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Hace
casi 30 años, en “Salud para todos”, libro publicado por
Eudeba, formulé una propuesta integradora federal, que
hacía particular hincapié en la coordinación en red de
los distintos subsistemas, niveles de atención sanitaria
en sus respectivas jurisdicciones. En otras palabras,
considerar la ordenación territorial para lograr una
adecuada gestión logística regional e interregional de
la atención médica, que priorice sus componentes
operativos.
La propuesta estuvo centrada en la región metropolitana,
abarcando la Capital Federal y 26 partidos bonaerenses,
por lo cual celebro que recientemente se esté
planificando una nueva estructura de gestión que
trascienda el cerco de las jurisdicciones formales en
nuestra histórica “Cabeza de Goliat”.
En este sentido, coincido con la idea de establecer una
suerte de tablero de comando o “gabinete metropolitano”
para la región del AMBA (Área Metropolitana de Buenos
Aires). Está claro que la separación de la Ciudad y la
Provincia con sus municipios del Conurbano Bonaerense
dificultan la organización de una realidad territorial
con millones de habitantes que se trasladan a diario
desde un lado al otro de la avenida General Paz.
El mapa sanitario regional, para ser acorde a una
realidad territorial dinámica, debe revalorizar la
capacidad interna de los diferentes entes que lo
integran. Para ello corresponde ser diseñado en forma
multidisciplinaria, teniendo en cuenta políticas
sanitarias, urbanísticas, sociológicas, que tengan en
cuenta la biodiversidad cultural que se traduce en
conductas cotidianas.
La misma lógica debiera aplicarse al resto del país,
desde otras regiones metropolitanas a áreas regionales
intermunicipales, e incluso regiones interprovinciales.
Claro que cada región debe responder a sus propias
características (poblacionales, etarias, étnicas,
productivas, y por tanto con sus determinantes y
condicionantes de enfermedades). Resulta incompetente
replicar estructuras para cada asiento jurisdiccional,
lo mismo en los municipios del Conurbano que en los del
interior de la provincia, como Escobar, Ingeniero
Maschwitz, Malvinas Argentinas y Pilar, o incluso Jujuy,
Salta y Tucumán. Valga como ejemplo el hecho de saber
que no es necesario contar con un Instituto del Quemado
en cada provincia, pues su tratamiento puede esperar el
traslado en una ambulancia con el paciente canalizado
para su reposición hidroelectrolítica, asegurando su
arribo a una “unidad de gestión médica” especializada.
Las estructuras burocráticas deben reducirse y
coordinarse para hacer eficiente el uso de los recursos
apropiados. En Cataluña existe una autoridad sanitaria
por encima de la autoridad política territorial
denominada Consorcio, que no coincide con los límites
distritales, sino que responde a la dinámica viva y real
de la población. Vale remarcar que esto sirve tanto para
la realidad sanitaria (con eje en el paciente) como para
su viabilidad financiera (orientada a su
sustentabilidad).
Pero no sólo se trata de la tradicional regionalización,
sino de ir más allá, pues la realidad muta muy rápido.
Tal el ejemplo de la migración desde las regiones
rurales a los suburbios de las ciudades. Para ello
habría que partir de un Observatorio Nacional de Salud
(ONS) y sus mapas, para crear el mapa de la gobernanza
sanitaria, que incluya los intereses políticos y
económicos, asegurando criterios de innovación
productiva que alienten al desarrollo social,
fortaleciendo sus pilares: educación, salud, seguridad y
justicia, que reconstruyan la trama social. La atención
de la salud es una dimensión que debe insertarse
siguiendo la realidad de la vida cotidiana de las
personas, y no rigideces jurisdiccionales que responden
a formalismos, cuando no a repartición de cargos por
intereses personales.
En la diversidad territorial y poblacional de nuestro
país, podemos identificar a grandes rasgos, tres tipos
de escala. En primer lugar, los grandes centros urbanos,
incluyendo sus áreas circundantes, es decir, las
ciudades y sus ampliaciones periféricas (el gran Buenos
Aires, el gran Rosario, el gran La Plata, etc.). En
segundo lugar, las ciudades medias y pequeñas, y, en
tercer lugar, las zonas rurales y semi-rurales, con baja
densidad poblacional y discontinua o ausente
infraestructura.
Desde el punto de vista de la atención médica, es aquí
donde se muestra la mayor carencia y donde más se
necesita la acción del Estado. En los centros urbanos es
donde confluyen mayor número de efectores, subsistemas
de atención y de demanda, etc. Resulta por ello más
complejo, pero más necesario coordinar una atención
adecuada, evitando yuxtaposiciones y desaprovechamiento
de recursos. En las zonas intermedias, resulta
comparativamente más fácil coordinar una atención más
eficiente, sea que tengan o puedan hacerlo con
determinados servicios de salud y vías de comunicación
dinámicas que posibiliten el funcionamiento de unidades
móviles. Lo antedicho hoy encuentra inmediata solución
incorporando, fruto de la cibernética, las tecnologías
de información y comunicación actuales - TIC´s.
En las últimas décadas se ha acentuado la desigualdad
territorial entre áreas centrales y marginales, a la vez
que dentro de cada ciudad o área se produjo una
verdadera fractura interna, con desarticulación y
empobrecimiento que trastocó nuestra configuración
socioeconómica. Esto torna evidente que la Ciudad de
Buenos Aires, lejos de ser un todo homogéneo, es el
agregado de poblaciones que requieren su diferenciación,
no sólo desde el punto de vista socioeconómico, sino
también cultural y etario. Así, con el más bajo índice
promedio de mortalidad infantil a nivel nacional,
algunos barrios presentan los niveles más altos, y otros
como Parque Patricios se equiparán a Santiago del
Estero, Chaco y Formosa; o bien Barracas a Jujuy y
Corrientes.
Decía, en “Salud para todos”, que, frente al dilema en
boga entre estatismo y privatismo, correspondería
integrar las redes existentes de atención, sin
distinción de titularidad jurídica. Desde luego que la
vinculación entre Obras Sociales, Estados nacional,
provincial y municipal, y Sector privado deben ser
transparentes y con miras siempre al aprovechamiento de
recursos en el servicio del interés sanitario de la
población.
Se sabe que la economía de escala constituye una
herramienta conceptual y de gestión particularmente útil
para abordar el uso y la distribución eficiente de los
recursos. Permite una mayor amortización del
equipamiento necesario, para lo cual se requiere de la
maximización de su uso.
Se trata de abrirse paso entre la madeja de intereses
políticos, y privilegiar el derecho social a una salud
digna a través de la capacidad de integrar adecuadamente
población y recursos. Llegado a este punto, una vez más
señalo la prioritaria necesidad de un “Acuerdo
Sanitario” que posibilite la construcción de un Sistema
Federal Integrado de Salud. El ordenamiento territorial
sanitario no se puede imponer desde arriba según
conveniencias burocráticas o intereses particulares,
sino siguiendo la movilidad vital de las personas, para
lo cual se precisa de una planificación estratégica
basada en necesidades, recursos disponibles, y detección
de vulnerabilidades. Una “agregación colaborativa” que
se traduzca en una atención en red, con criterios de
sostenibilidad que responda al derecho a la salud, es
decir, a una atención oportuna, adecuada y equitativa,
frente a la actual fragmentación, dispersión,
degradación, y una clara dilución de responsabilidades.
En definitiva, se debe reconfigurar la gobernanza
sanitaria, para evitar la captura de territorios que
oculta la captura de la población. El esfuerzo radica en
retornar al pensamiento lógico e innovar siguiendo
pautas de integración económica, social y cultural para
resolver el desafío de privilegiar la dignidad como
valor humano. Éste sería un verdadero programa de obras
como plataforma de prosperidad.
Director Académico de la Especialización en
“Gestión Estratégica de Organizaciones de Salud”
Universidad Nacional del Centro (UNICEN).
Autor de: “Claves Jurídicas y Asistenciales para
la Conformación de un Sistema Federal Integrado
de Salud” - Editorial Eudeba (2012) - “Salud y
políticas públicas” - Editorial UNICEN (2016) |
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