Es el tiempo de los gestores. Se terminó
el juego de pedir más presupuesto sin mostrar resultados. El
sector público debe aprender y desarrollar capacidad de gestión.
Shrank et al. (Shrank WH et al, 2019), siguiendo la nomenclatura
de Berwick (Berwick DM, Harckbart AD, 2012), señalaba (y
cuantificaba) 6 fuentes de despilfarro en los sistemas
sanitarios:
1. Fallos en la prestación de la atención sanitaria,
que incluiría problemas de ejecución deficiente de la atención
(problemas de calidad), no adopción de tratamientos o prácticas
de efectividad demostrada (infrautilización) y efectos adversos
evitables.
2. Fallos en la coordinación de la atención que
dejarían a los pacientes atrapados en los “agujeros” de una
atención fragmentada, con demoras, retrasos diagnósticos y
complicaciones, ingresos y reingresos evitables. Un problema que
afectaría especialmente a pacientes crónicos y complejos.
3. Sobreutilización y atención de bajo valor,
referido a tratamientos y pruebas diagnósticas que no benefician
a los pacientes y que en muchos casos son el origen de cascadas
de otras pruebas y tratamientos aún más innecesarios y de
efectos adversos.
4. Complejidad administrativa y rigidez burocrática:
referida al conjunto de normas y reglas ineficientes que no
aportan valor a los pacientes y la sociedad y que consumen el
tiempo del personal (sanitario y no sanitario, y también de los
pacientes y sus familias) en actividades innecesarias o que
pueden realizarse de formas menos costosas.
5. Precios “excesivos”: cuando -por reflejar
situaciones de monopolio o sistemas de reembolso inadecuados- se
alejan de las cifras esperables en “mercados competitivos” o en
relación con el valor añadido de los tratamientos y las
innovaciones respecto a las alternativas.
6. Fraude, abuso y mal gobierno: que no sólo
incluye los costes del propio fraude o la gobernanza inadecuada,
sino también los costes de la vigilancia para evitar el fraude
y, al extremo, generan buena parte de los costes burocráticos.
Incluiría también el fraude y abuso de los propios usuarios.
El despilfarro cuesta vidas e impide llegar a toda la población
con los servicios. Evita que los ahorros permitan financiar
aquellas necesidades y prioridades sanitarias que resultan
claves para asegurar la calidad y esperanza de vida de la
población.
No hay plata significa que los gestores deben aprender a
reasignar recursos. Es decir, asignar recursos en las áreas que
generan mejores resultados y trabajar sobre las ineficiencias,
los costos de transacción y todo aquello que no permita alcanzar
la productividad esperada.
En el caso del sector público no se puede pedir compromiso y
responsabilidad de los gestores sin modificar el entorno y la
naturaleza de las organizaciones donde se desempeñan. Es muy
diferente conducir un organismo público que una empresa pública.
La autonomía de gestión acompañada de la responsabilidad fiscal
constituye la clave para avanzar en el camino de mayor
eficiencia.
La empresa (concepto asimilable azienda en italiano) es una
forma de proveer un servicio que utiliza bienes económicos (que
son tales en cuanto al límite que tienen respecto a las
necesidades) e instrumento a través del cual la sociedad
persigue diferentes finalidades según sus diversos organismos.
Esas finalidades pueden ser económicas (empresas constituidas
para acrecentar el valor económico, en forma sintética la
rentabilidad) y no económicas (como es el caso de los hospitales
u otras organizaciones sanitarias).
Podemos decir entonces que la empresa sanitaria es un fenómeno
económico y no está ligado a una particular forma jurídica. No
se tiene una empresa simplemente porque se constituye una
sociedad por acciones sino cuando los resultados operativos
(niveles cualicuantitativos de los servicios prestados) y
económicos (equilibrio) dependen de manera relevante de factores
controlables por decisiones tomadas por sus propios órganos de
gobierno.
En Italia la azienda es una organización de bienes y capital
humano, orientada a la satisfacción de necesidades a través de
la producción, la distribución o el consumo de bienes económicos
y servicios hacia el cliente, estructurada según una
organización empresarial y administrada siguiendo una
administración empresarial (governance) por parte del management.
Estamos frente a una empresa si la distribución de los
poderes decisionales es tal de hacer depender los resultados de
la “calidad del funcionamiento interno”.
Es importante que los vínculos no sean demasiado rígidos porque
anularían la autonomía decisional, ni tampoco demasiado débiles
dado que disminuiría el esfuerzo de los órganos de la empresa
por buscar una mejor combinación de los factores productivos.
La empresa es una entidad unitaria y coordinada y no un simple
agregado de personas y de intereses en la cual se establecen
reglas de funcionamiento. La tutela de la salud es el fin, el
funcionamiento de los sistemas y de las empresas es el medio que
crea sinergia, o sea consiente a los portadores de intereses
distintos (y que permanecen diversos) de perseguirlos mejor
tanto en la forma como en los resultados de lo que se haría de
manera individual.
Pacientes, médicos, enfermeras, otros profesionales, proveedores
de bienes, entes públicos responsables de la tutela de la salud,
deben encontrar en el buen funcionamiento de la empresa una
convergencia de intereses, en tanto pueden encontrar conveniente
y más satisfactorio respuestas para sus respectivos intereses.
La empresa está constituida por personas diversas y de la
convergencia de intereses diversos, pero se convierte en una
entidad autónoma y distinta de cada uno de ellos: se convierte
en un “patrimonio” un “capital” para toda la sociedad que a
través de la empresa organiza respuestas a las necesidades de
todos y de sus componentes.
Es hora de avanzar en este camino de convertir a las organismos
sanitarios en empresas públicas porque así lo demanda la
magnitud de recursos que ad- ministran y la complejidad de la
gestión. No se puede manejar un hospital con las manos atadas y
prisionero de los sindicatos que terminan apropiándose de la
gestión.
Hace ya mucho tiempo Francia administrada por los socialistas
dejo de pasarle un presupuesto cerrado a las empresas públicas y
los hospitales y comenzó a financiar vía contratos programa. Los
Ministerios de Economía y Finanzas en conjunto con los
Ministerios de Salud establecen metas y objetivos a cumplir por
parte de las empresas públicas antes de financiar las
organizaciones. La autonomía va acompañada de responsabilidad
fiscal y en línea con la política económica y fiscal.
Seguir financiando la oferta nos permite decir que se llega a un
momento donde se hace indistinguible quien trabaja bien y quien
lo hace mal. Es una forma de ocultar las ineficiencias, pero
también los chanchullos y negociados internos.
Como las organizaciones públicas no tienen que exponer
resultados (política del siga siga) se apela a grandes
declaraciones acerca de que se ataca funciones esenciales para
de esa manera ocultar y negarse a transparentar la perfomance de
la gestión de organismos públicos.
El mundo de la sanidad es demasiado complejo para dejarlo en
manos de los médicos o de los gestores. Es necesario construir
nuevas capacidades y competencias que puedan encontrar el
volumen adecuado para gestionar todos los elementos
fundamentales del management o el policy making de la salud.
Los profesionales clínicos y gestores deben encontrar los
cuadros de interpretación adecuados para comprender como
gestionar la complejidad de su trabajo e identificar las mejores
trayectorias estratégicas de desarrollo y cambio en la propia
unidad organizativa o de la empresa sanitaria.
Parafraseando el famoso libro de John Gray, los médicos son de
Venus y los gestores son de Marte. Es decir, vienen de mundos
distintos. Y para entenderse, es preciso que encuentren un
lenguaje común, que construyan un lenguaje común a partir de la
gestión sanitaria
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