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Debate


Entre “transiciones”
y “gradualismos”

Por el Lic. Patricio Pasman
Consultor de Obras Sociales y Entidades de Medicina Prepaga


Pertenezco a aquellas personas que pasaron su etapa escolar, durante los años 70 y los 80, desde sala de 4 años (no existía la sala de 3 ni 2 años) hasta el último año del secundario, en el mismo colegio. Un colegio privado muy tradicional en la localidad de San isidro.
La vestimenta era estricta. Durante los meses de calor utilizábamos el uniforme de verano y el resto del año el uniforme de invierno. El uniforme de verano era cómodo y liviano, consistía en un pantalón beige y una chomba celeste (o “azul flojo” como le dice el hijo de un amigo que vive en Catalunya). El resto del año debíamos vestir con pantalón gris, camisa celeste, corbata y blazer azul. Por supuesto que en ambos casos el calzado era zapatos y no se permitían zapatillas.
Aproximadamente en los meses de abril y fines de setiembre se producía el cambio de uniforme, dándonos el colegio la flexibilidad durante una semana de utilizar uno u otro. Se llamaba la “semana de transición”. El encargado de anunciar el comienzo de la semana de transición era el jefe de preceptores, un hombre corpulento de origen alemán con fuerte carácter y a su vez un sentido del humor muy particular. Su chiste de cabecera era contar que había vendido un Renault 12 para comprarse dos Renault 6…
El ritual era siempre el mismo. Con acento alemán explicaba una y otra vez que la semana de transición consistía en utilizar uno u otro uniforme, pero que de ningún modo se aceptarían las combinaciones de los mismos. Los ejemplos que daba también se repetían año a año, no se va a permitir el pantalón beige con la camisa celeste, corbata y blazer azul, ni tampoco el pantalón gris con la chomba celeste.
Podríamos decir que el colegio aceptaba cierto “gradualismo” en el cambio de uniforme durante una semana, pero era estricto en que no debían mezclarse los mismos, recibiendo amonestaciones aquellos alumnos que incumplían la norma. A los educadores de hoy aprovecho a comentarles que nadie se traumó por recibir amonestaciones…
El 2016 para nuestro querido país ha sido sin duda un año de transición. Aquellos que esperaban un “cambio de uniforme” rápido y efectivo, entiendo que equivocaron sus pronósticos. En el anuario de fin del 2015 escribí al respecto una nota titulada: “Nuevos vientos, mismas tempestades”. (1)
Aquí comentaba sobre las dificultades para poder cambiar rápidamente la realidad económica, social y política del país en general y del sector de la Salud en particular.
Sin embargo, no considero en absoluto que fue un año perdido. Hubo cambios y avances importantes que van en un sentido favorable y que evitaron males peores. Ver lo que ocurre en Venezuela nos da una pauta al respecto.
Existe un amplio consenso en “los fuertes avances acontecidos en el país en este último año”, señaló la AEA (Asociación Empresaria Argentina) en un comunicado, enumerando los siguientes: “Se integró plenamente la Corte Suprema, el Congreso pasó a ser el poder independiente que la Constitución establece, hay plena libertad de prensa, e instituciones como la AFIP, el Banco Central y el Indec, han vuelto a ser reconocidas por su credibilidad ante la opinión pública. Asimismo, se han adoptado decisiones que permiten augurar un crecimiento económico en el próximo año”.
Coincido y agrego que hubo avances en seguridad, educación y en infraestructura.
En el Congreso de Salud de Acami realizado en Mar del Plata en setiembre pasado, el economista Enrique Szewach expresó que la sociedad reclamaba por resultados inmediatos, pero exigía medidas e instrumentos graduales, como por ejemplo en el cambio de tarifas.
“A instrumentos graduales, resultados graduales” resumía con mucho sentido común el actual Vicepresidente del Banco Nación.
Recordando este Congreso, fue gratificante y esperanzador que luego de muchos años de no recibir funcionarios ni autoridades de cierta relevancia, estuvieron presentes el Superintendente de Servicios de Salud, los Presidentes de Pami y IOMA, el Ministro de Salud y el Ministro de Hacienda y Finanzas.
Considero que en el sector de Salud en general y en el de las Obras Sociales y Entidades de Medicina Prepaga en particular, se está avanzando por buen camino.
Con las dificultades que implica llevar adelante cambios y mejoras en la gestión pública, sería injusto aquí hablar que fue un año sólo de “transiciones y gradualismos”.
Las nuevas autoridades entienden nuestros problemas, están abiertos al diálogo e independientemente de las coincidencias o diferencias que se tengan, tienen experiencia y conocimiento del sector.
Hace mucho tiempo que se escribe y se habla sobre la necesidad de formalizar una Cobertura Universal para la población que no tiene la cobertura de una Obra Social o una Entidad de Medicina Prepaga. Sería deseable una mayor celeridad, pero seguramente coincidamos que se avanza hacia el lado correcto.
El Congreso ya recibió del Poder Ejecutivo un proyecto muy bien elaborado para crear una Agencia Nacional de Evaluación de Tecnologías. Sin exagerar, creo no haber presenciado Congreso o Seminario, donde no se haya reclamado sobre la necesidad de su existencia. Ojalá que se apruebe y se promulgue los antes posible.
El reconocimiento por parte del Gobierno de la deuda a las Obras Sociales es otra muy buena noticia de este año. Tanto tiempo escuchando y leyendo sobre este legítimo reclamo del sector y valga la redundancia, tanto tiempo sin ser escuchados por las distintas autoridades de turno. Seguramente todos hubiéramos deseado una devolución más ventajosa y veloz, pero probablemente coincidamos que se está mucho mejor que antes.
El observatorio de precios de medicamentos de alto costo, el registro de amparos y la posibilidad de financiar los gastos de discapacidad desde el Fondo Solidario de Redistribución, son también muy buenas iniciativas de la actual Superintendencia.
No comprendo desde lo técnico, la conveniencia de crear la Obra Social de Trabajadores de la Economía Popular, más conocida como la “Obra Social Piquetera”. Por supuesto que lo entiendo desde la necesidad y negociación política como parte de algo “transitorio y gradual”.
Por un lado, pareciera que esta población no tiene ninguna cobertura, algo que no es real, ya que accede libre y gratuitamente a la red de Hospitales Públicos que financia toda la población que paga impuestos nacionales, provinciales y municipales. Estos recursos y energías, que bien podrían ir a mejorar la gestión de salud pública, se destinarán a crear una obra social que recibirá un monto por cápita muy bajo que difícilmente se traduzca en una mejor salud para esta población. Un mejor acceso a la cobertura de medicamentos en una amplia red de farmacias a esta población que no tiene cobertura de obra social o prepaga, sería sin duda mucho más justo y razonable.
Por otro lado, con la creación de la Obra Social Piquetera, se “premia” sólo al grupo que corta las calles. El resto de la población que utiliza la cobertura pública y no corta las calles, no obtiene mejoras.
Estoy de acuerdo, y hasta seguramente me sume, en manifestar y protestar libremente pidiendo que se mejore la salud y la educación pública, pero los beneficios que se consigan, deben ser para todos aquellos que la utilizan y necesitan acceder a Centros de Salud y Educativos de buen nivel.
Como país en estos temas, seguimos dándole la razón a Discépolo y su genial Cambalache donde “el que no llora no mama” y “el da lo mismo el que labura que el que esta fuera de la ley”.
Brindando excelencia en educación y salud pública, los Estados contribuyen a construir una sociedad más equitativa, algo muy necesario en esta época donde la Globalización y los avances tecnológicos generan ganadores y perdedores permanentemente.

http://www.revistamedicos.com.ar/numero90/columna_pasman.htm

 

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