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Emilia
llegó a la salita de salud luego de dejar a sus hijos en
la escuela. Sacó turno digitando en una máquina su
número de documento. Obtuvo una corta tira de papel en
la que pudo leer. “Bienvenida Emilia, usted tiene turno
en consultorios amarillos, ha llegado a las 9.04 y el
tiempo que deberá esperar para ser atendida será de
aproximadamente 45 minutos”. El Servicio de salud está
dividido en tres colores: amarillo, verde y naranja cada
uno de los cuales tiene un equipo de salud familiar a
cargo de un territorio similar con alrededor de diez mil
personas cada uno.
Mientras aguardaba para que le atiendan Emilia examinó
en la sala de espera un mapa del área programática del
centro de salud en el que se distingue un grupo de
manzanas en verde, otro en amarillo y otro el naranja.
Luego se detuvo en un poster que detallaba los derechos
del paciente y también sus deberes. También reparó en
otro poster a partir del cual se enteró que ahora puede
solicitar turno para ser atendida a través de internet
ahorrando, así, tiempo de espera en la sala.
Una vez que recibió atención médica, no solo hizo su
consulta, también fue alertada que su hijo mayor debe
recibir la vacuna contra el Sarampión y que su marido no
ha retirado en tiempo los medicamentos antihipertensivos.
El profesional que la atendió, miembro de un equipo de
salud familiar, visualizaba la ficha clínica familiar en
su computadora notando las alertas correspondientes a
los cuidados priorizados para cada miembro del grupo
familiar en función de su edad y género. Puso especial
empeño en comunicarle a Emilia las prestaciones y
cuidados pendientes porque él sabía que su desempeño
profesional sería luego evaluado en función del nivel de
actualización y cumplimiento de esos cuidados
priorizados registrados en la ficha clínica familiar.
Al terminar la consulta Emilia se dirigió a la
ventanilla de la farmacia dentro del mismo Centro de
Salud. Una vez más, sólo precisó su número de documento
para recibir la medicación indicada. El médico que la
atendió hizo una prescripción electrónica. Luego en la
farmacia del mismo servicio, la persona responsable por
dispensarle los medicamentos pudo verificar esa
prescripción en su propia terminal de computadora.
Incluso ésta le preguntó a Emilia si también retiraría
anticonceptivos puesto que en el sistema la prescripción
figuraba como vigente hasta final del año. También le
preguntó si llevaría los antihipertensivos que su marido
aún no había retirado.
Antes de retirarse Emilia se detuvo ante una pantalla
que la invitaba a evaluar su experiencia en el centro de
salud ese día. “Solo requerirá un minuto”, aseguraba el
cartel. Ante diez preguntas sucesivas Emilia escogió
caritas felices o tristes. Al final de la jornada todos
los trabajadores del centro de salud reciben el reporte
de los niveles de satisfacción de las personas atendidas
con cada aspecto de la atención en el servicio.
Esta historia no corresponde a un servicio privado ni a
un lejano país del norte. En Chile 74% de los servicios
de salud operan con esas fichas clínicas y cuentan con
sistemas informáticos que avanzan hacia la integración
de todos los datos. El país trasandino trabaja para
llegar al 2020 con toda su población siendo atendida
bajo este modelo en todos los centros de salud y
contando con sistemas integrados de información apoyando
su gestión.
También Ecuador viene avanzando en ese sentido, ya
existen fichas clínicas electrónicas, un sistema
informático para el registro estadístico que permite
medir la producción de los servicios e incluso avanzar
hacia su contraste con los perfiles epidemiológicos de
la población atendida. Otro avance significativo de
Ecuador, que debería ser la envidia del resto de la
región, es que más del 70% de las consultas ambulatorias
en servicios públicos de salud son programadas. Las
personas esperan mucho menos para ser atendidas, además
la performance de los servicios y equipos de salud
familiar es evaluada.
Vamos más allá, en Chile, Ecuador, Perú y Uruguay se han
logrado avances significativos hacia la gestión por
resultados en los servicios públicos de salud para los
cuales los sistemas de información clínica resultan una
pieza fundamental. Esto implica la posibilidad de
incorporar incentivos al personal que genera una mejor
respuesta y contribuye más a la salud de la población a
su cargo.
En la Argentina hay una serie de experiencias aisladas
como una Historia Clínica Electrónica única para los
centros del primer nivel de la provincia de Salta. Otras
jurisdicciones también tienen avances con diferentes
grados de desarrollo. Entre ellas el Municipio de La
Matanza donde se avanza en la integración de cuatro
Hospitales municipales y 45 centros de atención primaria
de la salud por medio de un sistema de información
clínica integrado.
¿Por qué deberíamos
informatizar los servicios públicos de salud?
Sus beneficios se extienden sobre las tres grandes
lógicas de la decisión en salud: el modelo de gestión,
el modelo de atención y el modelo de financiamiento.
Ventajas para el modelo de gestión:
Pueden contribuir a reducir la fragmentación.
Aunque una Historia Clínica Electrónica no alcanza por
sí sola para integrar un sistema de salud, sí se la
implementa en forma estratégica podría llegar a
constituirse en la piedra angular de la integración.
Cuando se incorporan sistemas que establecen códigos
comunes y permiten operar información oportuna y
compartida con las otras instituciones, se comienza a
transitar hacia modalidades en las que las decisiones se
toman en forma más coordinada.
Favorece una gestión centrada en el paciente.
Lo importante no es que el servicio haya brindado muchas
prestaciones, tampoco alcanza con que la gente tenga un
carnet. A través de la Historia Clínica Electrónica
(HCE) la medida del éxito pasan a ser personas (o mejor
aún familias) con su HCE al día y que haya recibido los
cuidados fundamentales para su ciclo de vida.
Reduce barreras de acceso: Contribuye a
implementar sistemas de solicitud de turnos a través de
diferentes modalidades: presencial, por teléfono o
internet. También es posible compartir las agendas de
citación de pacientes entre los diferentes servicios y
facilita que el paciente acceda a su turno de una
derivación sin tener que concurrir al servicio en
cuestión para lograrlo.
Mejora la Gestión de insumos, al tener una
información acabada de los pacientes atendidos, los
medicamentos provistos y los insumos utilizados, es
posible planificar los requerimientos de acuerdo a la
demanda.
Permite planificar los Recursos Humanos en Salud
en pos de las metas de los programas y/o políticas de
salud que se prioricen.
Fortalece el monitoreo desde los niveles
centrales sobre las actividades realizadas: La
trasparencia en la información, el acceso oportuno a la
misma, desde los diferentes niveles de decisión permite
realizar un monitoreo continuo de diferentes indicadores
con las consiguientes correcciones en caso de desvíos o
nuevos desafíos.
Desde el modelo de
atención:
Fortalece las redes de atención. Dado que
favorece la comunicación hacia el interior de los
servicios de salud y entre ellos. Facilita la referencia
y contrarreferencia, porque al utilizar una única HCE y
una única agenda de turnos los pacientes ya no deambulan
por el sistema en busca de una respuesta a su problema
de salud.
Disminuye la cantidad y el tiempo de las filas
de espera de los pacientes porque lo que circula por el
sistema es la información del paciente y no el paciente.
El deja de hacer filas en cada servicio del que requiera
un turno para una atención médica, una prestación o un
informe de las mismas porque los turnos se gestionan a
través de una única vía al igual que el retiro de los
informes. Por ejemplo, una embarazada que se atiende en
un hospital del conurbano para poder realizar un control
completo de su embarazo según las normas nacionales
puede tener que concurrir entre 30 y 40 veces a un
servicio de salud para solicitar turnos, medicación y
controles; y la realización de estudios (Ecografía,
exudado vaginal, controles de laboratorio, monitoreos
fetales, ECG etc.).
Fortalece la gestión clínica porque al estar
informatizados los procesos clínicos, de todas
las actividades que se realizan y los recursos
necesarios para llevarlos a cabo, lleva implícito el
implementar guías clínicas y repensar procedimientos que
permitan disminuir la variabilidad clínica entre
diferentes lugares de atención médica.
Favorece el seguimiento de los pacientes,
disminuye las oportunidades perdidas en particular en
enfermedades crónicas y embarazadas entre otros. Al usar
todos los servicios de salud una misma HCE el paciente
puede realizar sus consultas en cualquiera de ellos y
queda registrado. Situación que se potencia si se
implementa una Ficha Clínica familiar donde aparezcan
todos los miembros del grupo familiar.
Desde el modelo de
financiamiento:
Permite incorporar incentivos centrados en el desempeño
a través de compromisos programa y/o de gestión,
porque facilita el vincular la asignación de recursos a
los Servicios de salud al cumplimiento de metas
asistenciales. Incluso, si se emplea un modelo de
atención de salud familiar y comunitaria, la HCE
familiar permite identificar el cumplimiento de metas
asistenciales trazadoras para cada fase del curso de
vida.
Facilita la articulación de diferentes fuentes de
financiamiento. Uno de los desafíos de los
servicios de salud en la actualidad es la
diversificación de fuentes de financiamiento. Ellos
deberán proveer servicios para un público que, en muchos
casos con diferentes esquemas de protección en salud,
que quizás presenten diferentes modelos de contratación
y pago. Al obtener un registro de las prestaciones
mediante la HCE es posible realizar la facturación por
cada paciente y de acuerdo a su financiador.
¿Qué impide que estas
innovaciones se incorporen en forma universal?
En primer lugar, hace falta voluntad política. La HCE no
es mágica. No resuelve todos los problemas y sólo puede
contribuir a resolver algunos de ellos si es
implementada en el marco de una estrategia de reforma.
Para sacarle provecho hace falta que la conducción del
sistema de salud tenga voluntad política para promover y
sostener el cambio en el modelo de gestión. Por ejemplo,
hay frecuentes dificultades para ceder espacios de
micropoder, dentro de las organizaciones se generan
pequeños espacios de poder no formal. Por ejemplo, las
personas que citan a los pacientes, establecen cuántos,
quiénes, y cuándo tienen que concurrir a la consulta.
También se puede agregar la existencia de diferentes
tipos de agendas que dan lugar a situaciones de
discrecionalidad con escasa transparencia.
Los jefes de servicio rara vez se muestran dispuestos a
ceder esa potestad. De modo que, si no hay convicción
por parte de la cúpula del sistema de salud para
reafirmar y sostener cambios en los procesos, la HCE no
será aprovechada.
En segundo lugar, hace falta desplegar una mirada de
largo plazo. Es necesario elaborar un plan maestro para
la implementación de una HCE a nivel Nacional que se
independice de los diferentes gobiernos. Los sistemas
desde su concepción deben estar pensados con un abordaje
integral, en la actualidad, suelen hallarse experiencias
aisladas de implementación de HCE en Servicios de salud
privados y algunos públicos, pero sólo sirven para esa
institución. Por lo tanto, la construcción debe pensarse
como un único modelo desde lo público y lo privado al
cual adhieran todos.
En tercer lugar, hace falta que las autoridades
sanitarias prioricen la oportunidad de mejora por encima
del negocio. La decisión sobre cuál tecnología o
programa adquirir para incorporar HCE en los servicios
introduce otra dificultad. Hay múltiples opciones
comerciales provistas por diferentes empresas. Una
alternativa para superar esta dificultad sería permitir
que cada jurisdicción adquiera la solución informática
por su cuenta, pero estableciendo un acuerdo sobre los
requisitos mínimos que la misma debe proveer y la
obligatoriedad de integrarse en un sistema de HCE única
regional o nacional.
En cuarto lugar, hay desafíos tecnológicos. Por ejemplo,
si existen zonas donde la conectividad y el equipamiento
es insuficiente, las zonas rurales tienen grandes
dificultades y en muchos casos la escasa rentabilidad de
algunas zonas hace que las empresas de internet no
realicen inversiones. Es necesario generar convenios con
las empresas de telecomunicaciones que se sumen al
proceso. En algunos contextos la compra de computadoras
sigue siendo un lujo más que una herramienta esencial.
En quinto lugar, hace falta incorporar un marco legal
que acompañe estas innovaciones. Hay algunos
prerrequisitos como la habilitación de la firma
electrónica, la posibilidad de que la prescripción
médica no se haga en papel, etcétera. Además, se
requiere definir soluciones adecuadas para garantizar la
protección de datos y de la identidad de los usuarios.
En sexto lugar, la HCE involucra la motivación y
capacitación del personal. La atención médica es
recursos humanos dependiente y con diferentes grados de
capacitación. A menudo una barrera para implementar la
HCE es la falta de motivación de estas personas en
implementar nuevas herramientas en gestión o bien porque
suelen presentar analfabetismo informático lo que genera
una resistencia a estos cambios.
Entonces… ¿Por qué aún
no tenemos una Historia Clínica Electrónica universal?
Claramente no por restricciones tecnológicas. Desde el
punto de vista tecnológico se identifican múltiples
opciones que van desde las más caras las ofrecen a
través de chips (Donde la HCE está en una credencial) y
requieren que todos los servicios tengan computadoras
con lectores de chips. Pasando por plataformas On line
(donde la HCE está en la nube), hasta llegar a sistemas
que también funcionan Off Line y no requieren
conectividad permanente en todos los servicios.
Tampoco es por sus costos que en la región aún no hemos
conseguido universalizar la HCE. Incluso podríamos
arriesgarnos a postular que un problema puede ser que
sea hoy que la HCE es relativamente barata y no genera
demasiadas oportunidades de negocio para quienes puedan
decidir sobre su incorporación.
Las mayores restricciones para universalizar la HCE
tienen que ver con cuestiones de poder. Podríamos decir,
incluso, que por cuestiones que se registran en la
microfísica del poder. Ya que a nivel de la macrogestión
(por parte de los conductores del sistema sanitario), a
nivel de la mesogestión (por parte de los directivos de
los establecimientos) y a nivel de la microgestión (por
parte de los profesionales de salud) hay grandes
resistencias a cambiar la forma de trabajar. A ceder
información y controles, a ser evaluado, a cumplir con
metas asistenciales en lugar de sólo brindar
prestaciones.
Para que el ejemplo de Emilia, narrado en la primera
parte de este artículo, sea una realidad y se consolide
como un derecho para la población es necesaria la
apertura de las autoridades sanitarias para dar la
discusión sobre cómo incorporar la HCE para mejorar la
respuesta a la población y el compromiso para conducir
los procesos que ésta requiere.
(1) Dr. Federico Tobar.
Consultor internacional en Políticas de Salud y
medicamentos. Desempeña estas funciones en Argentina,
Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, El Salvador, Estados
Unidos, Guatemala, Panamá, Paraguay, Perú, República
Dominicana, y Uruguay. Doctor en Ciencia Política
(USAL). Master en Administración Pública (Fundação
Getúlio Vargas). Especializado en economía de la salud
acreditado en el Health Economy Exchange Directory 2000
(London School of Hygiene &Tropical Medicine).
Licenciado en Sociología (UBA). Profesor de Sociología
(UBA).
Dra. Gabriela Hamilton. Magister en sistemas de salud y
seguridad social. Profesora de la Universidad Nacional
“Arturo Jauretche” e Investigadora en políticas y
programas de salud - Directora de Servicios Técnicos
Asistenciales del Hospital “Dr. Rene Favaloro” Rafael
Castillo - Coautora del libro Respuestas a las
enfermedades Catastróficas entre otros. Fue también
Directora de Programas sanitarios de la Municipalidad de
la Matanza y Directora del Programa Nacional de VIH/SIDA
del Ministerio de Salud.
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