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Columna


Ciencia, Tecnología y Sociedad
  “El todo es más que la suma de sus partes”
Aristóteles
(384 a. C. - 322 a. C.)

Por el Doctor Ignacio Katz

La medicina no permanece inalterable, sino que muta a lo largo del desarrollo histórico, respondiendo a las modificaciones en la ciencia, la tecnología y la configuración social, entendida como el conjunto dinámico del funcionamiento social.
La configuración social, respecto de la medicina, diferencia contextos de manera de caracterizar algunos hitos históricos según su especificidad en el estado de la ciencia. Considérense los siguientes referentes:

Domingo Cabred (creador de la Colonia Nacional Psiquiátrica “Open Door” en 1899).
Ramón Carrillo (Ministro de Salud de la Nación, 1947-1954).
Héctor Noblía (Ministro de Salud de la Nación, 1958-1962).
Arturo Oñativia (Ministro de Salud de la Nación, 1963-1966).

En la época de Cabred y hasta la de Carrillo, la “ciencia médica” se encontraba en sus inicios. Recién comenzaba la transfusión segura de sangre hacia 1914 (con los aportes del argentino Luis Agote) y el uso de antibióticos no se generalizó hasta luego de 1945. La prioridad, entonces, pasaba por crear una infraestructura hospitalaria de asistencia masiva. Noblía centralizó servicios hospitalarios en las provincias, inauguró el sistema de residencias médicas hospitalarias, y priorizó la enfermería a fin de invertir la proporción argentina de cuatro médicos por enfermera. Oñativia vivió el primer punto de inflexión, quien además de propiciar el desarrollo de hospitales de comunidad, sufrió la incidencia de la industria farmacológica, al punto que el rechazo a su conocida Ley de Medicamentos fue un elemento de peso en el derrocamiento de Arturo Illía.
El segundo punto de inflexión surgió con la ley 18.610, bajo el pacto entre Onganía y Vandor, por la cual el Estado delega (aunque en su real accionar transfiere) en las Obras Sociales la asistencia sanitaria de los trabajadores sindicalizados, dando lugar al posterior desarrollo del “mercado” de la salud. Ya en la década siguiente, la economía, las empresas, las finanzas y el parque tecnológico reconformaron la medicina como hasta hoy permanece. Para no hablar de Martínez de Hoz y Domingo Cavallo que tergiversaron la lógica de inversión productiva a una especulación financiera, con un correlato social de creciente miseria, que asimismo reconfiguró la sociedad tal como la conocíamos (es decir, al Estado, a los individuos y a la sociedad civil), consolidando un nuevo panorama estructural en el ocaso de la crisis de 2001, que la reactivación económica posterior no modificó.
Es decir que los hitos de la evolución sanitaria no pueden entenderse de manera aislada de la correlativa (aunque no siempre armónica) evolución científico-técnica y económico-política, además de otros factores como los demográficos, los bioéticos, los medioambientales, etc. Para que su evolución sea lo más satisfactoria posible, resulta indispensable una evaluación que precisamente tome en cuenta la confluencia de las modificaciones de las que forma parte. Este monitoreo responde a la necesidad de una planificación racional y estratégica de las políticas públicas en general, y donde la salud debería tener un rol central. Un análisis del Cippec, realizado en 2015 sobre 33 programas sociales nacionales, muestra que sólo el 37% destina fondos a su evaluación.
Falta entonces primariamente una Agencia de Evaluación de Políticas Públicas, y una específica de Tecnologías de Salud. Pienso, para el área de la salud, en un ensamble constituido por:

el Observatorio Nacional de Salud.
el Ordenamiento Territorial contemplando la actual reurbanización.
el Diseño en redes coordinadas según grados de complejidad y economía de escala.
la Función de Agencia de Atención Médica (monitoreo y logística).
la Agencia de Seguridad Biológica.
la Agencia Nacional de Evaluación de Tecnologías de Salud (AGNET).

Hacia una Agencia Nacional de Evaluación de Tecnologías DE SALUD (AGNET)

La necesidad de una Agencia Nacional de Evaluación de Tecnologías de Salud conlleva la obligación de sistematizar, normatizar y protocolizar para evitar el uso acrítico. En el fondo, se debería tratar de modificar el paradigma de oferta y demanda, según preponderancia de intereses, por el de producción de salud y consumo de asistencia, que determina la necesidad para poder precisar la demanda en el devenir histórico: ir del derecho individual al derecho social.
La Agencia debe lograr:

la identificación e informe de las tecnologías nuevas y establecidas que necesitan evaluación.
• la producción, revisión, evaluación y síntesis de la información científica en cuanto a su impacto médico, económico, social y ético, tanto en tecnologías nuevas como las ya existentes.
• la contribución a la adecuada formación de los profesionales sanitarios para lograr la correcta utilización de la tecnología.
• desarrollar el Registro Nacional de Eventualidades Adversas.
• fundamentar técnicamente la selección, incorporación y difusión en el sistema de prestaciones sanitarias en todo el territorio nacional.

En definitiva, el objetivo de la Agencia es doble: contribuir a un uso efectivo y oportuno de la tecnología en la atención sanitaria, a la vez que evitar su contracara, el uso indebido, que genera un derroche económico, una cultura de oferta y demanda incorrecta, resultados médicos inocuos o, lo que es más grave, perjudiciales.

Una sociedad del conocimiento para una Nación saludable

Necesitamos hacer uso de todas las ciencias (entre las cuales sobresalen las biológicas y sociológicas, químicas y energéticas, administrativas e informáticas) para sistematizar normas y procedimientos, pero sin caer en los peligros y falacias del biopoder y del cientificismo presente, por ejemplo, en la llamada “evidencia científica”. Es decir que, por un lado, la planificación estratégica debe estar al servicio de la salud y libertad humana. No se trata de construir sujetos presos de una medicalización estatal, sino portadores de su potencia vital por poseer el derecho individual y social de una atención sanitaria integral de manera oportuna. Por otro lado, la ciencia no constituye una verdad autoevidente que se impone a los sujetos (la “evidencia científica”), sino un método de aplicación riguroso que brinda información fundada en controladas observaciones estadísticas, pero que no suplanta el trabajo de investigación científica, que en el caso de la medicina incluye la anamnesis, la percepción (observación, palpación, percusión, auscultación) del caso particular, con referencia al enfermo y no sólo a la enfermedad; y finalmente la elaboración de síndromes y diagnósticos diferenciales, utilizando los exámenes complementarios según criterios de sospecha, aproximación y certeza que se sustenten en el conocimiento, la experiencia y la reflexión.
Para construir una Nación de ciudadanos dignos, necesitamos, en paralelo, edificar una verdadera “sociedad del conocimiento”. Con este horizonte como guía, y a través del incremento del capital humano del país, podremos dejar atrás el subdesarrollo en sus distintos órdenes. ¿Cómo desperdiciar la sinergia entre sector público, privado y universidades, para, enfocándonos en el campo de la salud, mejorar la capacitación de médicos, enfermeros y auxiliares? ¿Cómo facilitar interacciones político-económico-financieras que favorezcan las investigaciones aplicadas para combatir enfermedades? ¿Por qué no proponer vínculos fecundos entre el sector público y el privado, dentro de marcos establecidos por el Estado, y construir así un Sistema Federal Integrado de Salud?
Si logramos combinar el saber científico de las Universidades, los recursos tecnológicos de los privados, el capital humano de los hospitales, y un control eficiente y comprensivo desde el Estado, con una finalidad ética y al servicio de todos los habitantes, estaremos en condiciones de construir una sociedad del conocimiento, un Estado responsable y ciudadanos dignos. En definitiva, una Nación saludable.

Director Académico de la Especialización en “Gestión Estratégica de Organizaciones de Salud” Universidad Nacional del Centro (UNICEN).
Autor de: “Claves Jurídicas y Asistenciales para la Conformación de un Sistema Federal Integrado de Salud” - Editorial Eudeba (2012) - “Salud y políticas públicas” - Editorial UNICEN (2016)
 

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