|
Un tema que viene reclamando la atención de la sociedad
argentina, reiterándose bajo diversas formas o relatos
en la información que diariamente consumimos a través de
los medios de comunicación, es la cuestión relacionada
con los medicamentos:
-
En
ocasiones se trata de pacientes con insolubles
problemas de acceso.
-
Otras están relacionadas con la propia industria del
sector.
-
Se
señalan también crecientes dificultades para los
financiadores del sistema.
-
En
el segmento de la dispensa, los problemas de
sustentabilidad de gran parte de la red de farmacias
son moneda corriente.
-
Más una larga lista de reclamos de diversos actores,
lo cual incluye a médicos prescriptores,
establecimientos de salud, laboratorios públicos,
administradores, mandatarias, etc.
Procurando pasar de lo particular a lo general, parece
que tenemos ante nosotros una realidad que no satisface
las expectativas de ninguno de los actores involucrados.
Puestos a escuchar los reclamos de cada parte, las
demandas parecen tener un sólido sustento: el paciente
demanda por su constitucional derecho a la salud; la
industria pretende maximizar sus beneficios, realizando
una actividad útil y legal; las obras sociales pretenden
que sus recursos alcancen para satisfacer las crecientes
demandas de sus afiliados; para la red de farmacias
resulta imprescindible lograr sustentabilidad de sus
eslabones más débiles para garantizar la prestación de
un servicio público… y así, para cada uno de todos los
antes nombrados.
Hasta aquí, todo parece tener una lógica impecable…
salvo por el hecho siguiente: en ausencia de un
regulador las cuestiones insatisfechas impulsan a los
actores a tomar acciones unilaterales en procura de sus
objetivos, lo cual no pocas veces se concreta a expensas
de los intereses de los demás. Y así, lo que pudiera
verse como una solución, deviene en un problema social
de real significación.
Tomemos un par de muestras de la realidad actual:
-
Pregonamos que la Farmacia es un centro de salud, lo
cual resulta un eslogan vacío mientras se la condene
a permanecer en el mercado compitiendo sólo por
precio y descuentos.
-
Manifestamos además estar en favor del Modelo
Mediterráneo. Una red profesional con permanente
capacitación, a disposición de la sociedad en cada
rincón de nuestra extensa geografía.
Pero en la práctica permitimos (y hasta impulsamos)
al capital financiero y sus negocios de cadenas de
farmacias concentradas en grandes centros urbanos,
en desmedro del acceso de una parte importante de
nuestra población y de la sustentabilidad de las
pequeñas/medianas farmacias ya instaladas al
servicio del sistema.
-
Nos enredamos en discusiones sin sentido propiciando
que el Estado tome a su cargo la producción de
medicamentos, siendo que el mercado cuenta con
sobrada oferta en tal sentido y que la función
central e ineludible del Estado es establecer las
políticas y ejercer los controles necesarios en toda
la cadena, desde la producción hasta el consumo o
disposición final.
-
Se
invierten considerables y crecientes recursos en el
sector sin que ello genere un mejor resultado,
postergando acciones que están disponibles desde un
buen tiempo a esta parte. Sólo como ilustración:
hace más de 15 años que se sancionó una ley de
prescripción por DCI y desde entonces, tanto los que
la impulsaron como los funcionarios que los
sucedieron hasta hoy, han dado sobradas muestras de
trabajar para que tales disposiciones resulten letra
muerta, a punto tal que ni siquiera se ha logrado
aplicar en el Pami que es la obra social con mayor
injerencia del Estado.
Resumiendo: se insiste en sostener un modelo con
acciones aisladas, espasmódicas; en el que prima el
“sálvese quien pueda”; atendiendo sólo la urgencia,
generalmente tarde y mal; tapando los problemas con un
poco más de plata; practicando la “visión de túnel”, lo
cual siempre nos tiene enfocados en un punto sin lograr
ver el todo.
Las consecuencias son evidentes. Parece tan claro, que
cuesta señalarlo: haciendo lo mismo de siempre, sólo
lograremos los resultados de siempre.
Y, ¿cuál es el camino?
Apelar a estrategias y herramientas que hicieron posible
la construcción de las sociedades en la historia de la
humanidad: el racional y oportuno establecimiento de
políticas públicas, fijando un marco donde se procure la
obtención del interés de todos.
Iniciando el camino, parece apropiado recurrir a las
recomendaciones de la OMS y a los ejemplos de países que
han superado el nivel de problemas que hoy tenemos.
En tal sentido, lo primero será adoptar políticas de
medicamentos que incluyan componentes de acceso, calidad
y uso racional; decidiendo la promoción de medicamentos
esenciales, dentro de un sistema de seguridad social
basado en principios de universalidad, solidaridad,
obligatoriedad y eficacia.
Hay mucho por hacer… pero un día habrá que empezar.
Ojalá sea pronto, para que no tengamos que lamentar
situaciones tales como las de vecinos países, donde solo
rige la ley de la selva.
Es la hora de la política. Demandamos su implementación
y ofrecemos nuestro total compromiso para aportar lo que
fuere necesario
|