
sobre todas las cosas una
Calificación 9.8 de más de 200
opiniones. Para comenzar el “Parking
en el establecimiento” se transformó
en que la esposa del dueño del lugar
me cedió su espacio en la calle
donde tenía estacionado su auto.
Seguido a eso, el B&B se transformó
en un Departamento… en un segundo
piso por escalera. Y para rematarla,
la cama estaba en un altillo y el
baño abajo… ¿Los dueños? ¡Unos
italianos geniales! ¡Más simpáticos
y agradables imposible! El tema es:
¿quién calificó esto 9.8?
Lo mismo temo que nos esté pasando
con las entidades que cubren la
salud. ¿Quién califica su nivel?
¿Con qué parámetros nos guiamos para
decir que “esta entidad es la mejor”
y “aquella no tanto” …? ¿Cuáles son
los parámetros que tomamos para
definir el nivel de la calidad
médica de las instituciones? ¿Cuánto
sabemos del nivel de honorarios que
cada entidad le paga a su red de
profesionales contratados?
Sobre todo, a nivel Corporativo,
este año se ha producido una
importante brecha en la financiación
que las empresas realizan para la
compra de sus planes médicos. En
efecto en el año 2015 los
incrementos salariales -y por lo
tanto los aportes y contribuciones
que generan para financiar los
planes- estuvieron en promedio entre
el 30% y el 32%, en tanto los
incrementos promedio de los precios
del sector corporativo estuvieron
entre el 30% y el 34%. Es decir que
la brecha entre los incrementos de
ambos indicadores, el año pasado no
fue de importancia.
Pero este año 2016, mientras los
aumentos de la medicina prepaga
estuvieron en el orden del 40% al
45%, los incrementos de salarios en
el sector corporativo sólo llegaron
al 33/35%, es decir que la brecha
alcanzó un valor significativo.
Ahora bien, imagine este impacto en
la mayoría de las empresas, en donde
el año no ha sido bueno desde la
rentabilidad esperada y en donde en
muchos de los sectores no se está
llegando a cumplir con los
Presupuestos de Ventas. Más aún, en
aquellas empresas que han tenido que
reducir estructuras y gastos (ni
mencionar aquellas en donde la
crisis hizo particular presencia
como petroleras, automotrices,
etc.).
Inevitablemente ese “gap” ha tenido
que ser cubierto con un Presupuesto
ya exiguo y que crea interrogantes
de cara al futuro.
Muchas de estas empresas comienzan a
plantearse la posibilidad de migrar
de su actual cobertura médica y
consecuentemente la consulta que se
genera es “¿a dónde ir?”.
Y en esa dirección, quienes hacemos
Consultoría tenemos una gran
responsabilidad en el análisis y las
recomendaciones. Y un camino que
deberemos recorrer a futuro
inevitablemente es un análisis
diferenciado de la “percepción” que
los usuarios y el mercado tienen de
cada uno de los operadores por un
lado y por otro, distintos temas
técnicos que deben ser
necesariamente mensurados.
En esta materia, en la Argentina no
contamos aún con dos elementos que
son públicos en otros mercados:
resultados y siniestralidad. De tal
forma, debemos analizar otros
indicadores que puedan estar
disponibles.
En un sistema en donde las cartillas
cuentan con similares planes de
cobertura, prácticamente con las
mismas Clínicas y Sanatorios, casi
los mismos lugares de Diagnóstico y
listados de Farmacias, pensamos
entonces que los profesionales
médicos que integran las cartillas
pueden orientarnos para la
construcción de indicadores
técnicamente objetivos e
“incuestionables”.
Y, sin duda alguna, el nivel de
Profesionales, los honorarios que
las entidades les abonan y sus
plazos de pago deberían ser un
diferenciador para calificar a los
operadores.
Los médicos, amigo lector, han sido
y serán siempre el capital más
importante de esta actividad.
Nosotros mantendremos esa idea
central… ojalá que el mercado
también
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