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Esos
titulares se convierten poco a poco
en informaciones que se van
desvaneciendo en las páginas
interiores de los diarios hasta
desaparecer, anuladas por otras
noticias pero, más que nada,
relegadas por los editores
periodísticos, por tratarse de
hechos repetidos que terminan por
aburrir al lector.
Cabe señalar que el epílogo de estos
conflictos es siempre el mismo. Más
allá de la atención puntual que
puedan recibir los reclamos, no se
modifica un ápice la condición
sanitaria, ni la estructura y
cultura de producción de servicios
en la atención médica en la
Argentina.
Un somero repaso nos permitirá
introducirnos en la información.
Pero ésta de nada nos servirá si no
salimos de ella, superándola, hacia
el conocimiento y, a partir de él,
hacia un análisis y una propuesta de
lo que debe ser transformado.
El diario “La Nación” del 4 de enero
da cuenta de la falta de aire
acondicionado en el Hospital
Garrahan; para compensarla, los
niños internados en terapia
intensiva reciben la modesta brisa
que ofrecen unos ventiladores. Una
mirada cínica podría calificar el
episodio como uno más de la larga
serie de los parches que se aplican
en la salud, si no fuera porque se
ha denunciado que los ventiladores
mueven bacterias que aumentan los
riesgos para la salud de los niños
internados. Sin embargo, no todo
está perdido: para nuestra
tranquilidad, un médico del hospital
niega dicha posibilidad, aunque
admite que los chicos pierden
líquidos, lo que produce riesgos de
deshidratación… Todo ello, con
temperatura ambiente que superaba
los 40 grados centígrados.
El diario “Clarín” del 2 de enero
denunciaba que en el fin de semana
de Navidad se había caído el
cielorraso de los baños del
quirófano del Hospital de Niños
“Ricardo Gutiérrez”. La reparación
está pendiente por lo menos desde
hace diez años, pese a los continuos
reclamos, y dos de los quirófanos
del hospital directamente están
inhabilitados. A todo esto, cuatro
mil chicos esperan sus
intervenciones quirúrgicas.
El mismo medio informaba el 12 de
enero que en muchos hospitales de la
ciudad de La Plata falta sangre, lo
que obliga a reprogramar cirugías.
Insólitamente, una de las causas
aducidas es la escasez de donantes y
más insólitamente todavía, se dice
que ello se debe a la temporada
estival ya que “la gente se va de
vacaciones y se olvida que los
pacientes siguen internados”. Cuatro
días después, el atribulado lector
se enteraba de que durante el año
2006 las muertes maternas en la
provincia de Jujuy aumentaron un
cincuenta por ciento con respecto al
año anterior; muertes a las que hay
que sumarles, como merma trágica, la
orfandad en la que quedan los hijos
de esas familias.
Las cámaras televisivas muestran el
deterioro del Hospital de Clínicas
pero no se analiza que es
inconcebible que esta Unidad
funcione aislada y sin formar parte
de una Red hospitalaria. No se
plantea el interrogante de cómo el
Hospital, que depende de la
Universidad de Buenos Aires, puede
desarrollar sus funciones con la
carencia de un flujo adecuado de
información y de la macroherramienta
de la informática. El mismo país que
hace trepar a la lista de “best
sellers” a un libro de divulgación
matemática, es desconectado,
literalmente, de la autopista
electrónica Internet 2, una
“carretera” de comunicación a gran
velocidad entre universidades y
centros de investigación de todo el
mundo. Internet 2 transmite datos a
90 megabytes por segundo, y permite
a sus usuarios (algunos de ellos son
el Servicio Meteorológico Nacional y
la Comisión Nacional de Actividades
Espaciales) la comunicación con
especialistas de todo el mundo, el
trabajo conjunto y la utilización de
equipamiento que se encuentre en
cualquier otra parte del globo.
El diario “La Nación” del 8 de enero
alarma en su tapa: “Hay 100 mil
internaciones por mal uso de
remedios” y agrega luego que unas
700 personas por año mueren por esta
causa. Pero no se establece un
verdadero diagnóstico social y
cultural que explique las causas de
este mal uso, ni se efectúan las
regulaciones pertinentes para que,
por ejemplo, no se expendan en
locales no autorizados al efecto.
El Mal de Chagas-Mazza ha podido ser
controlado en países vecinos pero no
en el nuestro. No se ha logrado
articular una acción conjunta con
otros Ministerios de Salud de la
región. Ahora, dice la prensa del 14
de diciembre, “se presentó ayer un
nuevo programa federal de prevención
y asistencia” para reducir los casos
de la que está considerada como la
principal endemia de la Argentina.
Para su control, según la
Organización Mundial de la Salud,
nuestro país gastó 500 millones de
dólares hasta 1991, pero aún habría
un millón y medio de afectados por
el mal. La cifra habla a las claras
del fracaso de las acciones
emprendidas hasta el momento. Por su
lado, el nuevo Programa, coordinado
por la Jefatura de Gabinete y no por
el Ministerio de Salud, parte con
“una desorganización del sistema de
información que hace que los datos
disponibles no tengan la calidad
necesaria”, según reconoce uno de
sus integrantes. La ausencia de
registro fiable, que impide trazar
un mapa epidemiológico adecuado, es
una muestra, entra tantas, de la
endemia de conocimiento que
padecemos.
Nos hemos alejado del rigor
científico y las consecuencias están
a la vista. La batalla por revertir
la condición sanitaria argentina no
ha cesado y la obsolescencia
cultural sigue siendo mayor que la
obsolescencia edilicia. Los
argentinos siguen “amontonándose” en
los pasillos de los hospitales,
sufriendo las diversas formas de la
indignidad y de la humillación.
En un país donde la cuestión
sanitaria no existe sino para los
que la sufren y para los que la
estudian, y en este momento de
crecimiento macroeconómico, debe
ponerse el eje en la salud y en la
educación. Ello tendría el valor
agregado, además, de ser una manera
de redistribuir riqueza sin correr
riesgos inflacionarios.
Se debe proceder a una planificación
estratégica y a una transformación
en la cultura sanitaria del país.
Para ello, en primer lugar, debemos
realizar el esfuerzo de discernir
cómo hemos llegado a la situación
actual, que ya desciende a la
degradación. No hay que desviar el
eje de la discusión y detenernos en
cuestiones como la falta de
presupuesto o la eventual
corrupción, importantes pero no
medulares. El desvío en el foco sólo
sirve para ocultar la verdadera
discusión política. Hace dos décadas
que vengo proponiendo que para
modificar nuestra condición es
indispensable un Acuerdo Sanitario
en el que participen todos los
actores involucrados. El problema es
tan profundo que no hay otra manera
de poder encaminarnos a la
transformación; no hay otro camino
para salir de la parálisis inercial
y poder arribar a un Sistema
Integrado de Salud, como matriz
generadora que recupere la dignidad
de los argentinos.
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Ignacio Katz, Doctor en Medicina
(UBA) ,
Autor de: “Argentina Hospital,
El rostro oscuro de la salud” ,
(Edhasa, 2004). |
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