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La Salud Pública y la Práctica Sanitaria son dos campos
distintos pero interrelacionados. Uno se refiere a la protección
y prevención de la salud, en tanto que el otro se centra en la
atención individual de las personas.
Junto a la biología humana, el medio ambiente, y el estilo de
vida, la organización de los servicios constituye un factor
importante en el nivel de salud alcanzado por la población, en
lo que hace, a su disponibilidad, accesibilidad, calidad y
eficiencia de los servicios de atención médica, incluyendo la
medicina preventiva y la rehabilitación.
Puede definirse Salud Pública como el resultado de las
actividades encaminadas a mejorar la salud de una población.
Este discurso omnipotente resultaría inoperante, a excepción de
programas muy específicos, como el de vacunación o el del
control de la mortalidad infantil, si careciera de la práctica
médica.
La Salud Pública también se imagina autosuficiente para definir
necesidades. Sin embargo, es la epidemiología la que nos
proporciona información sobre las necesidades de atención para
proveer a su cobertura. En consecuencia, es un cuerpo de
saberes, o un sistema de información o una línea auxiliar de
asesoría para otras instancias, que ejecutan las acciones
productivas de salud por medio de las práctica sanitaria.
La Salud Pública junto a otras iniciativas dirigidas a la
vivienda y al tratamiento básico del medio ambiente puede lograr
importantes resultados en la salud de las personas, objetivo de
los respectivos presupuestos. En orden a ello es que deberían
contar con un alto grado de coordinación en lo que hace a
decisiones sobre el área y población objeto de intervención.
Sin embargo, el resultado no es igual cuando se trata de
enfermedades crónico-degenerativas, que exigen programas de
mayor duración en el tiempo y complejidad con los que se
estructuran distintos modelos de atención médica con dos
componentes, uno financiador y otro proveedor que puede ser
directo o indirecto.
El tema del financiamiento es sin duda central, a punto tal que
ha concentrado la atención en cuanto a su origen público,
privado o mixto, en lo que hace a su suficiencia y
universalidad.
Existen evidencias que un mayor aporte de recursos no resuelve
automáticamente el acceso a la calidad de los servicios, ya que
suelen ser afectados por la desvalorización de la clínica y la
hiper- valorización de procedimientos diagnósticos y
terapéuticos, sino que es la integración de los recursos lo que
garantiza la eficiencia.
La fragmentación del sistema de atención médica en múltiples
cajas no ofrece garantía de que la suma de las partes lleva a un
estándar de excelencia, por el contrario, conduce a
desigualdades tanto en el acceso a los servicios como en los
beneficios.
No obstante, los partidos políticos y los movimientos sociales
han contribuido en la construcción de modelos que privilegian la
economía a fin de sostener la institución, en reemplazo del
objetivo de salud por la que fue creada. En estas condiciones
puede ser un delirio integrar los recursos ante un modelo
autodirigido que distingue la población según sus recursos y
capacidad de compra para acceder a la oferta privada.
Es indudable que los modelos de pago al profesional condicionan
su conducta y plantean el dilema de cuál es la forma adecuada
para distribuir los riesgos que involucra esta actividad
económica que consiste en brindar cobertura médica a las
personas toda vez que el médico prioriza la unidad de pago según
fuera agregadas o desagregadas.
En general el nivel central, ministerios o secretarías, suelen
mantener una centralización burocrática que afecta el desarrollo
de la gestión hospitalaria. Se les hace difícil descentralizar
funciones en la búsqueda de mayor eficiencia y autonomía de los
hospitales a los efectos de optimizar recursos y adaptarse a las
necesidades cambiantes del sistema de atención médica.
Los hospitales cumplen funciones relevantes por constituir un
miembro clave en una red de servicios para responder a los
cambios que se producen en su entorno. El hospital como
proveedor de servicios de alta relevancia debe atender al
desarrollo organizativo y tecnológico para producir acciones
estratégicas de gran alcance, caracterizadas por el uso
intensivo del recurso humano, tecnológico y financiero.
Medir el aporte del hospital a la salud no es tarea fácil, toda
vez que tiene asignado competencias y responsabilidades
territoriales, pero no poblacionales. El otro factor para
destacar es que la atención ambulatoria no aparece en sus
organigramas como si fuera una actividad colateral.
La estructura organizativa se basa en la división de
especialidades y en los escalafones de la carrera profesional,
cuyos cargos están destinados a la hospitalización y a las áreas
de atención intensiva pero no a la atención ambulatoria que
constituye un área descentralizada en la que actúan los médicos
a través de la consulta.
En definitiva, se hace necesario incluir el área de atención
ambulatoria en los organigramas hospitalarios, asignar cargos en
el régimen escalafonario y establecer incentivos al desempeño
profesional alineando sus intereses con los objetivos del
hospital.
Bibliografía:
Análisis de las contribuciones del cuerpo teórico de la salud
pública a las prácticas sanitarias. Gastâo Wagner de Sousa
Campos. Cuadernos Médicos Sociales Nº 74-ISSN 0326-3525
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