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En el último mes del año, las
Prepagas y la Secretaría de Comercio
se enfrentaron públicamente por el
aumento de las cuotas. El marco
legal aplicable es parte de la
“pesada herencia” que las actuales
autoridades se han cuidado de
modificar.
¿QUÉ
PASÓ EN DICIEMBRE?
Un duro intercambio de “facturas”
entre las cámaras del sector y la
Secretaría de Comercio.
Las cámaras acusaron a la Secretaría
y a sus funcionarios de hacerles “la
gran Moreno” dilatando las
conversaciones y hasta incumpliendo
promesas de aprobar un aumento del
6% en enero.
Así fue, que decidieron presentar un
reclamo a la Secretaría de Comercio
(con copia a la Superintendencia de
Servicios de Salud, al ministro de
Producción, Francisco Cabrera, y al
presidente Mauricio Macri).
Por su parte, Comercio les recordó
que tras la firma de la paritaria de
los trabajadores hubo subas del 15%
en junio, otra del 5% en julio y una
tercera del 9% en octubre; esos
ajustes se sumaron a uno del 9% que
hubo también, en febrero, por lo que
durante 2016 se acumuló un alza del
43,5%, ya que cada porcentaje fue
aplicado sobre la cuota ya
incrementada con anterioridad.
Las cámaras “retrucaron” presentando
las estructuras de costos del sector
2012-2016, de los que surgiría que
en verdad habían postergado aumentos
los años anteriores, para no
contribuir con el proceso
inflacionario.
Y recordaron que los aumentos
salariales del sector, inclusive de
los prestadores, son imposibles de
cumplir si los financiadores no
aumentan los aranceles.
Algunas empresas notificaron el
aumento a sus afiliados del 6% para
enero.
La Secretaría de Comercio les
recordó que no tenían validez porque
no había previa autorización de los
aumentos y amenazó con aplicar
multas a las empresas.
Cuando ya estaban por “irse a las
manos”, primó la cordura y todo
terminó con que el Gobierno autorizó
finalmente un incremento de 6% en
las cuotas de la medicina prepaga
para el mes de febrero. Lo hizo a
través de la resolución 2.371
publicada el 28 de diciembre
(casualmente el día de los
inocentes) en el Boletín Oficial.
La norma, firmada por el ministro de
Salud, Jorge Lemus, señala que las
entidades de medicina prepaga
“deberán extremar los recaudos
necesarios para notificar de manera
fehaciente a los usuarios” la
aplicación del aumento.
EL
MARCO LEGAL
Cuando fue promulgada la ley 26.682
la llamé “el regreso de los muertos
vivos”. (Edición 62 - diciembre de
2010)
Debido a la transferencia de
obligaciones estatales a los
particulares, sin prever la
financiación.
Y sobre todo por las facultades
omnímodas que concedía a la
autoridad de aplicación que incluía
la de actuar arbitrariamente dando a
uno lo que negaba a otro por la
ausencia de normas generales.
Además de ser “trifrontre”: el
Ministerio de Salud, el de Economía
(este último suponíamos bien que a
través de la Secretaría de Comercio)
y las autoridades sanitarias de cada
jurisdicción.
Cuando fue reglamentada mediante el
decreto 1993/2011 (Reglamentación de
la Ley de Medicina Prepaga “Dura Lex
Sed Lex” Revista Médicos Nº 68 -
marzo 2012) dije que establecer como
autoridad a la Superintendencia de
Servicios de Salud era un acierto o
al menos, el mal menor, salvo en un
aspecto.
Ese “aspecto” era precisamente el
aumento de las cuotas, que debían
ser tramitados ante la
Superintendencia y aprobados previo
“dictamen vinculante” de la
Secretaría de Comercio Interior, por
entonces a cargo de “el cuco”
Guillermo Moreno y aprobadas por
Resolución del Ministro.
Prometió implementar la estructura
de costos (mediante resolución de la
Superintendencia de Servicios de
Salud) que debería comprender:
Los costos en sí, los cálculos
actuariales, la “verificación
fehaciente” del costo de las
prestaciones obligatorias,
suplementarias y complementarias,
las nuevas tecnologías y
reglamentaciones legales que
modifiquen o se introduzcan en el
Programa Médico Obligatorio (PMO) en
vigencia.
El incremento de costos de recursos
humanos y cualquier otra
circunstancia que la
Superintendencia y las entidades
consideren que incide sobre los
costos de la cuota de los planes ya
autorizados.
No parecía un análisis de costos
particularmente fácil de establecer
en épocas de inflación.
Los “costos prestacionales” son
diferentes para las prepagas según
la franja económica a la que
atiendan y en cada empresa dependen
del tipo de plan.
No son los mismos prestadores los
que atienden a los prepagos más
caros o más económicos.
Y dentro del mismo financiador los
del plan “magnum” que los del “PMO”.
La inclusión de “cálculos
actuariales”, por la utilización de
cada prestación por la población
afiliada a “esa” prepaga es
sumamente compleja.
Y si se calculan por el total de la
población adherida a todo el sistema
puede generar diferencias.
E implicaba a las empresas sincerar
los precios, quizás, con cada
prestador donde “se dice” que hay
diferencias apreciables dentro de la
misma categoría.
Era pues una tarea técnicamente
compleja y de ejecución lenta.
Al menos de los costos
prestacionales entre los que debería
incluirse los que resultan de la
judicialización de la cobertura que,
en materia de discapacidad, están
llegando a una entidad crítica.
Hasta que se aceptaran esas
estructuras de costos todo seguiría
dependiendo de lo que resolviera,
con o sin razón la Superintendencia
y la Secretaría de Comercio para
cada pedido de aumento.
La duplicación de los órganos
intervinientes añade un factor más
de desequilibrio.
La Superintendencia conoce el sector
salud y sus muchas variables.
La Secretaría de Comercio tiende a
verlo como un actor más dentro de
los muchos que inciden en el índice
de precios.
Y de esas ópticas se derivan
conductas diferentes.
Las estructuras de costos
permanentes no se aprobaron y la
resolución de los aumentos siguió
dependiendo de “Janus Bifronte” esa
semideidad de dos caras que miran en
sentidos opuestos.
¿PROFECÍA CUMPLIDA?
Moreno ya no está, se fue un
gobierno sumamente intervencionista
y vino otro de ideología casi
opuesta, que cree en el mercado.
Pero las atribuciones y el órgano
que resuelve sobre las cuotas siguen
actuando parecido, con una
Superintendencia comprensiva y una
Secretaría un tanto intolerante.
Y la forma en que se ejercitan esas
facultades se sigue pareciendo al
escudo de un país vecino “por la
razón o por la fuerza”.
La situación es complicada y lo
seguirá siendo porque:
El flagelo inflacionario, cambia
permanentemente las estructuras de
costos de un sector que financia a
buena parte de los prestadores, que
aumentan los salarios hasta tres
veces por año y que si no lo hiciera
sumiría bajo la línea de la pobreza
a los trabajadores de la salud.
El sistema es concentrado, si bien
existen muchas empresas, en verdad
las que pueden fijar precios son
unas pocas y las chicas subsisten
siempre que se mantengan a cierta
distancia por debajo de las grandes
y esto despierta las sospechas de
cartelización de Comercio.
Si no hubiera tanta inflación podría
existir un aceptable esquema de
costos que permitiría detectar los
abusos e impedirlos ante la mera
tentativa.
O mejor aún, dejarlos ocurrir y ver
como el abusador pierde masivamente
clientes en beneficio de sus
competidores, implementando un
sistema de “pases” ágil.
¿LA
MUERTE DE LAS IDEOLOGÍAS?
Mientras la realidad sea tan voluble
no existirá tiempo material para
implementar la estructura de costos
del sector que necesita cálculos
actuariales que permanezcan y
fatalmente la autoridad pensará que
un sector con capacidad para formar
precios abusa de esa condición.
Y los principales actores del
sistema necesariamente intentarán
cubrirse para no sufrir quebrantos,
ya que en ese contexto unos pocos
meses de desfase pueden ser fatales.
Tenemos un gobierno que reconoce la
inflación y cree en el mercado.
Y teníamos al anterior que la
ocultaba y al menos decía que todo
era una turbia conspiración de los
“grupos concentrados” (cualquiera
sea el significado del término).
No obstante, ello, actúan en forma
sorprendentemente parecida.
PRONÓSTICOS
El marco legal sigue igual y
confiere amplias facultades a la
Secretaría de Comercio para impedir
aumentos.
El contexto inflacionario hace más
que difícil que el Gobierno se
autolimite.
Sólo es esperable una mayor
comprensión, por la vía de no negar
la realidad.
Habrá que seguir negociando cada
punto de aumento y su fecha.
Es la época que nos toca vivir.
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