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El sistema sanitario convive con el pluralismo y la segmentación
del financiamiento, la cobertura y las prestaciones. Pero
también con culturas de gestión diferentes que se han ido
modelando de la mano de las características, las problemáticas y
requerimientos de los “clientes” de cada uno de estos
subsistemas que son diferentes, aunque todos sean ciudadanos de
un mismo país.
Las diferencias económicas entre los grupos sociales e inserción
laboral y social han ido segmentando los subsistemas (público,
privado y seguridad social) hasta generar especies de islas que
dialogan muy poco entre sí y producen un escaso intercambio y
aprendizaje mutuo de las mejores prácticas gerenciales en salud.
Se llega a la situación donde profesionales que trabajan en uno
o más subsectores tienen diferente comportamiento según el lugar
donde les toque ejercer en ese momento y eso habla de
gerenciales y trayectorias laborales, lo que refuerza la
segmentación.
Existen tres mundos gerenciales en salud que tienen escasa
relación a pesar de convivir con población y recursos:
Sector público (salud en las provincias y obras sociales
e institutos provinciales)
Cultura centrada en la lógica presupuestaria (ejecución
anual, rigideces administrativas, controles ex-post).
Identidad de los trabajadores más cercana a la condición
de empleados estatales que a la de gestores de resultados
sanitarios.
Escasa movilidad, permanencia en cargos, promoción más
ligada a antigüedad que a desempeño.
Seguridad social:
Obras sociales nacionales bajo influencia de sindicatos;
provinciales bajo influencia de gobiernos locales.
Cultura de negociación política/sindical: convenios,
cápitas, distribución de fondos.
Gestores acostumbrados a lidiar con la puja corporativa y
la relación con prestadores privados en redes heterogéneas.
Sector privado (prepagas, prestadores, industria
farmacéutica):
Lógica de empresa competitiva: eficiencia de costos,
marketing, posicionamiento en el mercado.
Estilo de management orientado a indicadores económicos,
satisfacción del cliente y rentabilidad.
Mayor permeabilidad a innovaciones gerenciales
internacionales (KPIs, balanced scorecard, acreditaciones
internacionales).
La consecuencia de este comportamiento cerrado y de islas son
recursos humanos que se forman y consolidan dentro de su propio
“circuito” (público, social, privado).
Es muy poco común que un directivo público pase a gerenciar una
prepaga, que un técnico de seguridad social salte a un hospital
público provincial y quizás lo más cercano es un cierto
intercambio de gerentes entre prepagas y ciertas obras sociales
nacionales que tienden acercarse desde el punto de vista
gerencial. En este momento ambos pertenecen al mercado de
agentes del seguro de salud y consecuencia allí se reforzará las
relaciones y los vínculos del aprendizaje.
El resultado de la falta de intercambio es culturas cerradas con
escaso intercambio de prácticas exitosas que repercute
fundamentalmente en el sector público que ha quedado prisionero
de la burocratización. La fragmentación institucional se replica
en la fragmentación de trayectorias laborales.
Las consecuencias de la segmentación se observan en un sistema
que no puede ser considerado tal, dado que faltan vasos
comunicantes que permitan coordinar y articular las acciones que
llevan adelante cada uno y que se pueden observar en las
siguientes características:
1. Rigidez organizacional: cada subsistema
defiende su status quo y resiste la adopción de prácticas de
otros ámbitos.
2. Innovación fragmentada: la digitalización
puede avanzar en prepagas, pero tarda años en permear al sector
público; la auditoría farmacéutica avanza en obras sociales
grandes, pero casi no se transfiere a hospitales provinciales.
3. Debilidad sistémica: sin vasos comunicantes,
los aprendizajes se pierden y cada subsistema “reinventa la
rueda”.
4. Desigualdad en gestión: mientras el privado
puede incorporar rápidamente metodologías de gestión, el público
queda rezagado, y la seguridad social se mueve a ritmo
político-corporativo.
Más allá de estas observaciones críticas existen en el
variado sistema sanitario argentino algunas excepciones y
pequeñas ventanas de esperanza que permiten pensar un cambio:
Algunos profesionales de alto nivel
(médicos, sanitaristas, economistas de la salud) sí circulan
entre sectores como consultores o académicos.
Programas de cooperación público-privada
(ej. ANMAT con industria, INCUCAI con hospitales privados,
experiencias de Córdoba con Hospital Ferreyra) generan espacios
mixtos.
Formación académica conjunta (maestrías,
diplomaturas en gestión de salud) crea redes personales que
pueden atravesar sectores.
Sin embargo, estos espacios son todavía nichos minoritarios
frente a la norma general que es el encapsulamiento de cada uno
dentro de su sector.
El desafío que tenemos es como vincular y conectar estas islas
para generar sinergias creativas que permitan el surgimiento de
una cultura gerencial en salud que permee todos los sectores con
independencia de su origen, propiedad y jurisdicción. En
definitiva, la salud es una y la problemática de los pacientes
también.
Estas son algunas líneas que podrían plantearse para
comenzar a acercar saberes y experiencias y construir un espacio
común que resultará beneficioso para todo el sistema:
Carreras sanitarias transversales:
certificaciones y concursos que habiliten movilidad entre
subsistemas.
Escuelas de gobierno en salud con
programas de intercambio público–privado–seguridad social.
Agencias intersectoriales (p. ej.
compras conjuntas de medicamentos, agencias de evaluación de
tecnologías) donde convivan equipos de los tres mundos.
Políticas de incentivos: valorar la
experiencia adquirida en otros subsistemas como mérito en
concursos y contrataciones.
Los dirigentes sectoriales son los que deben llevar la
iniciativa en la materia en el caso del sector público no se
pueden pretender mejores resultados sin invertir en formación
del talento humano, que aparece como muy escaso en las
jurisdicciones provinciales a las cuales se les transfiere una
responsabilidad cada vez más importante.
El privado también puede salirse de su micromundo e
involucrarse, así como hacen los grandes hospitales privados en
Brasil en colaborar para mejorar la cultura de gestión del
público.
Finalmente, pero no menos importante respecto de la Seguridad
Social que ha hecho en algunos casos avances muy importantes en
materia de organización y gestión, es hora de que reflexione
sobre la misión de la obra social porque ser eficiente y eficaz
para lo que no hay que hacer es el peor error que se puede
cometer.
La seguridad social mediante el accionar de las obras sociales
deben terminar de comprender que su rol es consolidarse como
fondos de salud, ante todo, es decir su principal objetivo es
cuidar y mantener la salud de la población en primer lugar y
después pensar en recuperar. El salto hacia la prevención es
algo clave y donde se juega el futuro y la sustentabilidad del
sistema. Esperemos que los dirigentes estén a la altura de los
tiempos
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